Por: Santiago La Rotta / @troskiller
“Cuando mi tiempo llegue/Habré terminado mi viaje/Y a través de todos mis sentidos explotará/La evidencia de la luz/Y el aire y el agua, fuego y tierra/Vivo para ese momento”. Michael D. Higgins, poeta, fanático del fútbol, parlamentario, defensor de derechos humanos y presidente de Irlanda.
Higgins continúa en el viaje, una aventura que esta semana ingresó triunfalmente en una etapa histórica al ser el primer presidente de Irlanda en ser recibido en una visita de Estado por la reina de Inglaterra, Isabel II. Histórico es el término, sin mayores grandilocuencias, teniendo en cuenta la constante tensión entre ambos países, los más de 30 años de campaña armada del Ejército Republicano Irlandés (IRA, en inglés) en contra del gobierno británico, los miles de muertos en ambos bandos, el odio religioso entre protestantes y católicos y las constantes diferencias entre dos pueblos tan cercanos, como distantes.
Guardián momentáneo de una paz que aún se presenta frágil, Higgins ocupa un cargo que, más ceremonial que político, fue creado para enviar un mensaje, el presidente como un símbolo. Y el símbolo, esta semana, fue el de la humildad. Como parte de su visita a Inglaterra, Higgins llegó hasta el monumento en memoria de Luis Mountbatten, miembro de la familia real asesinado por el IRA en 1979, para inclinar la cabeza ante su tumba. Un gesto de altura, similar al de la reina en su visita de 2012 a Irlanda cuando esta visitó, en Dublín, el monumento en honor a los irlandeses que murieron luchando para obtener la independencia de Gran Bretaña.
“Nuestros países pueden sentirse inmensamente orgullosos del progreso que ha habido en la causa de la paz en Irlanda del Norte. Pero, claro, aún queda un camino por recorrer, un camino que llevará a una duradera y creativa reconciliación”, dijo Higgins en parte de su discurso ante el Parlamento británico (la primera vez que un presidente irlandés se dirige a esta cámara legislativa).
Higgins es una de las nuevas viejas caras de la política irlandesa. Parlamentario durante décadas, y continuo defensor de derechos humanos, la figura del hoy presidente es un síntoma de recuperación, una expresión de la voluntad de dos naciones de reconciliarse con un pasado común plagado de desconfianza y muerte, una dinámica que terminó por agotar el espíritu de generaciones enteras de ciudadanos en ambos lados del conflicto.
Un académico irlandés lo pronóstico desde los años 70: el conflicto irlandés se acabará cuando los militantes de hoy tengan hijos ya grandes. Si bien Higgins no es uno de estos hijos, su discurso y su voluntad política es el crecimiento de algo que pudo haber comenzado como rencor y venganza, pero que ha madurado en un entendimiento profundo de qué significa la paz, algo que involucra un tipo de grandeza a la que sólo se llega a través de la humildad.
Higgins, presidente desde 2011, es conocido popularmente como Michael D. Y Michael D., aparte de político y poeta (con méritos literarios cuestionables, según algunos), es, sobre todo, un hincha entregado del Galway United, un equipo de fútbol irlandés: el año pasado, su escolta pasó un momento angustioso cuando Higgins decidió entrar sin anunciar a un bar en Dublín que tenía izada la bandera de su equipo; después de una charla con los clientes acerca de los prospectos de Galway, la noche continuó sin problemas.
Luego de ser recibido por la reina, Higgins se entrevistó con el primer ministro David Cameron (una figura que para algunos irlandeses ha demorado el proceso de paz) y almorzaron juntos en privado, aunque siempre bajo la atenta mirada de un público con ganas de buenas noticias.
Buenas noticias, como las de 2012, cuando la reina llegó a Irlanda para recibir una bienvenida calurosa de la gente, por un lado, pero también para estrechar la mano de Martin McGuiness, hoy viceministro principal irlandés, pero que en los días del IRA ofició como uno de sus comandantes. El líder de una guerrilla dedicada acabar con el dominio inglés, cuyos objetivos militares incluían a la realeza, dándole la mano al máximo símbolo de su enemigo.
McGuiness también estuvo en la cena oficial de esta semana en honor a Higgins y allí brindó por la reina. “Fui al castillo de Windsor como un republicano irlandés sin complejos y esta mañana todavía era un republicano irlandés sin complejos”, dijo el primero en declaraciones a la prensa.
La superación de complejos. Una idea interesante, pues supone una tarea que, más allá del reino de lo político, se emprende desde lo personal, desde el individuo. “Si hay una cura/Es en la profundidad del silencio/Cuya inmensidad requiere/Un viaje a través de reinos de dolor/Que deben ser visitados en soledad/El héroe, en su travesía,/Encontrará un aliado crucial/Pero el viaje a casa/Se hace solo”. El poema, de nuevo, es del presidente Higgins.