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Barbacoas: la ciénaga que se rehúsa a morir

A pesar de que alguna vez Barbacoas fue la ciénaga de “subienda perpetua”, ahora sufre una gran degradación. Hoy va a ser declarada área protegida. Así, las autoridades esperan recuperar parte de su riqueza.

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Según estudios adelantados en la zona, en la ciénaga existen cerca de 200 especies de fauna y flora. / Foto: Corantioquia

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Por: María Paula Rubiano
Periodista Blog El Río y El Espectador
Fotografías: Cortesía Corantioquia

Toca llegar por río. Toca llegar hasta Puerto Berrio, a orillas del Magdalena, y en una lancha de motor andar durante dos horas por el cauce del Magdalena hasta ir entrando en un caño que más adelante se revienta en una llanura repleta de bosque, buchón y búfalos: allá, en jurisdicción del municipio de Yondó (Antioquia), queda la ciénaga de Barbacoas, una de las llanuras inundables más importantes del Magdalena. Una que, además, ha sufrido durante años tantas presiones que está a punto de asfixiarse.

Para salvarla, Corantioquia y la Gobernación de Antioquia decidieron declarar 32.072 de sus hectáreas como distrito regional de manejo integrado (DRMI), lo cual, según explica Juanita González, experta en cambio climático de The Nature Conservancy (TNC), en palabras simples corresponde a “un área protegida con unas áreas específicas de conservación, otras de manejo especial donde se pueden tener actividades productivas sostenibles y otras de restauración y recuperación”.

La idea de este tipo de manejo surgió de la estrecha relación que tiene la ciénaga con sus pobladores, agrupados en un caserío llamados Bocas de Barbacoas, un puñado de 72 viviendas en las que viven 105 familias, según los datos que tiene Corantioquia. Los habitantes del poblado son en su totalidad pescadores que llegaron al humedal entre los años sesenta y setenta, siguiendo el mito que rodeaba a la llanura de que era un lugar de “subienda constante”.

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Antes, el horizonte de la ciénaga era un enorme bosque frondoso. Por la deforestación, ya no es el mismo.

En ese entonces, los bosques alrededor de las aguas de la ciénaga estaban atestados de marimondas saltando de rama en rama, paujiles de pico azul caminando entre los troncos deformes de los cominos crespos y los altos y estilizados abarcos. Sus dos espejos de agua estaban desbordados por manatíes, tortugas del Magdalena, bagres rayados y especialmente por ese pececito alargado y color plata que casi siempre está en los platos de los pueblos ribereños del Magdalena: el bocachico.

La ciénaga de Barbacoas es, como todas las ciénagas, una “salacuna” del bocachico: es decir, hasta allá nadan las madres para dejar los huevos que más tarde se convierten en pequeños alevinos, que al crecer desandan el camino para regresar al río y alimentar a pescadores y sus familias. “Necesitan esas áreas para cumplir su ciclo reproductivo. Si esto deja de pasar, sus poblaciones se disminuirían significativamente”, señala Gonzalez. Como en muchos otros lugares del país, esa riqueza atrajo a tanta gente que la ciénaga ya no aguanta más.

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Los campesinos que dependen de la ciénaga se dedican especialmente a la pesca con atarraya. En el casería no hay acueducto, luz eléctrica, radio ni televisión.

Primero llegaron los ganaderos, que talaron buena parte de los bosques y ahora tienen 26 fincas de búfalos y vacas. Al mismo tiempo, los poblados a orillas del Magdalena iban creciendo, y sus residuos orgánicos dispararon el crecimiento del buchón, una planta invasora. Luego, con el rumor de la subienda constante, más y más pescadores se metieron en sus aguas, y en las mejores épocas del pescado llega a haber hasta 300 lanchas de motor sacando pescado a Santander y Medellín.

Por eso, desde 2013, Corantioquia se alió con organismos como The Nature Conservancy, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), la Fundación Mario Santo Domingo (FMSD) y la Fundación Biodiversa, para detener la destrucción de la ciénaga. A la fecha, la entidad ha invertido poco más de $900 millones en su recuperación.

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Los trabajos se apoyan además en el trabajo que realiza el Aula Flotante, una lancha móvil de Corantioquia que fomenta la educación ambiental en la zona.

Una parte se fue para que 25 pescadores de Bocas de Barbacoas recorrieran en sus pangas las aguas y sacaran el buchón, lo picaran, lo secaran al sol y luego lo convirtieran en abono para sus huertas. Otra se destinó a la compra y de semillas y plántulas para resembrar en los bordes de los caños que alimentan los espejos de agua. Además convencieron a algunos ganaderos de implementar sistemas silvopastoriles en 27 hectáreas. Hace siete meses, Corantioquia y la comunidad liberaron 183.00 alevinos en las aguas.

La última de las iniciativas fue declarar la ciénaga distrito regional de manejo integrado. Así, ya son 201.222 hectáreas protegidas en la jurisdicción de Corantioquia. La idea es seguir trabajando para que el ecosistema se recupere y para que, mientras tanto, las comunidades que dependen de él puedan hacerlo sin destruirlo.

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En su jurisdicción, Corantioquia maneja nueve distritos de manejo integrado, DMI; tres Reservas Forestales Protectoras Regionales, RFPR y un Parque Natural Regional, PNR.

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