Todavía no conocemos mucho acerca de los sonidos que hacen los peces. Una investigación arroja pistas sobre una de las especies más emblemáticas del río Magdalena: el bocachico. Si el macho no canta cuando está listo para reproducirse, las hembras no sueltan sus huevos y no hay descendencia. Conocer el llamado y los puntos de reproducción ayudaría a conservar la especie. 

Conocer que los bocachicos “cantan” en el momento de la reproducción también permite identificar y mapear las zonas clave de desove para ayudar a conservar la especie. / Foto: Gustavo Torrijos

Por: Daniela Quintero Díaz (@DanielaQuinterd / @BlogElRio)

Mi sobrino, de dos años, lleva los últimos meses aprendiéndose los nombres de una decena de animales. En su libro favorito, además de señalarlos, imita el sonido que hace cada uno luego de decir cómo se llaman; excepto cuando aparecen los peces. A esos solo los nombra.

Hasta hace unos días yo tampoco relacionaba los peces con algún sonido. Lo más cercano era, tal vez, el ruido que hacen las burbujas al salir de su boca en los dibujos animados. Lo común, seguro, es pensar que son animales mudos, que no emiten algún sonido en particular. Sin embargo, en una videollamada con una científica que lleva años trabajando con peces y pescadores en el río Magdalena, escuché por primera vez a un bocachico “cantar”.

El bocachico, Prochilodus magdalenae, es una de las especies icónicas de la cuenca del río Magdalena. / Cortesía Jorge García – TNC

Como en muchos animales, la comunicación por medio del sonido también tiene un papel fundamental en algunos peces: ayuda a defender territorios, advierte de amenazas o depredadores, o llama la atención de una posible pareja. Pese a que no tienen orejas, estos animales sí tienen un oído medio e interno que les permite comunicarse entre sí. De hecho, se estima que un tercio del total de especies de peces en el mundo tiene la capacidad de emitir algún tipo de señal acústica (como gruñidos, ronquidos o golpes). Pero en Colombia es muy poco lo que se ha estudiado sobre el tema.

Silvia López, doctora en Biología de la Universidad de Antioquia y experta en conservación y gestión de pesquerías de agua dulce, es una de las pocas personas en el país que ha decidido investigar sobre la hidroacústica en peces de río. “Desde hace décadas el conocimiento tradicional de los pescadores artesanales en Colombia ha reconocido la existencia de los cantos de peces en las cuencas más importantes del país. Los pescadores del Magdalena, por ejemplo, han notado el llamado de los bocachicos y otros peces migratorios, pero nunca nos habíamos puesto a estudiarlos y caracterizarlos”, explica.

Por eso, junto a Sebastián Muñoz, estudiante de la U. de Antioquia, el Grupo de Ictiología de la misma universidad, y la ONG The Nature Conservancy (TNC) se pusieron en la tarea de recorrer varios puntos de la macrocuenca Magdalena-Cauca (sectores del río Sinú y Nechí, Puerto Berrío, Puerto Triunfo, Caucasia, Montería y Barrancabermeja) siguiendo el canto de los bocachicos. Con ayuda de un hidrófono —micrófono acuático que nos permite escuchar mucho mejor bajo el agua— analizaron y describieron el canto del bocachico. Su frecuencia, intensidad, periodicidad, etc.

El llamado de los bocachicos es grabado por medio de un hidrófono. / Foto: Cortesía Silvia López Casas.

Uno de los hallazgos más fascinantes de su investigación, publicada en la edición más reciente de la revista científica Biota Colombiana, fue identificar que el canto de los bocachicos (machos) era una señal de alerta que avisaba a las hembras que estaban listos para reproducirse. “Evidenciamos que los sonidos hacen parte del cortejo y que es necesario que haya canto para que las hembras expulsen los huevos al tiempo que los machos liberan sus espermatozoides en el agua. Es tan fundamental que si no hay sonidos, no hay desove; y, por tanto, no se dará una fertilización exitosa en el agua”, explica la bióloga.

Huevos de bocachico fecundados. / Foto: Cortesía Silvia López Casas

Este hallazgo tiene grandes implicaciones también para la conservación de la especie. Aunque el bocachico es uno de los peces icónicos del Magdalena, y la principal especie de las pesquerías continentales en Colombia (no hay caseta a orillas de río en la que no lo ofrezcan para el consumo de locales y visitantes), sus capturas han bajado drásticamente en los últimos años. ¿Los motivos? Principalmente, presiones del hombre como la contaminación del agua, la desarticulación del río con las ciénagas (lugares clave para el desarrollo de estos peces), la presencia de hidroeléctricas, la contaminación sonora, la pesca con artes y herramientas prohibidas y la sedimentación.

Saber que los bocachicos “cantan” en el momento de la reproducción es, entonces, una señal muy importante para identificar y mapear las áreas clave de desove. “Si conoces los momentos y lugares donde ocurre la reproducción, puedes optimizarla, evitando que haya cierto tipo de prácticas en esas zonas durante los períodos reproductivos”, explica la experta. “Podrían aplicarse medidas como la restricción del uso de motores en esas zonas durante las épocas de reproducción (para que el ruido no interrumpa el cortejo y puedan escucharse); o trabajar de la mano con los pescadores, para permitir que se reproduzcan y no se pesque en esos lugares durante esos días. También evitar el vertimiento de residuos contaminantes en esas áreas del río, etc.”.

Hacerlo, asegura, no solo garantiza que el río pueda cumplir con su función de “incubadora” y lleve a los embriones flotando hasta las ciénagas para que reinicie el ciclo de vida, sino que también trae beneficios para los restaurantes, bolsillos, economías y familias de la cuenca. “Especies como el bocachico aportan hasta el 93 % de las capturas de los pescadores durante la subienda, son los que sostienen y dinamizan la economía de estos pueblos”, concluye López.

Especies como el bocachico aportan hasta el 93 % de las capturas de los pescadores durante la subienda. / Cortesía Elegua Producciones- TNC Colombia

¿Cómo cantan los bocachicos?

Los peces tienen una especie de bolsa de aire, conocida como vejiga natatoria, que les ayuda a subir y a bajar en el agua. En los bocachicos machos, esa vejiga está acoplada a unos músculos que se pueden contraer y relajar rápidamente, moviendo el aire que hay en la cavidad y produciendo el sonido (ronquido). “Su cuerpo se convierte como en una caja de resonancia. Al mover el aire, todo el cuerpo del pez vibra”, explica López.

Aunque la hidroacústica ha ganado terreno los últimos años en el mundo, la mayoría de los estudios se han hecho en animales acuáticos marinos, como delfines, ballenas o peces de arrecife. “Nadie les ha parado bolas a los peces de río”, asegura la bióloga.

De hecho, en los últimos 20 años en Colombia, solo se ha realizado una investigación de bioacústica en peces. Sin embargo, insiste López, la hidroacústica puede ser una ventana muy importante ante la falta de visibilidad que tienen nuestros ríos oscuros, turbios y sedimentados. “Además de ser una herramienta de conservación, también puede ser una forma de conectar a las personas con estos ecosistemas para que se apropien de ellos. Podemos oír cosas que no somos capaces de ver, porque son paisajes difíciles de explorar para nosotros, pero que nos demuestran que están vivos y que siguen sobreviviendo”, explica.

La hidroacústica puede ser también una herramienta no invasiva para monitorear la biodiversidad acuática y conocer el estado de conservación del ecosistema. “Así como cuando uno va a un bosque y está lleno de sonidos y cantos de aves y animales, y entiende que hay mucha diversidad, los paisajes sonoros en el agua permitirían conocer también qué tan saludables están nuestros fondos marinos o de agua dulce dependiendo de los sonidos”, asegura.

Puede conocer más de la investigación en este video:

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