El MERIDIANO 82

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Los refugiados de Yida, Sudán del Sur

Quinta entrega de la colaboración entre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y El Meridiano 82.

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Por Lorena Nieto, asistente de protección Acnur, Sudán del Sur

El fin de una de las guerras civiles más largas, y con ella el fin de la violencia y la discriminación étnica, se veía cerca y posible. Entre el 9 y 15 de junio de 2011 el 98% de los sursudaneses aprobaron el referendo sobre la independencia de Sudán del Sur y se firmó el Acuerdo Comprensivo de Paz (CPA), en el cual se acordó que el reconocimiento del Sur de Kordofán (región fronteriza entre Sudán y Sudán del Sur donde se encuentra la tercera parte de las reservas de petróleo en la región de África Sub-Sahariana) como un Estado independiente sería consultado a los ciudadanos. Sin embargo, la inestable paz encontró fin antes de ser realmente efectiva cuando el gobernador de la región suspendió el proceso y se retomaron los actos de violencia a partir de junio del mismo año. El enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF) y el Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA) en al región de Nuba, en el Sur de Kordofán, ocasinaron la huida de miles de personas hacia el estado de Unity en el Sur de Sudán donde se contituyó, de manera espontánea y no acompañada el campamento de refugiados de Yida.

“Muchas veces había querido ser parte del SPLA  por un tema de reivindicación frente a Kartum, que saca el petróleo y nosotros seguimos siendo pobres. Yo creía mucho en esa lucha política pero cada vez que intenté ingresar, el SPLA me negó la entrada debido a que como docente mi rol dentro del futuro de la comunidad era predominante”, dice Jabralla Tia, de 38 años, mientras recorremos  el campamento de refugiados de Yida a 12 kilómetros de la frontera con Sudán. Jabralla, docente refugiado de la región montañosa de Nuba, cruzó la frontera de Sudán hacia Sur de Sudán en 2011 en busca de protección para su vida y la de su familia.  En poco tiempo, miles de familias de la misma región empezaron a llegar narrando historias de combates, bombardeos, huídas, semanas escondidos en las montañas, en los arbustos, sin agua y sin alimentos.

En el 2012 la insitencia de los enfrentamientos entre SAF y SPLA mantuvieron a la población sudanesa de Nuba en la huída, para finales de este año el campamento alcanzaba una cifra total de 67.000 refugiados. En diciembre de 2013 el presidente del Sur de Sudán destituyó al vicepresidente acusándolo de intento de golpe, lo que desató un nuevo ciclo de violencia interna entre las dos tribus principales del país, los Dinka y los Nuer. Estos hechos incrementaron las cifras de desplazamiento interno del país y la tensión en la región fronteriza con Sudán. Para mayo de 2014 el campamento de Yida contaba ya con un total de 70.766 refugiados.

Los días en el campamento transcurrían con relativa tranqulidad. El equipo de Acnur, conformado por aproximadamente 50 personas, entre locales e internacionales, empezaba la jornada con la apertura del centro de registro para atender a los solicitantes recién llegados al campamento y los recorridos por los diferentes sectores para atender conflictos y necesidades de protección existentes. En estos recorridos estuvo siempre Jabralla conmigo, como traductor del equipo del Acnur. Fue durante estas caminatas de cuatro a seis horas que entendí en dónde estaba realmente y cómo era la dinámica; fue en las extensas conversaciones con él que entendí, por ejemplo, el lugar que la educación tenía para la gente de la región de Nuba, la importancia de proteger a los docentes y el acceso de los niños y niñas a la escuela.

Debido a que el campamento se instaló de manera no acompañada, la ubicación de las familias que iban llegando ocurrió de manera aleatoria. Quienes llegaban se ubicaban cerca de sus familias o de personas de su misma tribu sin que la distribución espacial jugara un papel determinante. Esto ocasionó altos niveles de concentración de familias en el centro del campamento y alta dispersión en la periferia generando retos en la instalación de puntos de agua y letrinas. Los conflictos cotidianos en el campamento estaban relacionados con el acceso a la salud, el agua y la educación.

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Ante la posibilidad de un flujo masivo de personas por la intensificación del conflicto entre Sudán y Sudán del Sur, Acnur envió un equipo de emergencia para apoyar a la operación en diciembre de 2012 y enero de 2013. Viaje desde Colombia hasta el Sur de Sudán y, de la mano de Jabralla, empecé a involucrarme en la discusión de protección de menores no acompañados, la coordinación de la repuesta en protección para evitar la acción con daño, la aproximación a la justicia tradicional y la comprensión de las estructuras sociales y políticas de los refugiados en el campamento.

A pesar de hacer largos recorridos con Jabralla por el campamento durante 2 meses, sé que no alcancé a recorrer todo el lugar; la única “calle” en el campamento es la del mercado donde comerciantes etiopies, eritreos, kenianos y darfurianos han establecido pequeños almacenes de abastos, ropa y utensilios de cocina. La estructura física de todo el campamento tiene como base los palitos de madera, algunas lonas para proteger las viviendas en la época de lluvia y unas pocas construcciones en ladrillo preparado por los mismos refugiados. La oficina de la administración oficial del gobierno Sur Sudanés en el campamento es la única estructura de concreto, así como la oficina del SPLA.

La educación, según explicaba Jabralla, es un aspecto fundamental para la prevalencia de sus comunidades; es el derecho fundamental para los niños y niñas, y la única alternativa de desarrollo para su pueblo. Esa búsqueda constante de acceder a la educación motivó a los demás docentes refugiados a unirse y establecer incipientes escuelas dentro del Yida, así ello significara recibir clases debajo de un árbol delgado en bancos de madera improvisados; pero también esta búsqueda generó que grupos de 50 o más niños y niñas refugiados en Yida fueran enviados sin control en buses, camiones y aviones a Uganda, Kenia y la capital del Sur de Sudán, Juba, sin un adecuado registro que les permitiera estar lejos de riesgos como las redes de trata de personas, la explotación sexual, la mendicidad y el reclutamiento.

Incluso habiéndole dedicado la mayor parte del tiempo a verificar las condiciones de las comunidades, por las entretejidas y laberínticas calles de Yida existen otros riesgos dentro del campamento. Algunos de esos riesgos son imposibles de identificar, en especial cuando se trata de niñas y niños no acompañados que llegaron huyendo de la guerra pero cuyos padres siguen en la región de Nuba, o los riesgos de violencia sexual y de género cuando el consumo de alcohol es alto, la alta existencia de armas y municiones y el control que varios grupos armados ejercen sobre el campamento.

En el campamento, al igual que en el país, hay dos etnias preponderantes: los Dinka, de estatura más alta, rasgos finos con tatuajes en la cara y en el cuello y de un color de piel más clara; y los Nuer, llamados los vaqueros, más tribales y más pobres. Históricamente, ambas etnias han tenido conflictos y disputas por las zonas de pastoreo, el paso del ganado, el uso del agua, etc., que han desatado fuertes enfrentamientos parecidos a los que se vienen registrando desde el mes de diciembre de 2013 en todo el país.

El conflicto entre los Dinka y Nuer ha provocado masacres y confrontaciones, al igual que ataques contra funcionarios humanitarios, cuyo resultado ha sido las evacuaciones frecuentes del personal del Acnur debido a las precarias e inestables condiciones de seguridad; una vez más, muchos de los refugiados han tenido que huir y se han desplazado a zonas urbanas en donde la situación es cada vez más difícil e incierta.

En diciembre de 2013, cuando el equipo del Acnur en Yida fue evacuado ante la situación de riesgo, quedé muy preocupada por la situación de Jabralla, las mujeres que nos apoyaban en la cocina y otros líderes del campamento. A través del cocinero del complejo de Acnur logré ubicar a Jabralla. Él continúa en Yida, con su familia, trabajando con el Acnur que retomó también el trabajo en el mes de febrero de 2014. Sigue ahorrando dinero para estudiar y prepara ahora su matrimonio con una refugiada sudanesa en este mes de mayo. Ahora recuerdo a ese traductor cuyas facciones eran finas y sus dientes blancos, sus pestañas largas y su cuerpo en forma, su dignidad y compromiso con su trabajo, su comunidad y su país.

Las condiciones de vida de los habitantes de Sudán del Sur se siguen deteriorando en medio de la lucha por los intereses económicos. A pesar de la historia de violencia que ha caracterizado a los pueblos de esta vasta región, la celebración de la independencia del país alcanzada en 2011 después de largos y difíciles años de guerra civil, se ha visto opacada con el desplazamiento forzado de más de 100 mil personas en los últimos cinco meses.

Fotos: AFP

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