En esta segunda entrega de Turismo del Agua y ecoturismo, las aves y aguas cristalinas del Valle se convierten en los protagonistas de ‘Oiga, mire aves’, una iniciativa ciudadana para conocer la biodiversidad de la que tanto nos hablaron en el colegio.
Por: María Paula Rubiano
Periodista Blog El Río y El Espectador
Fotografías: Cortesía Oiga, mire aves
Todos sabemos que Colombia es el país más biodiverso en cuanto a aves, es decir, que no hay otro lugar en el planeta en donde haya tanta variedad de estos animales. Sabemos que el ave nacional es el cóndor y que las guacamayas que habitan la Amazonia tienen los colores de la bandera. Pero, más allá de los loros en las jaulas de las abuelas y de las palomas que defecan sobre las cabezas de nuestros próceres, ¿cuántas aves hemos visto – y podemos nombrar- quienes vivimos en las ciudades? (Lee también: Las tres versiones del Chocó que no tiene mar)
Alfredo Guevara es un caleño apasionado por las aves desde siempre. No es biólogo ni ornitólogo, pero desde hace casi 20 años las mira por diversión. Desde 2015, el hobby que ejercía solo, o en avistamientos esporádicos con otros aficionados de la ciudad, se convirtió en un plan de asistencia masiva que a la fecha ya acumula 1.800 seguidores en Facebook.
La iniciativa, que comparte con su hija, se llama “Oiga, mire aves”. No son una empresa. No quieren ser una entidad turística, porque su intención no es lucrarse. Lo que quieren es que la gente del común se interese por conocer: no solo a las aves, sino a los lugares donde habitan.

En la primera salida, que hicieron en 2015, aparecieron 23 personas y se fueron al río Lili en zona urbana de Cali. Desde entonces, el número de asistentes no ha parado de crecer y las expediciones para mirar aves llegan cada vez más lejos. Han bajado hasta Cauca, y han recorrido buena parte del Valle buscando los mejores lugares para verlas.
Han encontrado que existe una relación directa entre las aves y el agua: es el caso del río San Cipriano, uno de los ríos que entregan las aguas más limpias al mar en el mundo. O de los ríos Palacé, Pichindé, Meléndez, Pance, Calima.

Por teléfono, Guevara me dijo emocionado que en Anchicayá (Valle) o por los lados del río Blanco, en Caldas, hay afluentes tan limpios que esa zona es considerada una de las mejores a nivel mundial para el avistamiento de aves. “Hasta en Jamundí encontramos una empresa de arrozales que hace agricultura limpia y esto hace que vivan allí cientos de aves acuáticas”.

Algunas especies de aves, como el mirlo acuático, solo existen en fuentes de agua pura. Otras, como el pato de torrentes, solo nada en aguas templadas y frías. “Estos animalitos son en muchas ocasiones indicadores de la calidad del agua”, me explicó.


Para verlos, las 30 o 40 personas se van en caravana de carros particulares, que salen de Cali a las 5 de la madrugada, y, regresan casi siempre, después del almuerzo. Durante toda la mañana recorren trochas y caminos, bordean lagos y ríos, con binoculares o cámaras en mano buscando pájaros.
“Cada mes se programan visitas, ahora hemos organizado un tope de 30 o 40 personas máximo, cuando el sitio lo permite. El costo es el de los guías y del desayuno, que tratamos que nos lo preparen las personas nativas. Cuando nos vamos a quedar hacemos lo mismo con el hospedaje, y ahí el costo sube hasta más o menos los $120.000 por persona”, explicó Guevara.
Un cóndor andino, el ave nacional de Colombia.
La idea es que la mayor cantidad de gente posible se vincule. La idea es, además, inspirar la conformación de grupos en todas las ciudades del país. “Este es el país de las aves y de los guías. Y aunque ambos son maravillosos, como país no conocemos a ninguno”, dice entre risas Alfredo Guevara.



Oiga, mire aves está intenato crear un convenio para llevar binoculares a los colegios de Palmira, para que el avistamiento de aves se convierta en una actividad del currículo escolar. Por qué, le pregunté. “Estamos convencidos de que entre más conozcamos, más protegeremos”, me respondió.


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