El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

Repulsión y dolor

Ni el Ejército Nacional de Colombia debe pedir perdón ni el coronel Plazas Vega debe pagar por los crímenes del M – 19. Los jueces de Colombia no pueden arrodillar a sus ciudadanos ni cubrirlos de indignidad. El pueblo debe pronunciarse porque esos absurdos personajes no pueden apropiarse de la justicia como si ella fuera una finca lechera.

Y no es una  percepción aislada de quien escribe sino que es la canalización de la opinión de la gente cercana a uno, de la no tan cercana como los comentaristas y foristas de los principales medios, de la opinión de la gente en las redes sociales, etc.

Nadie puede poner las manos al fuego y asegurar que todos los miembros del Ejército  son hombres rectos. Claro que ahí, como en todas las organizaciones del Estado, hay personajillos oscuros que desde luego merecen castigo y condena social. Uno como ciudadano se pregunta por qué en un país como Colombia, en donde nada funciona como debiera, surgen de pronto unos altos jueces que se autoproclaman adalides de la justicia y se muestran como las cumbres morales de la sociedad, cuando en nuestra Patria  ningún colombiano sabe a ciencia cierta cuál de las tres ramas del poder público es la más corrupta.

Para ambientar el caso, veamos algunos ejemplos:

Un celador se roba un pinche esfero de 800 mil pesos y le clavan cuatro años de cárcel; un tipo generado posa sus manos en las posaderas de una dama transeúnte y le clavan cuatro años; unos magistrados son descubiertos en unas farras impresionantes con miembros de la mafia, que además les regalaba costosos objetos como relojes rolex, pero no les pasa nada; a los congresistas que viajan por el mundo dizque a representar al país pero se van es a gastar el dinero oficial a manos llenas tampoco les pasa nada. Unos contratistas se les roban a los bogotanos más de 65 mil millones de pesos y sólo les dan 7 años de cárcel y les ponen una multa de la tercera parte del valor del robo. A unos funcionarios chocoanos que en lugar de alimentar a la población infantil venden la bienestarina (se la roban descaradamente) para alimentar cerdos – menos cerdos que ellos – no les pasa nada y siguen tan campantes…

Hay más: una alcaldesa cuya administración firma contratos por más de cinco mil millones en las últimas horas de su gobierno, mientras ella inaugura obras que no van ni en el 50 por ciento, la felicitan y la postulan para presidente; una dirigente política que se pasea por el mundo hablando mal de su país y sirviendo de embajadora del terrorismo, apenas la inhabilitan para desempeñar cargos públicos. Dos peligrosos sujetos, de la familia de un exdictador, que roban millones y millones determinan en qué momento van ante los jueces; es decir, la fecha y la hora no la ponen los fiscales ni los jueces sino los ladrones… ¿Habrase visto semejante despropósito? A unos dirigentes de una federación de fútbol (no digo cuál) que lo único que hacen es torcidos no les pasa nada. A un presidente que le entregó a un grupo al margen de la ley buena parte de la soberanía nacional tampoco le pasó nada… La lista es interminable.

Pero a un oficial del Ejército que cumplió con su deber que era salvaguardar la vida, honra y bienes de los colombianos, exponiendo su propio pellejo en medio de las balas criminales disparadas por sujetos de una demencia aterradora, lo condenan a 30 años de cárcel.  A un Ejército que si bien no es paradigma de rectitud es de los más sacrificados del mundo, lo condenan a pedir perdón como si ellos fueran los criminales y no los que se metieron al Palacio de Justicia a matar gente.

Ojalá Dios en su infinita sabiduría y justicia no permita que a los jueces que dictan esta clase de bodrios llamados fallos no les maten ni les violen a ningún miembro de su familia para que no tengan que pedirles perdón a los asesinos ni a los violadores. Porque a los miembros de la fuerza pública que intenten defender a esos jueces y a sus familias y tengan que perseguir a los delincuentes sí les espera una severa condena en cárcel y aparte de eso están obligados a pedir perdón.

Así está la situación de Colombia. Al ciudadano común y corriente le queda un saborcito amargo cuando por los medios comprueba que ya ni hay esperanza de salvación. ¿Habrá en la administración pública un funcionario que pueda jurar, sin que Chucho lo castigue, que nunca se ha robado ni siquiera un lápiz o unas cuantas hojas de papel de oficina? Yo no creo.  Aquí el robo y el torcido, el delito y el crimen son “inherentes al ser humano” como lo afirmó la filosofía de esa cumbre moral que es Guido Nule. Aquí los gobiernos se pasan todo el tiempo generando titulares de prensa (tilín tilín y de paletas nada) y “reduciendo la corrupción a sus justas proporciones”.  Y preparándose para la siguiente elección.

Un país así es invivible. Porque lo único que nos quedaba era un poco de dignidad que ahora es pisoteada por unos altos magistrados que nos dieron el tiro de gracia. Perdonamos a los criminales del M – 19, y algunos de ellos han llegado a la cima del poder político. Pero a los soldados que se sacrificaron por nosotros y por ellos están en las cárceles pagando la irracionalidad de unos sujetos que se hacen llamar defensores del pueblo. ¿Es eso justicia, admirados magistrados?

Colofón: no es digno vivir en un país en el que la propia justicia humilla a su gente cuando la obliga a pedirles perdón a sus verdugos. Porque no es el Ejército el que pide perdón; es la gente que ese Ejército defiende; eres tú, amigo, es tu madre, tu hijo, eres tú, profesor, eres tú, hijo mío, eres tú, médico… somos los colombianos los que tenemos que humillarnos ante el infinito poder de nuestros jueces…

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