El MERIDIANO 82

Publicado el El meridiano 82

Los retos del desplazamiento en Myanmar

 

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Por Medea Savary, oficial de ACNUR desde Myitkina, Myanmar

Un ingeniero comprueba el volumen del sonido en su grabadora. “Ti, ni, toe, lee” (un, dos, tres, cuatro), cuenta en birmano mientras un colega toma notas. Un tercer miembro del equipo habla a la audiencia mientras se preparan para una emisión al aire libre en el noreste de Myanmar de “Bright Young Stars” [“Estrellas jóvenes y brillantes”], un popular programa juvenil de radio con financiación británica.

Con una audiencia estimada de 8,9 millones de personas, el programa semanal del servicio en birmano de la BBC tiene un alcance enorme en un país donde muchas personas confían en la radio para informarse. Explora temas que afectan a la juventud, difunde concienciación e información, provoca el debate y facilita una voz nacional a los jóvenes.

Hoy, el programa se emite desde un campamento para personas desplazadas internas en la ciudad norteña de Myitkyina, capital del agitado estado de Kachin. “Queríamos oír cómo los jóvenes viven una situación de desplazamiento”, dice Suu Myat, productora jefe del programa, que es una coproducción de BBC Media Action y el servicio en birmano de la BBC. “Sabemos que el conflicto hace mucho tiempo que dura en Kachin, pero ¿qué significa esto para la gente joven como nosotros?”, añade.

Este es un tema que atrae relativamente poca atención mediática en Myanmar, pero más de 100.000 personas se han visto arrancadas de sus hogares en el estado de Kachin desde que, en junio de 2011, se rompió un acuerdo de alto el fuego que se había mantenido durante 17 años y se reanudaron las hostilidades entre la Organización para la Independencia de Kachín y las tropas gubernamentales.

Con la ayuda de ACNUR y organizaciones de ayuda locales en Kachín, los periodistas de “Bright Young Stars” se ganaron rápidamente la confianza de los refugiados jóvenes de los campamentos para personas desplazadas internas de Sitarpu y Kyar Mai Kaung, en Myitkyina.

“Cuando ponemos la radio, lo hacemos principalmente por la música. Muy pocas veces escuchamos los debates o las noticias”, explica Lum Zawng, un joven de 17 años de la etnia kachin, que lleva viviendo en el campo casi cuatro años. Además, la mayoría de emisiones son en birmano.

Suu Myat explica que cuando planifican un programa, “siempre intentamos tener presente que será la audiencia la que, en la medida de lo posible, conducirá el programa”. Y, tan pronto como entendieron lo que estaba pasando, los jóvenes del campamento se sumaron a la iniciativa con entusiasmo, hablando de su vida diaria y compartiendo opiniones sobre una amplia variedad de temas.

Algunos de estos jóvenes expresaron sus temores sobre el futuro. Con la existencia de un movimiento hacia un acuerdo de cese el fuego a nivel nacional y unas elecciones previstas para finales de año, estos jóvenes se enfrentan a muchas incógnitas. “De momento, no tengo muchas esperanzas después de todos estos enfrentamientos”, dice un joven kachín. Y añade: “A pesar de vivir con mi familia, no puedo tener una vida libre hasta que haya paz”.

El conflicto y el desplazamiento han dejado cicatrices tanto físicas como emocionales. Muchas personas dijeron a los periodistas que su mayor temor es que los jóvenes puedan recurrir a mecanismos negativos para superarlas, como las drogas y el alcohol o sean víctimas del tráfico de personas ― en especial las mujeres y niñas vulnerables.

En los campamentos también hay un gran sentido de la solidaridad, que se hizo patente en el programa. “Aquí escasean los profesores”, dice Naw Aum, que trabaja como maestra voluntaria. “Si [la gente joven de los campamentos] no tiene una educación, acabará trabajando por cuenta ajena por un salario diario. Me gustaría que tuvieran una aspiración”.

Para algunos de ellos, esta aspiración está clara: “Cuando sea mayor, quiero ser médico. Entonces cuidaré a las personas enfermas y pobres y ayudaré a la gente triste a sentirse feliz”, dice Htel San, de 13 años.

*Otra entrega de la colaboración entre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y El Meridiano 82.

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