El MERIDIANO 82

Publicado el El meridiano 82

Una refugiada siria sueña con las Olimpiadas de Río

Acnur (1)
Yusra se entrena diariamente y espera participar en los juegos de Río en el verano.

Yusra Mardini llegó a Europa huyendo de la guerra siria. Tuvo que nadar para salvar su vida al cruzar el Mediterráneo. Esta es su historia.

Por Josie Le Blond (desde Berlín, Alemania)

 

La frágil embarcación, con unas 20 personas a bordo, acababa de entrar en mar abierto procedente de la costa turca cuando se paró el motor. A continuación se produjo un terrible silencio y Yusra Mardini vio el terror reflejado en los ojos de los otros pasajeros al ver como entraba el agua en el bote neumático. La mayoría de los pasajeros no sabían nadar, pero Yusra, de 17 años, sí sabía.

La entrenada atleta y su hermana mayor, Sarah, se arrojaron con decisión al mar y nadaron juntas en las oscuras aguas, manteniendo el bote a flote y aguzando el oído para ver si escuchaban alguna señal que indicara que el motor volvía a funcionar. Pero no se oía nada.

Tres horas y media después, las hermanas y otros dos pasajeros, que se habían unido a ellas en el agua y habían imitado sus acciones, seguían nadando, manteniendo a flote el bote neumático y empujándolo lentamente hacia la costa europea. Estaban heladas y exhaustas pero sacaron fuerzas gracias a su determinación de no dejar morir a nadie.

Ahora, cuando apenas han transcurrido nueve meses de aquello, sentada en el borde de la piscina en el estadio olímpico de Berlín, Yusra sonríe. Sus ojos se iluminan al recordar el acto heroico que protagonizaron su hermana y ella.

“Hubiera sido vergonzoso que las personas que viajaban en nuestro bote se hubieran ahogado”, dice al ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados). “Algunas personas no sabían nadar y yo no iba a quedarme allí sentada pensando que iba a ahogarme. Si el bote se iba a hundir, al menos tenía que hacer algo para sentirme orgullosa de mi hermana y de mí misma”.

Milagrosamente, el bote averiado fue arrastrado hasta la isla griega de Lesbos. Todos sus ocupantes sobrevivieron gracias a las nadadoras aunque habían perdido hasta los zapatos. Las hermanas tomaron la ruta de los Balcanes Occidentales en dirección a Alemania, donde esperaban poder reconstruir sus vidas.

Yusra no podía imaginar entonces que pronto se estaría preparando para otra travesía, aunque esta vez las circunstancias son muy diferentes. El sueño que ha alimentado desde hace más de diez años puede hacerse realidad muy pronto. Este verano, Yusra espera poder viajar a Río de Janeiro para participar en los Juegos Olímpicos como parte de un equipo que representa a los millones de refugiados que huyen de la guerra y la persecución en todo el mundo.

“Voy a hacer que se sientan orgullosos”, dice Yusra. “Quiero representar a todos los refugiados para demostrar a todos que después del dolor, después de la tormenta, llega la calma. Quiero inspirarlos para que hagan algo positivo en sus vidas”.

“No quiero que ninguno abandone sus sueños y animo a todos a hacer lo que les dicten sus corazones,” añade. “Aunque sea imposible, aunque no reúnas las condiciones necesarias, nunca sabes lo que va a ocurrir, así que sigue intentándolo. Tal vez tengas una oportunidad como yo la tuve. O tal vez te crees tú mismo tu propia oportunidad”.

Esa tenacidad es la que le ha ayudado a vencer numerosos obstáculos, dice Sven Spannekrebs, su entrenador. Conoció a Yusra y a su hermana Sarah cuando, poco después de su llegada a Berlín, una organización benéfica local las envió a su club, Wasserfreunde Spandau 04.

Pronto se hicieron buenos amigos y se contaban historias sobre sus vidas después de entrenar cada tarde. Spannekrebs incluso ayudó a Yusra y a su hermana a obtener la documentación que necesitaban para obtener la condición oficial de refugiadas.

“No es solo una relación entre una atleta y su entrenador -es mucho más”, explica Spannekrebs. “Es una amistad, una buena amistad. Existe confianza por ambas partes. Pero a la hora de entrenar no hay ninguna diferencia entre Yusra y los demás”.

Spannekrebs estaba sorprendido de la rapidez con la que Yusra mejoraba, a pesar de que había tenido que interrumpir su entrenamiento a causa de la guerra. “Aprendía realmente deprisa. A las cuatro semanas le dije que nuestro objetivo debían ser las Olimpiadas de 2020 en Tokio”, explica al ACNUR.

Eso fue antes de que el Comité Olímpico Internacional (COI) eligiera a Yusra y a otros 42 atletas para que formaran parte del Equipo Olímpico de Refugiados. Si logra un tiempo que le permitiera clasificarse, Yusra estará entre los cinco o diez finalistas que se anunciarán en junio.

Normalmente, ninguno de estos atletas podría participar en las Olimpiadas, dado que su condición de refugiados les ha privado de la posibilidad de representar a su país de origen. Según ha informado el COI, en la ceremonia de apertura, que tendrá lugar el 5 de agosto, el equipo desfilará inmediatamente detrás de la bandera olímpica y delante del equipo anfitrión.

Thomas Bach, Presidente del COI, se dirigió el pasado mes de octubre a la Asamblea General de las Naciones Unidas con estas palabras: “Ayudamos [a los atletas de élite refugiados] a hacer realidad su sueño de alcanzar la excelencia en el deporte, aunque se hayan visto obligados a huir de la violencia y el hambre…”

Y añadió: “Esta oportunidad será un símbolo de esperanza para todos los refugiados del mundo y contribuirá a que el mundo sea más consciente de la magnitud de esta crisis”.

Si logra participar en Río, Yusra dice que para ella será un trampolín a los Juegos de 2020 en Tokio. Sin embargo, debido a la incertidumbre sobre el futuro de su país, resulta difícil hacer planes concretos. “Por supuesto que echo de menos Siria”, señala. “Pienso que cuando termine la guerra regresaré con mis experiencias y con todo lo que he aprendido, y enseñaré a todos lo que conseguí en Alemania”.

Gracias a la Voluntaria en Línea Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto. Esta es otra entrega de la colaboración entre Meridiano 82 y Acnur.

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