El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

¿Victoria de los estudiantes, derrota de Santos?

Para la verdad las convicciones son tan peligrosas como la mentira. La frase célebre del gran filósofo alemán, Federico Nietzsche, está como mandada hacer para el tema que nos ocupa hoy.

 Leo en el diario El Espectador que el presidente Santos le dio la orden a su ministra María Fernanda de retirar del congreso el archifamoso proyecto de reforma a la Ley 30 de 1992 de educación. Reculemos mientras baja la marea, parece ser el mensaje de Juanma.

 Pues bien. Hasta la aparición de la manida reforma yo creía que sabía leer. Pero no. O me equivoqué de texto. O me falta hacer un curso de hermenéutica.

 Me explico: leí el texto de la reforma y entendí, a mi manera, que el Gobierno quiere darle una nueva dimensión a la educación, como quiera que la Colombia de hoy ya no es la misma, ni mucho menos, a la de 1992, año en que entró en vigencia la ley de marras. El solo incontrovertible hecho del avance de las comunicaciones y de la informática, de la red de redes, etc., amerita una revisión de fondo. El ICFES, el Icetex, el Ministerio, el CNA, el mismo gobierno, etc., no son los mismos. Todo ha cambiado. Hasta el modo de contratar en el sector oficial.

 Comprendí que el asunto, como todos los asuntos del Estado es cuestión de dinero. Y que lo que se busca es mayor calidad y más cobertura de la educación superior, pese a que en sólo Bogotá hay más universidades que en toda Alemania, según leí en un documento digno de toda credibilidad. Hasta ahí todo está bien.

 Lo que no se entiende es por qué no se entienden Juanma y Mafe con los estudiantes. Pero creo tener la explicación: las dos partes están convencidas de lo que dicen. Mejor dicho, están convencidas de ser depositarios de la verdad. Esa es la razón por la cual abro este escrito con la cita de Nietzsche: la verdad está muy lejos de las convicciones. Es decir, la verdad debe estar en la mitad. Como decía mi abuela: ni mucho que queme al santo ni tan poquito que no lo alumbre.

 Veamos. Por un lado, el solo hecho de pensar que el gobierno va a beneficiar a mucha gente sin contraprestación alguna es un cuento que no se cree nadie. Écheme uno de vaqueros, dice el ignaro vulgo. En alguna parte debe estar la trampa. Por eso, cuando uno oye hablar a Mafe en su intento de convencernos de las bondades de la reforma, lo único que se puede hacer es sospechar, porque según ella todo es color de rosa. Todo es una chimba, para decirlo con palabras de Juanes. Mi tía Empera, que le paga la universidad a un nieto crápula, me dijo toda desconfiada: eso por ay ay (sic) gato encerrado. Qué vieja pa´ recelosa. Cómo será que en su oscuro cuartucho tiene una imagen de tamaño natural – como si todos los tamaños no fueran naturales – de Santo Tomás, patrono de los incrédulos.

Pero volvamos al cuento. Al gobierno nadie le cree esas bondades, como no sean sus directos beneficiarios. O no me diga, amable lector, que no sabía que toda iniciativa oficial engendra en sí misma dolientes y beneficiarios. Tampoco me diga que no sabía quiénes somos los dolientes. Pero, por otro lado, los líderes estudiantiles le dan otra interpretación al texto. Yo considero que ellos son un poquito más inteligentes que Juanma, que Mafe y que yo porque sin tanto aspaviento y sin cursitos de hermenéutica ni asesores brillantes dieron en el clavo.

Los estudiantes, digo, pese a sus hondas convicciones en la defensa de lo que consideran su causa, me pusieron a sospechar. No sé si tendrán la razón o no. Para saberlo me va a tocar contratar asesores, no solo para estar in sino para que de verdad me expliquen, entre otros, los siguientes interrogantes:

¿Por qué insiste tanto el gobierno nacional desde hace varios años en reforzar la educación técnica y tecnológica, en detrimento de la educación profesional? ¿Tendrá ello alguna relación con preparar a los colombianos de escasos recursos para proveer a la sociedad de obra de mano calificada pero barata, es decir, sembrarlos de por vida en el estamento dirigido, mientras que la gran universidad prepara doctores que continúen en el estamento director? Estas medidas, en vez de acabar con las “universidades de garaje”, ¿no las estará estimulando? ¿El dinero que cuesta la dichosa ampliación de la cobertura en educación superior, ¿no saldrá del bolsillo de los colombianos que tienen que estudiar al debe? El dinero privado que le piensan inyectar a la universidad pública, ¿no creará “profesionales” mercenarios obligados a producir bienes o servicios en lugar de construir conocimiento? ¿Para qué graduar muchachos que van a tener que pagar con cárcel la deuda con el Icetex?

Para saber las respuestas voy a averiguar cuánto me cuesta la asesoría de los brillantes asesores de Mafe, mi admirada ministra. Abrigo la esperanza de que por la profunda admiración que le profeso me hagan un buen descuento, máxime que yo tengo que pagarles de mi bolsillo mientras que ella les pagó con el de los colombianos.

En definitiva, ni la situación es tan color de rosa como la pinta mi admirada Mafe ni tan dramática como la pintan los estudiantes. Pero queda claro que este pulso lo ganaron los estudiantes, lo cual significa que lo perdió Santos. Yo, íntimamente, pienso que la que falló fue Mafecita que pensó que la gente iba a hacer lo que ella hizo: no leer el texto.

Para finalizar, les doy un consejo a los estudiantes: la inteligencia debe imponerse. No todo lo de la reforma es malo ni es inteligente destruir edificios ni agredir a los policías. Una protesta limpia, ordenada, con consignas inteligentes es un arma mucho más poderosa que el inmenso aparato coercitivo oficial. De hecho, el buen comportamiento estudiantil de las últimas marchas fue lo que obligó al gobierno a retroceder. No olviden, amigos, lo que decía un filósofo inglés a principios del siglo veinte: “El objeto de la educación es el de formar personas para que se gobiernen a sí mismas y no para ser gobernadas por los demás.”

A Juanma, me atrevo también a darle un consejo. Digo me atrevo porque gente buena que lo conoce me ha dicho que él no es tan terco como su jefe, perdón, su antiguo jefe. Juanma: la democracia de la que tanto se habla en época de elecciones, sólo funciona si se convoca a todas las partes involucradas en un proyecto. En el caso de la reforma a la educación, es necesario darles voz y voto a estudiantes, docentes, rectores, padres de familia, periodistas especializados, etc. Ah, y a la ministra con la condición de que no se le quede por fuera ni un solo miembro de su equipo de asesores. En serio, Juanma; administrar el Estado no es lo mismo que administrar una finca lechera o un periódico familiar. Haga caso, hombre, y verá que los colombianos somos tan agradecidos que hasta lo reelegimos.

Colofón: me solidarizo con Mafe. A la pobre ministra le tocó frentear la situación en que la metió un texto que le redactaron sus asesores y parece que los de su antecesora. Porque la sufrida funcionaria no tuvo tiempo ni de leer el texto y ¡pum!, de una se lo chutó al Congreso. Ahora los detractores de la pobre Mafe, que tampoco han entendido el texto, le sacan en cara que no haya leído. Qué injusticia. Si la ministra se pone a redactar, o a leer lo que le redactan, ¿a qué horas firma los contratos del ministerio? ¡No, no, no, por Dios, qué falta de consideración! Eso de ser abnegado colaborador estatal es una labor muy incomprendida y nunca reconocida. Por eso elevo mis preces al cielo para que a Noel Petro ni se le ocurra nombrarme en algún puesto distrital. Por ahora ya me salvé de ser incluido en la nómina de 145 corbatas que están haciendo el “empalme” con la administración saliente. Y me tranquilizan las palabras de mi abuelo, dichas hace como 40 años: para desempeñar un puesto público no se debe ser inteligente sino astuto. ¡Dios mío, ayúdame!

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