Un muro que recolecta lluvia en botellas plásticas es el invento que la familia Alba Torres ha construido con los estudiantes de 30 colegios de Bogotá.
La familia Alba Torres, los creadores de Ekomuro, el proyecto que vienen replicando diferentes países. / Cristian Garavito – El Espectador
Por: María Paula Rubiano
Periodista Blog El Río y El Espectador
Casi podría decirse que el trofeo es modesto. La caja de madera oscura que Ricardo Alba mantiene al lado de su escritorio podría pasar por un recuerdo de algún evento importante. Tal vez una graduación, tal vez la muerte de una mascota. Podría ser modesto si cada mirada que le dirige su dueño no estuviera llena de orgullo y si no estuviera seguida del relato que lo llevó a ganarlo.
Al preguntarle por el Ekomuro, ese sistema interconectado de botellas plásticas que almacenan agua lluvia, Ricardo cuenta que ese invento, y no el de nadie más, fue premiado por el Foro Mundial de Agua como la idea más innovadora del 2015 para el aprovechamiento de los recursos naturales. Ganaron, y como para convencerse, mira de nuevo el trofeo.
A veces Ricado Alba está tan concentrado hablando de ese premio que no menciona por qué el Ekomuro H2O+ le ganó a otros nueve proyectos del mundo. Se le olvida decir que nunca antes alguien había usado de forma tan eficiente las botellas PET, que contaminan los océanos del mundo.
Que a nadie se le había ocurrido un mecanismo tan sencillo para llevar el agua que cae sobre los tejados hasta un grifo cercano al suelo, para llenar cisternas, fregar pisos e incluso, regar plantas. Que era tan simple que las comunidades más vulnerables del mundo podrían construirlo sin invertir un solo peso.
El premio del Foro Mundial del Agua los volvió una especie de celebridades de la innovación y la ecología. No fue su primer reconocimiento, ni tampoco fue el último (de hecho, en abril de este año se ganaron el tercer lugar en el Premio Planeta Azul, que otorga el Banco de Occidente a las mejores ideas para conservar el agua del país). Pero fue el que llevó el Ekomuro hasta Honduras, Guatemala, Brasil. Si todo sale bien, el proyecto va para África. “Vea, yo me he encontrado hasta páginas en ruso explicando cómo hacer un ekomuro, con dibujos e instrucciones paso por paso”, asegura Ricardo Alba.
Pero a ese éxito -al trofeo de madera oscura, a los blogs de ecología, al título de personaje sorprendente de 2015 de la Revista Credencial– llegó, como pasa a menudo, buscando otra cosa.
De la energía solar al agua de la lluvia
Ricardo Alba miraba embelesado al ciclista de juguete que pedaleaba sin pilas. Pedaleaba sin sudar ante los estudiantes de tercer semestre de Arquitectura. Lo que más impresionó a Alba fue que las piernas del ciclista de plástico se movieran, sin frenar ni un segundo, impulsadas únicamente con los rayos del sol que entraba por la ventana del salón de la Universidad Nacional.
“Yo solo pensaba ¿cómo así que en todas las casas no tenemos esto? ¿cómo es posible que teniendo toda esa energía, la gente no tenga un calentador solar en su casa?”, dice. Desde entonces, la energía solar se convirtió, en sus propia palabras, en su caballito de batalla.
El Ekomuro nació cuando, en 2008, estaba trabajando con su hijo Ricardo en un calentador solar hecho de materiales reciclados para presentarlo en el colegio, el Nicolás de Federman. Ya para entonces, sus calentadores hechos de cartón plast estaban instalados en 15 viviendas de la localidad de Puente Aranda, en Bogotá. “Quisimos complementar el proyecto de calentamiento de agua. Y se nos ocurrió que en lugar de almacenar el agua en un tanque, lo podíamos hacer en botellas plásticas recicladas. Esas botellas sirvieron para más adelante hacer el ekomuro”, cuenta.

Lo sencillo y obvio de la estructura es lo que hace innovadora. Cada módulo está hecho de 54 botellas de gaseosa de 2,5 o 3 litros, unidas entre sí por las tapas, que son perforadas y adheridas con calor. El agua entra al sistema a través de las canaletas en los techos. Las primeras botellas en llenarse son las de la base de PVC. Para aprovechar el agua, a una de las botellas se le instala un grifo. Cada ekomuro guardan hasta 162 litros de agua lluvia. Pero, al ocupar un pequeño espacio, un colegio puede instalar cinco, seis o los Ekomuros que necesite.
El primer muro se instaló en 2009 en el colegio donde Nancy Torres, la esposa de Ricardo, da clases de ciencias naturales. Cuenta Ricardo Alba que “la idea es que sean los chicos los que construyan: se consiguen los materiales reciclados en las casa y el colegio, luego se hace un taller en el que se explica cómo se construye. Ahí ellos ven temas de las clases de física, de química, de matemáticas”.
Ekomuros en el colegio distrital Luis Vargas Tejada. Foto: Óscar Pérez – El Espectador
Desde entonces, han sido 30 los colegios de la capital que han construido e instalado Ekomuros. A la familia le gusta hablar sobre lo emocionante que es compartir ocn los estudiantes cada paso del proceso. En 2011, el proyecto recibió su primer premio: postulado por la Secretaría de Educación, los colegios que lo habían instalado se ganaron el Premio de la Cultura del Agua de ese año.
A partir de entonces, la lista de premios del Ekomuro siguió llenándose año a año: en 2012, fue finalista en la categoría 17-18 años de la Feria de Ciencias de Google 2012, y nominado al premio Sciencie in Action de la revista académica Scientific American. En 2013 fueron ganadores del Eco-reto de Pepsi-Cola a la innovación ambiental. Con los US$5.000 del premio, llevaron 15 Ekomuros a la ladera más alta de Cazucá, un barrio de Soacha donde el agua llega con la lluvia o cada dos meses a través de una manguera. Ese proyecto los hizo acreedores, en 2014, de la candidatura al premio “El agua fuente de vida”, de la ONU Hábitat en Dubai.
El proyecto llegó hasta Cazucá, en Soacha. Foto: Ekomuros/ Ricardo Alba
Y llegó el 2015 y con él, el premio del Foro Mundial del Agua, las notas de prensa – «Familia colombiana gana importante premio de ecología»-, las llamadas y correos electrónicos de gente interesada en replicar su modelo. El primer correo llegó de Honduras.
Allí, la Universidad Nacional Autónoma de ese país lo replicó en el colegio de la colonia (léase: barrio de invasión) Fuerzas Unidas, como parte de un proyecto para la mitigación del cambio climático, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Después de Honduras, Ricardo Alba y su familia perdieron la cuenta de cuantas personas y desde dónde los han contactado.

Alba cuenta que él comparte su invento con quien quiera mejorar la vida de la comunidades alrededor del mundo. “Esto es para todo el mundo”, dice. Pero confiesa que cuando lo usan para lucrarse, o para presentarse a premios sin siquiera citarlo, “duele”. Sin embargo, para él “es genial que esté en todas partes”.

El último correo se lo envió Martin Vincent, científico de Waterspoutt, un proyecto de la Comunidad Europea que ha potabilizado agua para 5 millones de africanos usando únicamente botellas plásticas llenas de agua y la radiación del sol. Alba enseña el correo en el que Vincent le pide enseñarles a acoplar las botellas. Sueña con un Ekomuro tostándose bajo el sol africano. Y mientras abre los ojos y habla sonriendo sobre esos rincones insospechados, Ricardo Alba olvida mirar el trofeo de madera que corona su estudio.
El nuevo proyecto de Ricardo Alba es la ekoducha: un sistema que puede recolectar hasta 40 litros de agua gris de la ducha para reutilizarla en cisternas. Foto: Cristian Garavito -El Espectador
Igual que el ekomuro, la ekoducha está construida con materiales reciclados. Si bien sigue siendo un prototipo, los Alba confían en que la ekoducha será tan revolucionaria como su predecesor. / Foto: Cristian Garavito- El Espectador