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El museo del río Magdalena, una apuesta por el conocimiento

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Por: Tatiana Pardo

Periodista del blog El Río y El Espectador 

Pequeño, acogedor y sencillo; así es el Museo Nacional del Río Magdalena, ubicado en Honda, Tolima en lo que alguna vez, en el siglo XVII, fueron las bodegas del rey donde se despachaban y guardaban las mercancías.

El museo tiene dos salas rectangulares que se conectan e interactúan entre sí. Una de ellas resalta el papel del río, los tipos de pesca artesanal que existen, la fauna y flora característica de la región,  las canoas llenas de historias y las leyendas, pintadas en tinta china sobre las paredes blancas, que han marcado la historias de los pueblos.

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En la otra sala, el buque es el protagonista. El visitante hace un recorrido por la atmosfera de un vapor del siglo XX que carga consigo la historia y las distintas modalidades que fueron empleadas en la navegación- la balsa, el champán, los vapores, remolcadores, la chalupa de pasajeros – así como los elementos propios de un barco y los rostros de la tripulación.

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La navegación a vapor:

“La llegada de los buques a vapor en 1824, transformó el transporte, comercio y navegación por el río Magdalena. Podían movilizar alrededor de 300 toneladas y navegar a una velocidad 12 veces mayor que la de los champanes.

Los buques eran propulsados por una caldera de vapor que hacía mover una rueda de paletas generalmente ubicada en la popa. El primer buque que navegó por el Magdalena se llamó Fidelidad, le siguieron Santander, el Gran Bolivar, El Libertador, entre muchos otros. Dichas embarcaciones tuvieron muchas dificultades para adaptarse a las condiciones de navegabilidad del río, pues eran muy pesadas por lo que muchas encallaron y tuvieron que salir del río.

A partir de 1839, los buques a vapor empezaron a navegar en una actividad comercial sin descanso. Las exportaciones transportadas en estos vapores pasaron de 800 toneladas a principios del siglo XIX a más de 15 mil toneladas un siglo después. A mediados del siglo XX, en 1956,  los vapores transportaron más de 2 millones de toneladas y 350 mil pasajeros que luego fueron reemplazados por las carreteras.

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El curador:

El curador de este proyecto es Germán Ferro, antropólogo y bogotano, enamorado del río desde que tiene memoria, desde aquella época en que su padre, un ingeniero, lo llevaba a ver la infraestructura del puente de Girardót, Cundinamarca, para contemplar las aguas del Magdalena.

Para Ferro el río es el eje que teje y conecta a todo el país por lo que este museo, más que mostrar objetos antiguos o lujosos,  pretende convertirse en un centro de aprendizaje e investigación desde lo local.

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Fueron dos años de investigación para construir el guión museográfico y un mes más para hacer todo el montaje. Sin embargo, el edificio fue restaurado durante un año para organizar los temas de iluminación, baños, salas, ventilación, alarmas, pisos y demás.

“El museo tiene una tarea pedagógica de generar, a través de la emoción, un aprendizaje y reflexión sobre el río. También tiene un impacto político, en un momento coyuntural, que restablece el vínculo y conecta las regiones del país”, explica Ferro. “Hay que cambiar esa idea de que las tierras calientes son sólo para paseo de piscina, vacaciones, chingue y chancletas porque en realidad tiene un valor importante en la construcción de país”.

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El protagonista:

El río Magdalena es territorio y cultura en movimiento, patrimonio vivo de pescadores y ribereños asentados a los largo de 1.540 kilómetros, desde las tierras altas de los Andes en el Macizo Colombiano hasta las tierras bajas y cálidas del Caribe.

Amenazado por la sedimentación, prácticas extractivas, malas prácticas de pesca, la construcción de nuevas represas e hidroeléctricas, asentamientos humanos e industrias, fenómenos de cambio climático, entre muchos otros factores que lo impactan negativamente.

Pese a esto, sigue siendo la principal arteria fluvial del país, el enorme río que hoy le abre las puertas a turistas, locales e investigadores en Honda, Tolima, para disfrutar de su encanto.

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