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Los retos para la Ciénaga de Ayapel ahora que es Ramsar

Este es el segundo complejo cenagoso más importante de Colombia después de la Ciénaga Grande de Santa Marta, sin embargo, la minería ilegal y una inundación lo pusieron en riesgo inminente. Ayer fue declarado un humedal Ramsar.

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Campesinos en la Ciénaga de Ayapel. / Ministerio de Ambiente.

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Por: Helena Calle
Periodista El Espectador e Infoamazonia

En el marco del día mundial de los Humedales, el Complejo Cenagoso de Ayapel fue declarado el décimo humedal RAMSAR de Colombia. Esto significa que acaba de ganar protección especial internacional, firmada por el 90% de los países de las Naciones Unidas, para el uso sostenible de los cuerpos de agua del mundo.

Una decisión esperada por 500 pescadores, ganadores, mineros, agricultores y finqueros que viven en la Ciénaga, y los 51.000 habitantes del municipio de Ayapel, además de científicos e ingenieros ambientales de la Universidad de Antioquia, que investigan los ecosistemas anfibios de la ciénaga desde 1986. Álvaro Mills, investigador de la Universidad de Antioquia, la Ciénaga es el lugar “a donde los ríos Cauca y San Jorge vienen a descansar”. Cuando las lluvias crecen los ríos, se desbordan, y la Ciénaga crece. De casi 50 kilómetros cuadrados, pasa a medir 190.

whatsapp-image-2018-02-02-at-5-37-07-pm Foto: Ministerio de Ambiente

La razón tras esta declaración Ramsar es, ante todo, la premura por salvar la Ciénaga de Ayapel del deterioro ambiental. Durante los últimos 20 años, este complejo cenagoso ha sufrido los efectos de la minería, el cambio climático y el azar de manera que casi el 80% de su vegetación ya no existe.

Según Nicolás Ordoñez, director de Corpoayapel, una de las instituciones que impulsó la declaración y que ha trabajado en la Ciénaga desde 2003, dos eventos pusieron en peligro las 31 especies de mamíferos (entre ellos manatíes) y las 194 especies de aves, de las cuales 64 son migratorias que viajan desde Estados Unidos y Canadá hacia Suramérica: la minería ilegal y la ruptura de un dique que inundó prolongadamente la Ciénaga de Ayapel.

Durante 1989, el precio del oro se disparó, y muchos campesinos y pescadores se fueron a “miniar”, a sacar minerales por Caucasia hacia Antioquia, usando mercurio como elemento para separar el oro. Según una investigación de la Universidad de Córdoba, la Ciénaga de Ayapel es una de las más contaminadas por el mercurio que se usa para extraer el oro de los ríos San Jorge, San Pedro y Cauca. Los cálculos que hicieron con el cabello de las personas de Ayapel en 2010 determinaron el nivel promedio de mercurio es de 2.18 partes por millón (ppm), cuando el máximo recomendado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos es de 1 ppm.

En 2010, otro evento cambió la vida en la Ciénaga. Se especula mucho sobre el origen de la ruptura del dique que la inundó durante tres largos años. Algunos dicen que los habitantes de Nechí, una población detrás del cañón del río Cauca, socavaron un canal para desbordar el río Cauca porque no querían inundarse en invierno, como les pasa todos los años. Otros dicen que fue un mal trabajo de ingeniería. En todo caso, ese año, la apertura de un pequeño dique para irrigar un arrozal terminó por abrir tres boquetes sobre el río Cauca, y gracias a la inmensa fuerza del caudal y a las lluvias que trajo el fenómeno de la Niña de ese año. Este inusual exceso de agua vino a parar a la Ciénaga de Ayapel, y de un día para otro (en julio, recuerda la gente) se inundó durante tres años, alterando su pulso.

corpoayapel003 / Foto: Andrés Ocampo -Corpoayapel

“Se ahogaron los mangles y los robles que no sobreviven bajo el agua todo ese tiempo, solo los 2 o 3 meses de inundación normales. Vea, el agua llegaba hasta aquí”, dice uno de los pescadores de la ciénaga, tocándose la coronilla. Según cálculos de Corpoayapel, el 80% de la vegetación de la Ciénaga de Ayapel desapareció. Donde hoy hay playones de tierra con algunas garzas blancas posadas, hace 5 años hubo mangles, patos chavarríes, patos rosados y garzas espátulas.

Esta prolongada inundación puso en peligro sobre a todo a las especies de aves y peces. “En los mangles desovan los peces y anidan los pájaros. Como los mangles quedaron debajo del agua, las aves que vivían aquí no tenían dónde pararse, y las migratorias como el collongo o el garzón soldado no podían llegar. Se veían bandadas de a 100, 150, ahora se avistan muy de vez en cuando”, recuerda el ornitólogo Adrián Escobar, de la UdeA.

“Recuerdo a una familia de monos aulladores en un islote que había quedado aislado, pidiendo comida en un desespero. La CVS trajo un cargamento de bananos y los repartió en esas familias, pero la verdad es que la mayoría murieron de hambre en esos islotes”, cuenta el profesor Fabio Vélez, director del grupo Geolimna de la Universidad de Antioquia.

Ante este nuevo panorama, los últimos 5 años han sido de recuperación lenta, y las consecuencias aún no son completamente explicadas. Según Wills, han vuelto a aparecer bocachicos, sábalos y bagres de muchas libras. Algo está mejorando, pero la nueva protección internacional es solo un paso hacia la “Ciénaga que nos soñamos” como juegan a decir los niños presentes en el evento de declaración, a donde llegó el ministro de medio ambiente, Luis Murillo, la WWF, la CVS, los investigadores de la Udea, Corpoayapel y unos 150 niños, niñas y jóvenes de los colegios de Ayapel.

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Después de Ramsar

Una declaratoria de este tipo no implica que se prohíba toda actividad económica o asentamiento humano. Al contrario, el verdadero re> to es cómo hacer de este complejo cenagoso un espacio viable para la vida animal, vegetal y humana.

La particularidad de la Ciénaga de Ayapel es que es un “cuerpo de agua elástico”, en palabras del investigador Jacobo Campuzano, maestrante en ingeniera ambiental de la Universidad de Antioquia, y uno de los investigadores que ha trabajado en la Ciénaga de Ayapel. Es decir que se inunda de marzo a octubre y se seca de noviembre a abril. Por esa razón, las poblaciones son flotantes, se mueven de acuerdo al pulso del agua, de la oferta de alimentos, y de los acuerdos que han pactado para aprovechar estos territorios.

Por ejemplo, en la sequía de las sabanas, los ganadores traen las vacas a pastar en los playones que se forman en el agua. En el invierno, los pescadores buscan los “charcos” en los que los peces se concentran para procurarse el sustento. Pero la minería en cierto modo disolvió estos acuerdos del uso de la tierra, explica Campuzano.

Lo que sigue es determinar, de la mano de pobladores, propietarios y expertos, un nuevo Plan de Manejo Ambiental, digamos, más formal, para determinar los usos de la Ciénaga y los límites de uso. “Si una finca está en tierras altas, de agosto a diciembre, en época de aguas altas, tiene cierta cantidad de tierra, pero en sequía, su finca se amplía. Esto es el caso para casi todos los oficios, ¿dónde termina lo mío, dónde puedo trabajar? Eso es lo que hay determinar para que las personas puedan vivir de la Ciénaga de manera sostenible y en convivencia”.

También han perseguido la minería con más ahínco. Según el director de la CVS, José Fernando Tirado, han capturado 250 infractores, 14 motores y 50 equipos usados para minería. También adelantan programas de educación ambiental y de eliminación del mercurio en procesos de minería.

Las consecuencias de la minería, el cambio climático y la ruptura del dique no tienen porqué ser definitivas, aún no. Según el profesor Vélez, el ecosistema de manglares que la inundación arrasó podría tomarse unos 30 años en rehabilitarse. “Para eso habría que hacer un acuerdo con los ganaderos, por ejemplo. Aunque la ganadería trashumante es una práctica centenaria, el peso de las vacas compactan la tierra y no dejan que rebrote el mangle, o se comen lo poco que hay. Habría que frenar la práctica, aunque sea por un tiempo, para que se recupere la ciénaga”.

corpoayapel004 Foto: Andrés Romero -Corpoayapel

Otros quieren ocuparse de que las nuevas generaciones entiendan la importancia de la Ciénaga. Ángel Urrutia, uno de los profesores de El Cedro, un municipio minero aledaño a la Ciénaga, quiere implementar una clase sobre mangle dulce para que los niños de primaria y bachillerato entiendan la importancia biológica del mangle para los ecosistemas acuáticos.

“En Venezuela le llaman “palo de agua”, en el Amazonas, “manglares”, aquí le llaman mangle o mangle dulce. Pero como sea que le llamen, las investigaciones científicas sobre mangles aún son muy pocas”. Los niños podrían ser los perfectos “reforestadores” de los playones cenagueros, por eso le pide ayuda a la Universidad de Antioquia para llevar a cabo más investigación, plantación de especies nativas, y clases sobre mangles en los colegios.

“Al colegio han ido los de la CVS, los de Omacha, Corpoayapel a hacer proyectos. A mi grupo le tocó uno de reforestación que se llamó disque “Sembradores de vida”, ahí plantamos mangle y mango de puerco (palo de mango)”, cuenta Alexandra Lambraña, estudiante de 10° del colegio Marco Fidel, en Ayapel. Por su parte, Corpoayapel quiere implementar un plan de rehabilitación para plantar 1 millón de árboles, custodiados por las personas que viven en la Ciénaga.

En todo caso, ahora el futuro de la Ciénaga de Ayapel, el nuevo humedal Ramsar de Colombia, depende de la gente que la cuide. El profesor Wills lo resume bien: “Que haya elementos que los amarren a crear sociedad, a no irse a buscar mejor vida a Bogotá o a Medellín, sino que la mejor vida esté aquí”.

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