El MERIDIANO 82

Publicado el El meridiano 82

Mi visita a Auschwitz

 

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Texto y fotos de Elena Goebertus*

“Distinguidas damas y caballeros, queridos reclusos, están en el campo de concentración de Auschwitz-Berkenau, como enemigos del Tercer Reich. Para judíos, dos semanas, para sacerdotes un mes, para los sanos y jóvenes, tres meses. Este es el tiempo que tienen derecho a vivir, no más. Cualquier insubordinación y/o rebelión será aplastada con sangre y fuego. Para cualquier resistencia a las autoridades, o conato de fuga, el castigo será la muerte. El único escape de acá es a través de las chimeneas del crematorio”.

Estas eran las palabras gritadas a los 700 prisioneros polacos del primer transporte que llegó a Auschwitz el 14 de junio de 1940. Y estas también fueron las palabras iniciales del discurso conmemorativo del sobreviviente del holocausto, Kazimierz Albin. Para los hombres, mujeres y niños que entraron al campo de exterminio ese día aciago, estas palabras se convirtieron en la realidad durante los siguientes cuatro años.

Hoy se conmemora el aniversario de 70 años desde la liberación del campo de exterminio, en el cual 1.1 millón de personas fueron exterminadas. El evento conmemorativo, realizado por el Consejo Internacional de Auschwitz, incluyó discursos del presidente de Polonia, Bronisław Komorowski, testimonios de sobrevivientes y algunas oraciones para los judíos y cristianos. Albin, entre otros, es uno de los últimos sobrevivientes que todavía vive para contar la horrible historia de los años brutales de los campos de la Alemania Nazi.

Un forastero nunca llegará a entender la magnitud de las experiencias de Auschwitz o la otra docena campos del régimen nazi. Sin embargo, la muerte y el horroroso sufrimiento de esta historia es algo por lo que cada ser humano debe sentir empatía. Hoy verdemente fue un día para eso.

Se pueden leer todos los libros del mundo -Eli Weisel, Anne Frank, Maus…- o ir a todos los museos dedicados al holocausto, pero nada puede compararse con una visita en la cual uno tiene que caminar debajo del signo “abeit macht frei.” (el trabajo libera) y ver la muy real y muy horrenda evidencia de Auschwitz-Berkenau.

Yo tenía diecisiete años cuando visité Auschwitz-Berkenau como parte de un viaje escolar para conocer la historia del holocausto. Por primera vez en mi vida empecé a entender lo que significa “sentir la muerte en el aire”. Aún hoy, la nieve brutal no puede esconder el olor de los cientos de miles de almas perdidas en este infierno. Aunque es imposible ponerlo en palabras, caminas en estado de shock, tienes a tu alrededor la evidencia de la masacre más trágica en la historia del mundo.

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El holocausto tiene una realidad distinta de la mayoría de genocidios en la historia: el proceso extensivo, sistemático e ‘inteligente’ de matar a las victimas. El régimen nazi es conocido por tener uno de los ejércitos más organizados de la historia. Desde la construcción de las cabañas hasta los tatuajes de cada prisionero, el empeño planificado para la destrucción de una población te hace sentir nauseas.

Sin embargo, creer que Auschwitz era una fabrica de la muerte simplemente bajo de los parámetros de la eficiencia, sería una comprensión equivocada de la intención e historia de los nazis. Según el autor Daniel Goldhagen, especialista en el tema del holocausto, la mayoría de los relatos de la masacre tienden a enfatizar su eficiencia brutal y burocrática, con Auschwitz como el pináculo del avance tecnológico, en la cual la escala industrial no solo era emblemática, sino necesaria para su éxito.

La realidad es que si no hubieran creado las instilaciones de gas en Auschwitz, Dachau o los otros lugares, aún así habrían matado aproximadamente a la misma cantidad de gente. Casi la mitad de los judíos que fueron asesinados, y casi todos los no judíos, fueron ejecutados con métodos no industriales.

En resumen, lo que tenemos que tener en cuenta es que las cámaras de gas y crematorios, aunque se convirtieron rápidamente en el emblema de la Alemania Nazi, no eran el único poder detrás del movimiento. Pero esto, por supuesto, no nos hace sentir mejor, sólo sirve para asegurarnos que el alto nivel de la tecnología y organización industrial que lograron los nazis no fue tan útil como sugiere el estereotipo. El mecanismo de su industria tan planificado no fue tanto una meta por cumplir en número de víctimas, sino más bien una manera de proyectar una imagen global de poder ario a través del temor y el castigo consistentes.

Entonces, sí, hoy es el día en el cual celebramos la preservación de dignidad y persistencia de sobrevivencia biológica que lograron algunas víctimas de ese precedente terrible en la historia del racismo. Pero, además, enfrentamos un problema que existía en el pasado y continúa hoy, un peligro más horroroso que las cámaras de gas: la capacidad de convencer a una población y manipularla para apoyar la destrucción de una raza entera, no importa el costo, ni la humanidad.

*Estudiante de Birmingham-Southern College. Bloguera invitada.

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