El cierre de otras fronteras y la culpabilidad del preso político de más peso para el régimen madurista son acciones tomadas justo a tiempo. Tres meses antes de las elecciones, el chavismo sin Chávez se afianza a los golpes y sin miras a un final feliz
Rubén Machaen* | @remachaen
La agenda de Nicolás Maduro es una mofa peligrosa. Ambos adjetivos, por separado, conforman la nueva ecuación del chavismo sin Chávez: mofa por Nicolás, quien pone verbo y cara a los exabruptos del gobierno, y peligrosa por quienes lo asesoran. Para nadie es secreto que la inteligencia política del actual presidente de Venezuela no da ni para una cuarta parte de las acciones tomadas por el gobierno desde la muerte de Hugo Chávez en 2013.
Basta hacer recuento de su breve presidencia para ver cómo, a la brava, ha sorteado las crisis de su gobierno. En abril, poco más de un mes después de la muerte de Hugo Chávez, llega a la presidencia en controvertidas elecciones y luego, frente a un escaso margen de popularidad y como franca medida populista, da la orden de saquear la cadena de almacenes Daka en plena víspera de las elecciones municipales de diciembre de 2013.
Dos años después, el populismo exacerbado ya es barajita repetida para el venezolano. Por eso, el mentado cierre de la frontera debe ser visto más como causa que consecuencia: el objetivo es un prolongado Estado de Excepción, otra vez, en víspera de elecciones parlamentarias. Así se abona el escenario de una campaña electoral sin garantías; sin observadores internacionales y, en el peor de los escenarios, incluso suspensión de los comicios por cuestiones de “Seguridad Nacional”.
Simultáneamente, y no por casualidad, Leopoldo López es declarado culpable después de un juicio diferido y espaciado a conveniencia del gobierno. Que su mayor trofeo de persecución política sea condenado, también, a escasos meses de las elecciones parlamentarias, tampoco es casualidad.
Así, mientras ciudadanos colombianos son deportados de Venezuela, sus casas requisadas o demolidas y la posibilidad de nuevos cierres de frontera, Nicolás Maduro se despide -y se mofa- bailando La pollera colorá como melodía de su fuerza, antes de partir a Vietnam para “acuerdos estratégicos”, cuyas estrategias son cada vez menos claras y más desastrosas.
A tres meses de las elecciones, fronteras cerradas y Leopoldo López sentenciado y condenado, el escenario político es desesperanzador incluso para el propio chavismo, que por bien asesorado que esté y a punta de represión y enemigos externos inventados, deja a Venezuela pareciéndose cada vez menos a lo que un día pudo llegar a ser.
*Periodista venezolano. Bloguero invitado.