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Ríos del mundo, ¿los grandes perdedores del Acuerdo de París?

Una investigación cuestiona la apuesta de los países en desarrollo por la energía proveniente de represas hidroeléctricas. Dice que, sin controles, pueden crear desastres ambientales que serían agravados por el cambio climático.

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La biodiversidad de especies del Río Samaná en Antioquia se encuentra en riesgo por la construcción de la hidroeléctrica Porvenir II, denuncian científicos y ambientalistas. Un proyecto de Argos (Celsia).

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Por: María Paula Rubiano
Periodista Blog El Río y El Espectador
*Corresponsal Cumbre del Clima de Bonn (COP23), Alemania

Los ríos latinoamericanos se están llenando de represas. Ya hay 428 solicitudes para construir nuevas centrales hidroeléctricas sobre la cuenca del río Amazonas. En Colombia, ante la Unidad de Planeación Minero Energética (Upme) hay 119 proyectos de este tipo pendientes de aprobación. Los gobiernos latinoamericanos han hecho de las represas los símbolos del desarrollo “verde”, o sostenible, que dicen promover.

Pero un estudio reciente, publicado en la revista Global Change Biology, lanzó una alerta sobre los peligros ambientales que se ciernen sobre los países en vías de desarrollo si se apoyan de forma exagerada en el poder hidroeléctrico para cumplir con compromisos internacionales como el Acuerdo de París.

Según el autor del paper, Virgilio Hermoso, estos proyectos pueden amenazar de manera “irreversible” a los ecosistemas de los ríos, así como a las comunidades aledañas si no se establecen los controles necesarios y los gobiernos optan, como hasta ahora, ser flexibles y calificarlos como fuentes de energía sostenibles.

Es el caso de Brasil. Allí, el gobierno se la pasa diciendo que las 428 hidroeléctricas que quieren construir son “pequeñas”, y por ello, son “fuente sustentable de energía verde”. Pero un estudio publicado en noviembre pasado en la revista Science Advances demostró que esos datos no son del todo exactos.

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La polémica central hidroeléctrica de Belo Monte en construcción en el río Xingu (Brasil), un afluente del Amazonas, en el 2015. / Foto: Fábio Nascimento (Greenpeace)

Tras analizar los efectos ambientales de 12 represas y 27 estaciones de flujo, encontró que pequeñas represas como Balbina o Manso son el doble de dañinas que Serra Mesa, un gigante de concreto capaz de producir seis veces más energía que las primeras.

De acuerdo con los investigadores, citados por Hermoso, estás pequeñas represas en la cuenca amazónica afectan mucho más los pulso de inundación, es decir, el ritmo con el que los ríos selváticos crecen y se desbordan sobre llanuras o bosque tropical. Además, los autores tuvieron en cuenta los efectos nocivos que pueden tener los proyectos sobre la migración de los peces, el cambio de la biota cambia o la retención de sedimentos.

“Los ecosistemas de río están entre los más amenazados a nivel mundial y este estatus podría agravarse en el futuro cercano debido a la expansión del sector hidroeléctrico”, escribe Hermoso, quien añade que de acuerdo con una investigación publicada en la revista Science, las 450 nuevas represas planeadas en las cuencas del Amazonas, el Congo y el Mekong podría comprometer la existencia de un tercio de las especies de río a nivel mundial, que se concentran en estas cuencas.

Financiando una catástrofe ambiental

Para Hermoso, es evidente que el crecimiento desmesurado del sector hidroeléctrico en los últimos años está relacionado con la firma del Acuerdo de París, el ambicioso pacto ambiental en el que los firmantes se comprometieron a que al final de este siglo, las temperaturas globales no aumenten más de 2ºC.

Según los datos que recogió, desde 2010 la inversión en el sector hidroeléctrico se multiplicó por seis comparado con las dos décadas anteriores y, además, su estudio recogió datos del 2016 que probaron que las 3.700 presas que se están construyendo actualmente en el mundo están siendo financiadas, en su mayoría, por iniciativas como Río+20, programas de las Naciones Unidas e inversionistas internacionales.

Lo grave, dice, es que precisamente como los gobiernos del mundo han  presentado a las represas como energía “verde”, los estudios disponibles sobre sus impactos son vagos y, por lo tanto, ineficientes a la hora de sentarse a redactar un manual de reglas claro para imponerle a tipo de construcciones.

Además, encontró que la supuesta rentabilidad de las represas también está en entredicho. en sus palabras, “se ha reportado que el 75% de las grades represas han sufrido sobrecostos con un valor de casi el 96% del presupuesto inicial”.

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En 2015 Celsia recibió el visto bueno de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales para sacar adelante el proyecto que pretende generar 352 megavatios-hora de energía con las aguas del Samaná.

Por si fuera poco, los efectos cada vez más acentuados del cambio climático podrían reducir la eficiencia de estas construcciones en el mediano plazo. En 2015, por ejemplo, Colombia estuvo a punto de entrar en un racionamiento de energía porque la represas estaban secas. Tanto las sequías y como las lluvias serían cada vez más extremas y frecuentes con el calentamiento global y las represas no hacen nada para atenuar esos efectos.

“La ausencia de reglas de juego internacionales más fuertes y la falta de coordinación por parte de las distintas convenciones y organizaciones internacionales han creado un alto riesgo de daños sociales, económicos y ambientales por retornos muy bajos”. En últimas, dice Hermoso, se trata de poner reglas de juego clara y de cortar esa dependencia malsana que se viene construyendo desde hace varias décadas de esta fuente de energía.

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