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Bahía de Buenaventura: ¿ahogada en mercurio?

Investigación de la Universidad Nacional Sede Palmira confirmó concentraciones de mercurio más altas de lo permitido en 34 de 65 especies que son la base de la alimentación de las familias porteñas. Acciones de control son insuficientes.

Se capturaron los ejemplares en las faenas de pesca de camaroneros de la región.

Por: María Paula Rubiano
Periodista El Espectador – Blog El Río
Fotos: Alejandra Valencia – UN Medios

El ñato es, como dice su nombre, un pescado con la cabeza plana que hace parte de la dieta diaria de los pescadores artesanales de la bahía de Buenaventura (Valle). Jaime Albornoz Rivas, director de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap) regional Cali, dice que “bonaverense que se respete come ñato una o dos veces por semana”. El problema es que, de acuerdo con una investigación realizada por científicos de la Universidad Nacional Sede Palmira, esta especie, junto a otras 33, supera las concentraciones de mercurio permitidas por las normas internacionales.

El grupo de investigación Ecología y Contaminación Acuática evaluó 1.285 peces de 65 especies y encontró que en 540 ejemplares (42 %), pertenecientes a 34 especies distintas, las concentraciones de este metal pesado superaron los 0,2 microgramos por gramo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es más: en la especie cajero (Larimus argenteus) se dieron cuenta de que las concentraciones superaron los 0,5 microgramos por gramo, una cantidad que implica un riesgo para cualquier persona, según la OMS.

“Más de la mitad de las especies están por encima de 0,2 microgramos por gramo y un porcentaje menor, un 20 %, está por encima del 0,5 de personas con consumo no regular”, cuenta Guillermo Duque, director del grupo de investigación. La peor parte es que esta no es la primera alerta respecto al problema del mercurio en la bahía. De hecho, su primer campanazo se oyó hace casi una década.

Los ejemplares se midieron y pesaron para clasificarlos entre juveniles y adultos, y para evaluar su estado de salud. El siguiente paso consistió en retirarles la piel y extraer el músculo con cuchillos no metálicos (para evitar contaminar las muestras), informó el periódico de la Unal.

En 2009, el grupo de investigación realizó la primera investigación en la zona. En ese entonces evaluaron las concentraciones en las especies lisa (Mugil cephalus), loca (Stellifer fuerthii) y canchimala (Cathorops multiradiatus). “Vimos que teníamos unas anormalidades nucleares que podrían relacionarse con el mercurio”, cuenta Duque.

Con esa pista, en 2014 midieron las concentraciones de mercurio en las plumas de los pelícanos de la bahía. ¿Por qué? El investigador explica que los pelícanos —como los humanos— se encuentran en la cima de la cadena alimenticia, en donde el mercurio se mueve como una pirámide invertida.

“El mercurio se acumula con el tiempo. Usualmente, los peces u organismos herbívoros con vida corta no alcanzan a acumular unos niveles muy altos del metal. Sin embargo, los peces de arriba en la pirámide comen y comen y comen y, en consecuencia, acumulan”. Las especies que se comen a esos peces, como los humanos o los pelícanos, son las que más mercurio tendrían en sus organismos.

“Trabajamos con pescadores que utilizan redes de arrastre porque este método, a diferencia de la pesca por anzuelos, no resulta selectivo con respecto a los individuos que se obtienen”, explicó el candidato a doctor en Ciencias Andrés Esteban Molina.

Las plumas de las aves tenían, una vez más, altas concentraciones del metal. Tres años después, con recursos conseguidos con las uñas, evaluaron 17 especies más de peces. De nuevo se encontraron con animales llenos del metal pesado. En algunas jaibas de la bahía vieron concentraciones superiores a los 0,75 microgramos por gramo. El nuevo estudio amplía aún más el panorama.

Sin embargo, la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) se rehúsa a reconocer la validez de los estudios. La CVC le dijo a este medio que sus propios estudios, realizados semestral y anualmente, no han encontrado concentraciones preocupantes de metales pesados en sedimentos y mercurio en organismos.

Los investigadores obtuvieron los peces estudiados en lugares representativos entre las desembocaduras de ríos como el Dagua y el Anchicayá, y en el mar.

María Cristina Lesmes, secretaria de Salud de la Gobernación del Valle del Cauca, respalda esta postura: “Sabemos que tenemos que actuar (…) pero todavía no tenemos nada que nos compruebe esas afectaciones. Es posible que, como estas se dan a largo plazo, aún no sean evidentes”.

Duque cree que los datos de la CVC difieren de los suyos, porque si bien “ellos hacen monitoreos en el sedimento, no miden qué tan disponible está para los organismos”. Además, el investigador sospecha que miden los peces herbívoros que, por su nivel en la cadena trófica, no tienen tanto mercurio como los carnívoros. “Por ejemplo, las sardinas no tienen tanto mercurio, sin embargo, en otros individuos, como el cajero, es otro cuento”.

Si bien la CVC asegura que en 2009 pidieron los datos de la investigación de la Nacional y no recibieron respuesta, El Espectador pudo confirmar con la universidad que dicha solicitud sí fue respondida.

En todo caso, la falta de colaboración entre instituciones no ha permitido que se tomen medidas concretas para detener la contaminación, ni entender cómo se comporta el mercurio por fuera de la bahía. Aunque lo han intentado, la soledad no ha permitido que, por ejemplo, los científicos de la Nacional midan con certeza cuáles son las fuentes del mercurio de la bahía, ni saber cuán altas son las concentraciones de los peces más adentro en el mar, donde se realiza la pesca comercial que se lleva al interior del país.

“Hay que aceptar que hay mercurio en los ecosistemas acuáticos de todo el país. El mercurio se va acumulando y estará allí por décadas. Toca aceptarlo. Toca ir más allá y empezar a hacer estudios de salud pública. En nuestra región no hemos empezado esto. En lugar de esconderlo, necesitamos entenderlo”, concluye el investigador.

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