Por: Daniel Salgar Antolínez / @DanielSalgar1
Como las tragedias de Irak, Afganistán, República Centroafricana, entre otras, la de Siria ya dejó de ser noticia. Después de tres años de conflicto, los atentados diarios ya no sorprenden al mundo, ya no ocupan las primeras planas en los grandes medios. En los últimos días, la atención mundial se ha enfocado principalmente en la crisis que vive Ucrania, aunque allá la cifra de muertos ha sido mínima si se compara con la guerra civil siria que empezó en marzo de 2011 y ha dejado más de 150 mil muertos, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
En la cruenta guerra civil de Siria, a los enfrentamientos entre el principal brazo armado de la oposición, el Ejército Sirio de Liberación (ESL), contra las tropas del Ejército oficial, se han sumado milicias vinculadas a Al Qaeda. El conflicto ha minado la capacidad del Estado para atender los derechos básicos de la población civil a la salud y a la educación. Muchos hospitales carecen de electricidad y medicina. Por causa de la violencia, las carencias y la falta de perspectivas de una solución política al conflicto, al menos 2.6 millones de sirios han tenido que huir a países vecinos.
Líbano es el mayor receptor, con al menos un millón de refugiados que, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), está generando una crisis humanitaria en un Estado que no tiene capacidad para suplir las necesidades de esos sirios que ya representan un cuarto de su población. Turquía, Egipto, Jordania e Irak son otros destinos frecuentes de quienes huyen de la violencia en Siria. El número de desplazados internos llega a 6,5 millones.
Como ha dicho a este diario Francesca Fontanini, oficial regional de información pública de Acnur para las Américas, el desplazamiento y su consecuente crisis humanitaria no se detendrán hasta que se llegue a una solución política al conflicto. Dicha salida, sin embargo, parece muy lejana. Los intentos de diálogo a nivel nacional están en un punto muerto. La conferencia internacional de paz llamada Ginebra II, que se realizó en enero de este año y que pretendía entablar unas negociaciones serias entre representantes del gobierno y de la oposición, con la presencia de al menos 40 estados, terminó más bien en un improductivo ir y venir de acusaciones.
Ahora en Siria hay fuertes enfrentamientos en uno de los puntos más importantes del país: la provincia de Latakia, estratégica por tener el principal puerto del Siria a orillas del Mar Mediterráneo y por ser un bastión de la elite gobernante. Desde el 21 de marzo, el Frente al Nusra, vinculado a Al Qaeda, y otras facciones islamistas anunciaron su participación en la ofensiva en Latakia y bautizaron esta operación como la “batalla por el botín”. Desde entonces, se han presentado bombardeos en el puerto y la ciudad de Latakia, que han dejado casi 100 muertos y han obligado a suspender la operación internacional que buscaba destruir en altamar las armas químicas de Damasco.
Tomar el control de Latakia le significaría a los rebeldes del ELS, o a las milicias islámicas, tener un puerto para el flujo de militantes y armas. El ELS ha contado con el respaldo armamentístico de Arabia Saudita y ha recibido equipos no letales por parte de Estados Unidos. Con el control de Latakia, los rebeldes controlarían una de las principales rutas por donde salen los recursos energéticos y otra variedad de insumos de Oriente Medio hacia Europa y EE.UU. (ver video arriba). Además, podrían llegar a controlar la frontera con Turquía, país que apoya a la oposición y donde está la sede del ELS. De hecho, los enfrentamientos en Latakia ya llegaron hasta el monte Observatorio 45, desde donde se domina esa frontera. El Observatorio estuvo en días pasados en manos de rebeldes y ahora, según comunicados oficiales, el control fue recuperado por las fuerzas armadas de Bashar al Assad.
En Latakia se concentra la minoría de los alauitas, cercana por su doctrina y prácticas a la facción del islam chiita. A esa minoría, que representa el 10% de la población, pertenece el presidente Bashar al Assad y buena parte de la elite política y militar del país –esto explica la histórica cercanía del régimen de Damasco con Irán, el país de mayoría chiita, y con la milicia y fuerza política de Hizbulá en el Líbano, que es a su vez apoyada por Irán-. Durante el transcurso de la guerra se ha hablado de un supuesto plan del gobierno de Bashar al Asad para declarar un Estado alaui independiente cuando se encuentre muy cerca de la derrota contra la oposición.
Vea aquí una nota sobre la historia de la familia Assad y sus aliados.
De Latakia salieron las primeras armas químicas del régimen sirio para ser destruidas en altamar a bordo de un buque estadounidense, el Cape Ray. Ese plan de destrucción había sido uno de los pocos consensos alcanzados por Rusia y EE.UU. respecto a la guerra civil siria y, en su momento, despertó esperanzas sobre el apoyo internacional a la búsqueda de paz en el país. Sin embargo, según anunciaron voceros de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) al Consejo de Seguridad de la ONU, debido a los ataques en la ciudad portuaria dicha operación fue suspendida.
*Infografía: ACNUR