Protestas en Ciudad de México tras el multihomicidio en el que murió el fotógrafo Rubén Espinosa. / EFE
Por Marcela Alcánta Guerra / @marcealguerra
México, D.F.
Las últimas fotografías en Instagram de Rubén Espinosa asombran por su belleza. Son postales urbanas de la Ciudad de México, a donde hacía unas semanas había emigrado para refugiarse del acoso del que era víctima en el estado de Veracruz. Con su vocación por dejar testimonio de los movimientos sociales y de las protestas se había ganado la animadversión del gobierno de turno. Una de sus fotografías llegó a la portada del semanario Proceso, en ella el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, se muestra obeso, autoritario y poco favorecido. El brutal encuadre de Rubén causó la supuesta compra masiva de ejemplares de la revista por parte del gobierno. En México los gobernadores son virreyes y en su reino no pueden quedar mal.
Según las primeras fuentes, las amenazas a la vida del fotoperiodista fueron tales que el miedo lo obligó a autoexiliarse en el Distrito Federal, la ciudad que lo vio nacer. Sin embargo, el viernes 31 de julio, pocas semanas después de haber llegado, perdió la vida. Fue asesinado junto con otras cuatro mujeres: Yesenia Quiroz, Mile Virginia Martin, Nadia Vera y Alejandra Negrete. Todos fueron torturados antes de ser asesinados.
Vea aquí una nota sobre la muerte de la colombiana Mile Virginia Martín
México es hoy uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. Las principales razones son la censura del gobierno y las amenazas del crimen organizado. De acuerdo a la organización internacional Article 19, “estos asesinatos se producen en medio de un contexto de violencia contra las y los periodistas en todo el país, y con especial incidencia en Veracruz, frente a la cual las autoridades tanto estatales como federales han sido incapaces de cumplir sus funciones. La impunidad generalizada, y la propia participación de autoridades son elementos característicos de la gran mayoría de las agresiones”. La misma organización ha documentado un total de 18 periodistas muertos en Veracruz desde el 2000, de los cuales 11 han fallecido durante el sexenio del gobernador de Veracruz, Javier Duarte. A nivel nacional la cifra es igualmente desalentadora, con 88 asesinatos.
Actualmente, como respuesta al contexto de violencia de que son víctimas los comunicadores en México, el gobierno ha instaurado una serie de medidas para protegerlos. El Mecanismo de protección a periodistas y defensores de derechos humanos surgió hace tres años, sin embargo, su funcionamiento ha sido criticado por activistas y organizaciones de la sociedad civil. Pocos días antes del brutal asesinato, varias organizaciones presentaron un diagnóstico en el que acusaron la falta de voluntad política para hacer efectivo este mecanismo. Roberto Campa, encargado de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, dio a conocer en esas mismas fechas que 125 periodistas se encuentran en este momento bajo este sistema de protección.
Mientras tanto, la respuesta de los periodistas y la sociedad civil en México no se han hecho esperar. El domingo en la tarde, hubo una concentración de personas en monumento del Ángel de la Independencia. Las redes sociales y los principales medios han seguido de cerca las primeras reacciones del gobierno frente a este asesinato. Tanto la Procuraduría General de la República como la Procuraduría del Distrito Federal han prometido llegar al fondo de la investigación. El Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y condenó el asesinato: “Toda agresión contra comunicadores y medio de comunicación debe entenderse como un intento por impedir la libertad de expresión y debe condenarse de manera enérgica”.
Sin embargo, la desconfianza y la indignación frente al asesinato de Rubén Espinosa se suma a una ya larga fila de tragedias que han impactado al país desde inicios de este sexenio. México está pasado por algo mucho más grave que una mala racha. En este contexto resuenan las palabras que la periodista y defensora Lydia Cacho escribió al respecto: “Sólo quien vive bajo amenazas sabe que el reloj marca las horas de forma diferente. No simplemente se vive el miedo propio, también acosa el duende de la autocensura que hace que nos preguntemos: ¿de verdad valdrá la pena el riesgo por develar una tropelía más en un a país de indignos gobernantes?”. La prensa en México se encuentra bajo acecho, muy mala noticia para un país necesitado de verdad.