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Estos son los habitantes de calle que ayudaron a limpiar el río Bogotá

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Algunos de los participantes tienen estudios técnicos y universitarios, fueron víctimas de violencia intrafamiliar y violencia sexual durante su infancia, y llegaron a las calles principalmente por el consumo de alcohol, marihuana y basuco. Luego de terminado el proyecto, casi todos decidieron retomar los sueños que años atrás habían dejado.

Tatiana Pardo

Periodista El Espectador- blog El Río

Después de cuatro meses de intenso trabajo, 103 habitantes de calle lograron hacer algo a lo que pocos ciudadanos se atreverían: limpiar, desyerbar,  podar y recolectar los residuos sólidos de algunos canales bogotanos asediados por la contaminación.

Con sus manos y con el apoyo de la Fundación Niños de los Andes, quien se encargó de brindar el acompañamiento psicosocial, hombres y mujeres recogieron 1.033 metros cúbicos de basura, al tiempo que lograron abandonar el consumo de sustancias psicoactivas y reintegrarse a la vida civil.

En total se intervinieron tres canales: Fucha, Comuneros y Arzobispos dejando como resultado 18 kilómetros lineales totalmente limpios. Pero su tarea, que también incluyó un componente artístico (hicieron murales y esculturas con materiales reciclables) y otro de comunicación (fueron a colegios y empresas a exponer la iniciativa), permitió que estos habitantes tuvieran otra oportunidad para escribir un nuevo capítulo en sus vidas.

“Lo más importante de todo”, dice Alexander Quinche, psicólogo de la Fundación Niños de los Andes, “es que ellos también pudieron hablar con sus ex compañeros de cambuche. Así que era muy común verlos conversar con sus ‘parceros de caño’, con los que  consumían drogas, para que se dieran otra oportunidad, “si yo puedo, usted también puede” se decían”.

A la par que recibían formación técnica sobre jardinería, reciclaje y sobre la importancia de cuidar los cuerpos de agua, también recibieron un acompañamiento psicosocial basado en la metodología Ser, creada por el líder social, Jaime Jaramillo, también creador de la Fundación.

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En alianza con el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (IDIGER) y la Secretaría Distrital de Integración Social (SDIS); la Fundación Niños de los Andes  ayudó a que los habitantes organizaran un proyecto de vida e identificaran cuáles eran sus principales cualidades y talentos.

Lo que encontraron fue inspirador. La mayoría de ellos sueña con poder reencontrarse con su familia pese a haber sido, en algún momento, víctimas de violencia intrafamiliar y sexual, expulsados de sus hogares o discriminados por algún pariente cercano. Otros, en cambio, sentían verguenza de su actual condición por lo que  decidieron alejarse de ella y nunca contactarlos.

También sueñan con tener un negocio propio, una casa, terminar los estudios que habían dejado inconclusos, viajar, tener carro o regresar a su ciudad de origen pues no todos  son de Bogotá.

Gracias a un equipo de profesionales, de aproximadamente 15 personas, conformado por psicólogos, trabajadores sociales, promotores y artistas; pudieron trabajar en el control de pensamientos, especialmente aquellos que les generaban ansiedad y dolor y que, por consiguiente, los hacía propensos a tener una recaída y regresar a los canales.

Los ex habitantes de calle tuvieron clases de meditación, yoga, respiración, estiramiento y otros talleres sobre la importancia de soñar y, sobretodo, perdonar. Sin embargo, no todos pudieron concluir este proceso pues de los 103 que iniciaron, 12 se retiraron al volver a consumir sustancias psicoactivas y regresar a las calles.

“Detrás de la limpieza del río está lo más importante que es la limpieza personal y familiar de cada una de las personas que participaron en este proceso”, dice Quinche. “Aprendieron a perdonar y valorarse como seres humanos. Ahora pueden continuar y escribir una nueva historia”.

Finalmente, como todo trabajo bien hecho debe ser recompensado, las personas que terminaron completamente el proyecto tuvieron una paga económica que no se les entregó drectamente a ellos, sino que se destinó para sus proyectos y sueños. De esta manera empezaron su negocio de leggins, venta de dulces, jugos, crepes y un taller de publicidad. Otros decidieron ahorrar el dinero para vivienda, comprar ropa que necesitaban, mercados para llevar a su familia, invertir en un  tratamiento odontológico y viajar a Santa Marta para conocer por primera vez el mar.

Luego de terminado este  trabajo, Quinche asegura que “la mejor metodología está basada en el amor. Ellos sólo necesitan afecto y dejar de ser juzgados, rechazados y discriminados porque eso es lo único que han recibido durante años. Muchos  se fueron de sus casas por esa falsa idea de libertad pero luego se encontraron con episodios que los marcaron y afectaron hasta el día de hoy”.

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Y si le gustaría conocer más del trabajo que hace la Fundación Niños de los Andes puede revisar la página web. 

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