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El mariachi que recicla agua lluvia

Valdemar Villamizar diseñó un sistema de recolección de agua lluvia que alcanza para llenar las ocho cisternas de la casa donde vive desde su infancia y que comparte con cinco vecinos.

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Valdemar Villamizar tiene tres tanques de agua en los que puede almacenar hasta 2.000 litros de agua. / Foto: César Rodríguez

thumbnail_franjadejustncblogelrio-03Por: María Paula Rubiano
Periodista Blog El Río y El Espectador

Dos aguaceros fuertes eran suficiente para que Valdemar Villamizar maldijera al cielo. La terraza de su casa, ubicada en el barrio Venecia, en el sur de Bogotá, se volvía una piscina oscura que solo el sol podía secar. Sin embargo, desde hace cinco meses, dos aguaceros fuertes bastan para llenar los tres tanques negros que reposan en esa terraza y que llenan, uno a uno, los ocho sanitarios de la casa esquinera.

Hace cinco meses, las facturas de agua de la casa se volvieron escandalosas. En dos ocasiones, funcionarios del Acueducto de Bogotá fueron a visitarlo, pues sus facturas rozaban el millón de pesos. La respuesta era obvia: además de pequeño apartamento que Valdemar comparte con su hijo de 33 años y sus dos perros, en la esquina pintada de amarillo hay otros dos apartamentos, un salón de belleza, dos restaurantes y una cigarrería.

Valdemar recordó entonces que alguna vez leyó que en el aeropuerto El Dorado se recolectaban todas las aguas lluvias para llenar las cisternas de la terminal aérea. “Yo pensaba: ¿si ellos pudieron, yo por qué no puedo?”, dice. Para armar el sistema de recolección y distribución de agua lluvia usó el mismo método que le sirvió para construir una carrera de 30 años en el sistema bancario y para trazar su trayectoria como mariachi: “metiendo las narices en todas partes y con las únicas herramientas que el hombre necesita: sus ojos, su inteligencia y sus manos”.

En dos meses tuvo lista la sencilla estructura: un techo plástico e inclinado, cuyas canaletas se conectan con tres tanques de almacenamiento, que sumados, pueden retener hasta 2.000 litros de agua. De la base de los tanques se desprenden pequeños tubos blancos que se pegan como enredaderas en las paredes de la casa y bajan hasta las cisternas de sus vecinos y de tres de los cuatro locales del primer piso.

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Villamizar construyó el sistema de recolección de aguas lluvias de manera empírica.

Paradójicamente, en su propio apartamento, el agua llega a las cisternas en baldes azules que él baja desde el techo. “Llevar el agua externamente hasta mi baño implicaría crear un camino de tubería demasiado largo. Por eso, preferí esperar y lo que sigue es romper el techo y por ahí meter la tubería”, dice. Valdemar se sabe de memoria el sistema de alcantarillado y acueducto de la casa, pues él y su padre, un veterano de la guerra de Corea, fueron quienes lo instalaron.

Una casa es como una persona: tiene un sistema respiratorio, circulatorio, uno de desechos. Y yo me llené de barro a los cuatro años cuando está casa no era siquiera un planchón de cemento. Por eso la conozco más que a mí mismo. Yo no podría decirle en qué lugar exacto tengo mis órganos. Pero puedo reconstruir esta casa con mis ojos cerrados”, explica.

Desde que tiene uso de razón ha vivido allí. En su primer piso aprendió a cantar rancheras, inspirado por los sonidos roncos que salían del radio de su mamá, quien cocinaba en el fogón de leña al son de Pedro Infante, Javier Solís y Jorge Negrete. Allí también hizo su debut artístico: a los nueve años le cantó a una quinceañera rubia de ojos azules que vivía en la casa con sus padres.

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Aún conserva su elegante y detallado traje de mariachi con el que entretuvo a diversos clientes durante su tiempo como artista

El segundo piso vio la partida de su madre y de sus tres exesposas. Vio también su ascenso en el Banco del Estado donde empezó “galopando una moto y entregando mandados” y del que se retiró treinta años más tarde con el título de subgerente supernumerario. Vio la llegada, en 1990, de su traje negro de mariachi, que se pone y lo transforma en Waldo Villa Toto. La muerte de su padre, en el 2010, la llegada de dos pequeños perros, Connan y Toby.

Poco después de instalar el sistema de ahorro de aguas lluvias, Valdemar Villamizar recibió a regañadientes una nueva visita del Acueducto de Bogotá. Esta vez le preguntaron por qué se había reducido de forma tan drástica su consumo. Orgulloso, Villamizar llevó hasta el techo al funcionario. Un mes más tarde, el costo de la factura se redujo 40 %. Así se ha mantenido durante los tres meses que lleva operando el sistema. Espera ser un ejemplo para los vecinos. “Si yo pude, ¿por qué usted no?”.

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