Todo indicaría que en sus intervenciones del 7 de agosto y luego con los empresarios en Manizales, se oyó a un Presidente que tiene claro que saltó a la cancha a jugar el segundo tiempo de su compromiso y que lo hace con el marcador en contra. Debería tener igualmente claro que, en ese segundo tiempo, concretamente en su tercer año, solo le queda la posibilidad de poner el marcador a su favor, pues el cuarto y último, es para materializar lo definido, pues se lo chupa el remolino del debate político y del proceso electoral, para elegir a su sucesor y al nuevo Congreso. El Presidente en ejercicio, se encuentra entonces, en unas circunstancias que los norteamericanos llaman de “pato herido”, ya sin fuerzas para continuar el vuelo.

Pienso que Petro lo tiene claro, por el tono y el contenido de sus intervenciones en estos días. Atrás parecen haber quedado las bravuconadas y mentiras o al menos exageraciones que habían caracterizado sus planteamientos, a veces con propuestas interesantes y necesarias para el país, pero acompañados por continuos mensajes tuiteados, etéreos y ofensivos, que solo confunden los propósitos y caminos de la acción gubernamental, limitados a ser una vistosa y engañosa pirotecnia verbal, que deja en la indefinición, la manera concreta de aterrizarlos, de volverlos realidad. Considero ese estilo, y que me perdonen los petristas, similar al de Trump, eso sí, con la diferencia que el norteamericano ejecuta.

El Presidente reconoce las dificultades encontradas para ejecutar; empieza a comprender que una cosa es ser gobierno y otra, oposición. Punto a destacar es que, por una vez no salió a buscar responsables, a insultar y a declararse víctima de sus enemigos que serían, además, los de Colombia, de los colombianos y, especialmente, de “los ninungeados” de siempre. Dejó de buscar responsables y empezó a plantear la necesidad de hacer cambios concretos, transformadores, para lo cual se debe trabajar con planteamientos claros que se someten al análisis y discusión política en el Congreso; pero no solo ahí, sino en un debate en los diversos escenarios y públicos ciudadanos, que será refrendado por el Congreso, cuando el tema lo requiera. Para muestra un botón de lo dicho, sus dos principales logros de gobierno han sido la reforma tributaria y la de pensiones, hechas realidad gracias a los acuerdos logrados y no por la imposición o capricho presidencial el cual, por otro lado, terminó ahogando la necesaria reforma del sistema de salud, que no su destrucción, como pretendía el Presidente, aunque podría avanzar en el nuevo escenario que se estaría conformado.

 El 7 de agosto, volvió a hablar de acuerdos nacionales, es decir, de procedimientos democráticos;  esperamos que, como en condiciones anteriores, estas no sean palabras circunstanciales, oportunistas, que rápidamente desaparecen, arrastradas por las inconsistencias del comportamiento presidencial y por los vientos de la lucha política y las afugias de los problemas diarios, como ha sucedido en estos dos años de su gobierno. Es la última oportunidad que tiene el Presidente para materializar compromisos y realizaciones, con acuerdos que amainen el huracán de los enfrentamientos políticos; ese es el camino para gobernar en un régimen democrático pluralista, donde no campea un falso unanimismo, sino la diversidad propia de una sociedad diversa, heterogénea y democrática. Como corolario, solo así el petrismo podría aspirar legítimamente, no con triquiñuelas, a continuar gobernando en el próximo cuatrienio.

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