El MERIDIANO 82

Publicado el El meridiano 82

Los yazidíes, del horror de Sinjar a la incertidumbre de Atenas

El avance del Estado Islámico en Irak y Siria provoca la migración de yazidíes hacia Europa. Algunos llegaron a Grecia y viven una difícil situación socioeconómica. Otra entrega de la colaboración entre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y El Meridiano 82.

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Por Acnur

Atenas es una de las grandes ciudades de Europa, pero Faraydun y su familia la ven desde un pequeño apartamento de planta baja en el que se sienten seguros pero no contentos. Las veinte personas que viven hacinadas en los únicos dos cuartos pertenecen a la etnia yazidí de Irak y aspiran a reunirse con parientes arraigados en otro rincón del continente.

“Quiero que mi niño y mi niña vivan en paz, seguros, sin miedo, en un mundo mejor», dijo Nazdar, esposa de Faraydun, de 28 años, al equipo de ACNUR que visitaba a la familia. Todos siguen traumatizados por las matanzas, los raptos y las violaciones que sufrieron los yazidíes en los alrededores de Sanjir, en el norte de Irak.

Faraydun y Nazdar huyeron de su aldea, Zoraba, cuando las milicias comenzaron a amenazar esta región de la provincia de Nínive, en la que los yazidíes viven desde hace siglos. “No podía quedarme a esperar que nos atacaran, estaba seguro de que ocurriría”, explica Faraydun. “Por eso tres días antes de la gran ofensiva huimos a la provincia de Dohuk, en el Kurdistán iraquí”. Faraydun tiene 32 años y era obrero de la construcción.

Al término de otro largo viaje lograron entrar en Grecia, pero los obstáculos para sobrevivir en Atenas siguen siendo enormes, y no solamente por la necesidad de ganarse el sustento. Al igual que la mayoría de los ocupantes del departamento carecen de documentos, corren el riesgo de ser detenidos y deportados.

Otro entrevistado cuenta que un miembro del grupo fue expulsado a Irak pese a que necesitaba someterse a hemodiálisis cada tres días. Retiró la solicitud de asilo y aceptó que lo repatriaran cuando la policía lo amenazó con tenerlo en la cárcel un año y medio.

ACNUR defiende en los medios de comunicación griegos las razones de los yazidíes y hace hincapié en sus necesidades. Lo que los yazidíes necesitan es protección y asistencia, no deben quedar detenidos. Deben recibir el mismo tratamiento que los refugiados sirios, a los que se les permite permanecer seis meses en el país con opción a prolongar la estadía.

Vistos los peligros que hay que enfrentar, ningún miembro del grupo de Faraydun quiere volver a Irak o a Siria. Para llegar a Dohuk la familia de Faraydun atravesó los desolados montes Sinjar. Los ancianos suegros, más vulnerables, terminaron quedándose en el Kurdistán iraquí, mientras que Faraydun y su esposa siguieron adelante con la ilusión de llegar a Alemania, donde vive una hermana de Nazdar. Sobre todo al enterarse de los abusos cometidos contra los yazidíes atrapados en Sinjar: “Prefiero que me maten”, dice, “a que me rapten y me vendan como esclava o me violen”.

A principios de agosto se unieron a un grupo de 80 yazidíes y algunos cristianos sirios para entrar a  Grecia cruzando el Evros. Como los traficantes los transportaban hasta Atenas en grupos de diez, muchos estuvieron esperando su turno escondidos en los bosques a la intemperie y sin comida.

Ningún yazidí ha declarado hasta ahora que quiere quedarse en Grecia. Todos esperan salir hacia otros países de la Unión Europea donde tienen parientes cercanos. Mientras tanto, a medida que se les acaba el dinero, esperan que estos mismos parientes les envíen ayuda económica, ya que las transferencias a través del Kurdistán iraquí están cerradas.

Las familias que comparten el apartamento se ayudan mutuamente y de vez en cuando reciben una mano de otros connacionales residentes en Grecia. Les preocupan el futuro y los familiares que dejaron atrás. “Le doy gracias a Dios por la seguridad en la que viven mis hijos y le ruego que salve a mis padres”, añade Nazdar.

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