El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

¿Ya empezó el gobierno de Petro?

Empezaron los cuatro años de Noel Petro como primer mandatario de la capital de la República. Yo pensé que empezaba el primero de enero pero no; el hijo más ilustre de la Ciénaga de Oro quiso terminar con la estresante espera de los bogotanos y ya dio la pauta de lo que será su gobierno. Claro, pensé, es un privilegio también de oro para nosotros los capitalinos que en las últimas semanas del año no tengamos un alcalde sino dos. Y ambos del Polo, doble maravilla. No joda, dijo mi amigo corroncho; el que pida maj que le piqueng caña.

El caso es que el nuevo burgomaestre alborotó el avispero con unas declaraciones según las cuales es necesario unir las empresas públicas, tal como lo hicieron años atrás nuestros hermanos de Medellín. Pero los expertos en bolsas de valores, que no saben de progreso ni de grandes cambios en favor de la ciudadanía, salieron a decir que esas declaraciones eran las causantes del desplome de las acciones en la Empresa de Energía de Bogotá. Acusaron al pobre Petro de “pánico económico”. Empezamos muy mal, Petrico.

Antes de seguir adelante, debo aclarar que soy un completo iguanodonte en materia de temas bursátiles, económicos y similares. Bueno, la verdad sea dicha: soy iguanodonte casi en todo, pues de lo único que hablo es de fútbol y de politiquería nacional. Y esos temas son tan fáciles y comunes que cualquier cristiano los domina; hasta los congresistas y los altos magistrados.

Para la elaboración de este artículo le pedí colaboración a mi hermano, experto en esos temas tan complejos para mí, a ver si con su paciencia y sapiencia me explicaba qué relación había entre las palabras de Noel Petro y las acciones de las empresas mencionadas. En otras palabras, le dije: hermano, no entiendo por qué cuando un bobo abre la boca para opinar sobre algún tema como este, las acciones bajan o suben de precio. Mi hermano me miró con una conmiseración digna de un damnificado de Patio Bonito y empezó una larga explicación de la cual sólo alcancé a comprender que Petro no es ningún bobo sino el alcalde electo de la ciudad más grande del país, que va a manejar un presupuesto que equivale al 70% del dinero que se mueve en Colombia. Pero no entendí más. Luego supe que en una charla posterior con la familia, mi hermano el experto lamentó mi cortedad de inteligencia, habló de algo que les falló a papá y a mamá conmigo, azotó la puerta y se fue.

El caso es que el alcalde ya inició su mandato. Y, como decía líneas arriba, dio la pauta de lo que será su gobierno. Vale decir, que el hombre se va a dedicar a los negocios grandes. De bolsa de valores para arriba. Y de empresas importantes. Eso me gusta porque demuestra que su pensamiento es tan grande como sus ambiciones. A la porra los detalles insignificantes como los problemas de la comunidad; bien hecho. Un hombre de su dimensión no se puede atorar con asunticos fútiles. Y Bogotá necesitaba un hombre como él. ¡Vaya si lo necesitaba!

Pero volvamos al caso; para estar más en sintonía con la nueva administración y con sus gratuitos enemigos, ruego que algún lector humanitario me explique qué es pánico económico. Porque hasta la semana pasada yo juraba que eso era más o menos lo que sentía un trabajador cuando se le inundaba su casita y no tenía ni con qué pagar las facturas de los servicios públicos. Sentía pánico económico por irse al trabajo en procura de sus 17 mil pecuecos pesos, pero corriendo el riesgo de que sus miserables enseres desaparecieran tras los voraces rateros más hambrientos que él, y que están a la espera del menor descuido para hacer de las suyas. Eso, para mencionar solo dos ejemplos de situaciones recientes. Sin embargo, no hay que ser pesimistas pues no deja de ser plausible que las empresas de servicios públicos, las que Petro quiere fusionar, cumplan con su deber sin importar los riesgos, es decir, llevando religiosamente las facturas a las casas aunque para ello sus mensajeros tengan que mojarse las paticas. Hurra por ellos.

Llevo cuatro días buscando en la prensa y en los noticieros de televisión, a ver si logro una noticia, una pequeña nota, un indicio de que al flamante alcalde electo le preocupan sus electores damnificados por el invierno. A ver si logro ver una foto o un video en el que salga Noel con botas pantaneras en medio de la pobre gente. Pero no lo logré. Un seguidor suyo y aspirante a una corbata en la administración distrital me explicó que el alcalde no es tan bobo como para ir por allá a que lo tilden de populista. Claro, pensé, por imagen y por seguridad personal, un mandatario que se respete solo puede ser populista en época de campaña, pero ya de alcalde tiene que moderar sus ímpetus de ir a esos barrios inmundos a embarrarse y a untarse de pueblo. Y mucho menos arriesgarse a que esos brutos le tumben el Black Berry o el Rolex ¡Ni más faltaba!

En fin. Todo indica que con Petro vamos a tener mucho ruido y pocas nueces. Quiera Dios que me equivoque pero el deseo de construir una imagen para aspirar a la presidencia va a llevar a Petro a pensar y a actuar más en lo grande que en lo insignificante. Pero resulta que lo insignificante es seguridad, vivienda, salud, servicios públicos, educación, malla vial en los barrios. Cuánto daríamos los bogotanos por que el cienagaorense comprenda que para nosotros son tan importantes las megaobras para el desarrollo urbano como la interlocución con el pueblo raso que lo eligió. Que de cuando en cuando descienda de su pedestal y se engrase con el pueblo y sus necesidades primarias. Por ahora digamos con el abuelo: amanecerá y veremos.

Colofón: Parece que los bogotanos confían más en los milagros de los santos (con minúscula) que en los altos jueces porque me dicen que en Facebook se está creando una cadena de oración para que los angelitos Nule y los querubines Moreno le devuelvan a Bogotá aunque sea el 5 por ciento del dinero que “tomaron prestado”. Al decir de los entendidos, con esos centavitos se podría solucionar el drama de los damnificados por el invierno en Bogotá. Me uno a la cadena. Virgen María, ora pro nobis.

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