El MERIDIANO 82

Publicado el El meridiano 82

Fin de un ciclo de sufrimiento

 

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Por Nino Kajaia en Dzegvi, oficial de ACNUR en Georgia.

Olga Khutsishvili tiene malos recuerdos de su infancia en Georgia, creciendo en la pobreza, sin acceso a una educación completa ni a otros derechos. “No sabía leer ni escribir y todo el mundo se reía de mí. No puedo recordar esos años sin lágrimas en los ojos”, explicó recientemente al ACNUR la muchacha de 19 años en la aldea de Dzegvi, donde vive con su madre y su hijo.

El origen de su desdicha se remonta al matrimonio de sus padres en 1980. Como su madre rusa había perdido todos sus documentos, su matrimonio con el padre georgiano de Olga no pudo registrarse. Esto significó que el nacimiento de Olga 16 años después nunca fue inscrito, y sin un certificado de nacimiento –y prueba de nacionalidad– carecía de muchos derechos.

Pero hoy, en un giro alentador hecho posible con la ayuda del ACNUR, Olga tiene la nacionalidad georgiana y está participando en una campaña de sensibilización de la misma Organizacion destinada a ayudar a alrededor de otras 2.000 personas en Georgia en riesgo de apatridia. “Ya no soy apátrida y puedo ir al médico, traer a mi bebé y disfrutar de los mismos derechos que los demás”, dijo.

Olga recordaba que, al hacerse mayor, llegó a ser dolorosamente consciente de cuán importante era la documentación para llevar una vida normal y tener acceso a los derechos que otros dan por sentado. En la primera ciudad en que su familia vivió, no le fue posible ir a la escuela o visitar al médico.

Tras mudarse a otra ciudad, su madre logró persuadir al director para matricularla, pero Olga no era feliz. “¿Imagina estar en primer grado a la edad de diez años?” preguntó Olga. Su madre y ella se trasladaron nuevamente cuando el padre de Olga murió y pudo estudiar durante dos años, “pero sin documentación me vi obligada a abandonar la escuela otra vez”.

Para mediados de 2013, Olga estaba en la misma situación en la que una vez estuvieron sus padres. Tenía un marido, pero ningún certificado de matrimonio, y tuvo al bebé Zaza, cuyo nacimiento no pudo registrar sin documentación. Parecía como si el ciclo de sufrimiento se repitiese.

Pero justo cuando pensó que su problema podría seguir durante generaciones, se encontró con el personal del ACNUR que se encontraba en una visita de terreno a Dzegvi para reunirse con familias vulnerables. La agencia para los refugiados y su socio local, el Centro de Reformas e Innovaciones, le indicaron cómo obtener los documentos necesarios a través del Registro Público, incluyendo los papeles para demostrar que había vivido en Georgia por más de cinco años, habilitándola así para conseguir la nacionalidad.

La documentación que Olga reunió le permitió convertirse en ciudadana georgiana en julio de 2013 y en enero del año pasado finalmente obtuvo un certificado de nacimiento y una tarjeta de identificación. Su madre y su hijo, Zaza, también consiguieron la ciudadanía. “Esto significa mucho para mí”, dijo Olga. “Ahora mi hijo podrá acceder a una educación; me alegra que no se tenga que enfrentar a las mismas dificultades que tuvimos”.

La historia de Olga debería animar a otros en una situación similar a la suya, muchos de los cuales viven en zonas aisladas del país y desconocen cómo resolver su situación. Georgia ha demostrado su buena disposición para ayudar a poner fin al sufrimiento de los aproximadamente 2.000 hombres, mujeres y niños apátridas o en riesgo de apatridia.

Desfavorecidos durante años, las personas apátridas se han acostumbrado a vivir al margen de la sociedad. Así que dar ese paso para reclamar sus derechos significa superar un obstáculo psicológico”.

Para facilitar este paso, el ACNUR acaba de lanzar una campaña de sensibilización, incluyendo un video con Olga que está siendo retransmitido en canales de televisión nacionales. Muestra cómo una vida sin nacionalidad deja muchas cicatrices e informa a la gente sobre los derechos de las personas apátridas. El spot televisivo es también parte de la campaña mundial #IBelong del ACNUR para la erradicación de la apatridia para el 2024.

Mucho se ha hecho ya. El número total de personas apátridas y aquellos en riesgo de apatridia o de nacionalidad indeterminada cayó en Georgia de 11.000 en 2007 a unos 3.000 en 2010. Desde 2011, a otras 600 personas se les ha concedido, restaurado o determinado la ciudadanía, gracias a la cooperación entre el ACNUR, el Centro de Reformas e Innovaciones y el Ministerio de Justicia.

Olga, mientras tanto, está decidida a ser autosuficiente y mantener a su familia después de años de vivir en la pobreza porque ella y su madre no pudieron trabajar legalmente por falta de documentos. Ha aprendido a leer y escribir con la ayuda de una monja en el centro de acogida a familias vulnerables.

*Otra entrega de la colaboración entre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y El Meridiano 82.

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