El MERIDIANO 82

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Bashar al Assad, reelegido en medio de la guerra

Bashar al Assad fue reelegido como presidente de Siria, en unos comicios tildados como ilegítimos por las potencias occidentales, porque se desarrollaron en medio de una guerra civil que ha dejado más de 150 mil muertos.

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Por Daniel Salgar Antolínez / @DanielSalgar1

La imagen de los Assad ha sido el pan de cada día durante más de 40 años en Siria. Además de dos presidencias, los miembros de la familia han ocupado la Vicepresidencia y muchos cargos en las altas esferas militares, políticas y parlamentarias. No es nuevo que uno de ellos sea señalado como responsable de una mortandad masiva de civiles. Resulta imposible entender la violencia que vive actualmente el país sin mirar al pasado del actual presidente, Bashar al Assad, para encontrar que la represión que ejerce contra sus opositores es una lección aprendida de su padre.

Hafez al Assad se crió en una familia pobre de origen alauita. Su pertenencia a esta facción del islam, que representa una minoría de la población siria (10%) y que comparte algo de su doctrina y prácticas con el islam chiíta, explica los lazos étnicos que Siria mantiene con Irán e Irak, país de mayoría chiíta, y su rivalidad histórica con Arabia Saudita, la monarquía suní. Aún hoy la mayoría de altos funcionarios del gobierno pertenecen a la etnia alauita y la oposición siria es de mayoría suní.

El hecho de ser alauita marcó el giro por el cual Hafez pasó de ser un humilde analfabeta a un guerrero y mandatario reconocido en Oriente Medio. Cuando él era un niño Siria estaba dominada por los franceses, y éstos, para congraciarse con los alauitas les brindaron una educación gratuita en escuelas rurales. Su educación superior la hizo en el ejército, en Damasco y luego con los soviéticos. Desde entonces sus lazos con la URSS se fortalecieron cada vez más. Hoy, gracias a esa alianza, Rusia tiene en el puerto sirio de Tartus la única base naval que le queda desde la disolución de la Unión Soviética.

Aunque tuvo que cantar el himno de Francia en el colegio, desde pequeño a Hafez le enseñaron que los franceses eran el poder ocupante, frente al cual es lícito ejercer resistencia. Creció impregnado de ideas nacionalistas en contra de la intervención extranjera, en un país históricamente disputado por poderes foráneos dada su ubicación geoestratégica. Esa era la ideología básica del partido Baaz. Influido por ese pensamiento, Hafez luego apoyaría movimientos de resistencia a la ocupación israelí, como Hamás en la Franja de Gaza y Hezbolá en el Líbano.

Siria se independizó cuando Hafez tenía 16 años, en 1946. Pero la independencia sólo llevó inestabilidad, golpes militares y la redacción de cuatro constituciones. En 1958 el país se fusionó con Egipto para formar la Gran República Árabe. Eso generó malestar en los sectores nacionalistas, al punto de que Baaz dio un golpe en 1961 y ese mismo año Hafez, que ya era militante del partido, fue nombrado jefe de las Fuerzas Aéreas. Cuando estaba en ese cargo se desató la Guerra de los Seis Días de 1967 contra Israel, en la que Siria sufrió una derrota y el ejército israelí ocupó un territorio sirio conocido como los Altos del Golán. Esto, sin embargo, no impidió que Hafez llegara a la Presidencia en 1971.

Con el padre de Bashar al Assad al mando se aprobó una quinta Constitución que hasta hoy sigue vigente. La Carta Magna otorga al presidente competencias para nombrar y destituir al vicepresidente y a todos los ministros, así como para proponer leyes que tienen asegurada su aprobación, porque en la práctica Baaz se convirtió en un partido único. Desde que se redactó esa Constitución, en los siguientes comicios presidenciales celebrados cada siete años, Hafez obtuvo siempre el 99% de los votos, lo cual terminó por evidenciar la existencia de fraude electoral.

Las aventuras bélicas de Hafez en la Presidencia empezaron en 1973, cuando provocó la Guerra del Yom Kippur contra Israel, con el objetivo (fracasado hasta hoy) de recuperar los Altos del Golán. Y luego, en 1976, cuando el vecino Líbano vivía una sangrienta guerra civil y Assad envío tropas para apoyar a los cristianos maronitas que luchaban contra milicias palestinas y el bloque nacionalista libanés. Esa operación la realizó, sorpresivamente, con el beneplácito de Tel Aviv y Washington.

La invasión al Líbano le generó a Siria el rechazo de países árabes que lo vieron como un Estado traidor, porque Hafez había mostrado antes su apoyo a la causa palestina, había criticado a Egipto por acercarse a Israel y se había negado a hablar de paz con la mediación de EE.UU. Además de ser señalado por la ambigüedad de su política exterior —que hasta hoy se mantiene—, en el interior del país la decisión del presidente generó descontento en grupos islámicos y comunistas.

A principios de los 80 la oposición siria crecía y Hafez, como lo escribió el expresidente estadounidense Jimmy Carter en uno de sus libros, ya había adquirido “una reputación de crueldad hacia cualquiera que se resistiera a su autoridad”. La economía estaba cerrada a la inversión extranjera, no existía libertad de expresión y Siria se convirtió en uno de los países más herméticos y controlados de la región. Así, Assad padre había logrado lo que quieren las dictaduras: estabilidad. Con eso ganó el apoyo de la mayor parte de una población cansada de vivir entre invasiones y golpes militares, pero también cultivó la ira de los sectores más críticos.

En 1980 Hafez por poco pierde la vida en un atentado planeado por grupos islámicos. Se salvó, según diversas versiones, al patear la granada que iba dirigida contra él. En respuesta al atentado, el gobierno estableció una política represora que permitió la encarcelación de miles de abogados, escritores, líderes islámicos y, sobre todo, miembros de los Hermanos Musulmanes. Muchos integrantes de la cofradía islámica huyeron del país o fueron ejecutados en las cárceles sirias, que eran las más temibles de la región.

Esa persecución generó protestas que fueron reprimidas en ciudades como Alepo, Hama y Homs, donde hoy se repiten las mismas escenas. Por ejemplo, en 1982 en Hama, 150 militares suníes se rebelaron contra el gobierno. La respuesta oficial fue un bombardeo indiscriminado que duró más de 20 días y mató al menos a 10 mil personas. Muchos de los hijos de quienes fueron masacrados en esa ocasión volvieron a rebelarse contra el gobierno de la actual guerra civil y fueron reprimidos de nuevo con artillería pesada.

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Desde el inicio de los 90 Hafez había preparado al mayor de sus hijos, Basel, para que lo sucediera en el cargo. Pero en enero de 1994 Basel estrelló su Mercedes Benz en una autopista de Damasco y murió. Entonces, por accidente, Hafez tuvo que llamar a su hijo menor, Bashar, para que fuera su heredero.

Para entonces, Bashar al Assad gozaba de una vida apacible en Londres, donde hacía una especialización en oftalmología después de graduarse como médico en Damasco. En la capital inglesa supuestamente tenía otra identidad, estaba desinteresado por la política y las críticas mundiales contra su padre. Dedicaba su tiempo libre a la fotografía, a escuchar la música de Phill Collins y a la novia que conoció allí, Asma al-Akhras, quien luego sería su esposa. Sin embargo, renunció a las rutinas de Occidente para volver a su país.

Bashar ascendió rápidamente en cargos militares y políticos, necesarios en el currículo de cualquiera que aspire a la Presidencia siria. El 10 de junio de 2000, cuando Hafez al Assad murió de un ataque cardíaco después de estar 30 años en el poder, ya se sabía que Bashar tomaría el relevo. Para que pudiera ser presidente a sus 34 años fue modificado un artículo de la Constitución, según el cual el jefe de Estado debía tener mínimo 40. En el funeral de Hafez la multitud juró fidelidad al nuevo mandatario.

La oposición siria tenía muchas esperanzas de cambio, que se incrementaron cuando Bashar al Assad mostró interés en reformar el país y trabajar por las libertades civiles. Durante sus primeros meses en la Presidencia se abrieron cibercafés, se instalaron antenas parabólicas que trajeron canales de otros países, se liberaron algunos presos políticos y se levantó la prohibición de la Coca-Cola. Al Assad hijo realizó ciertas aperturas económicas y facilitó la llegada de bancos extranjeros. Paradójicamente, esos vientos de cambio fueron llamados por algunos la “primavera de Damasco”.

Esa “primavera” duró muy poco. Apenas dos años después empezaron a censurarse los incipientes medios de oposición, los foros de internet y las declaraciones políticas de disidentes. Los activistas volvieron a las cárceles, a las torturas, a las desapariciones forzadas, al exilio. Assad cambiaba sus posturas, asesorado y acorralado por la vieja guardia baazista.

En 2005 el presidente dio una sorpresa al ordenar la retirada de las tropas que su padre envió al Líbano. Pero tras la retirada había un oscuro episodio: la muerte del primer ministro libanés Rafic Hariri, atribuido por varios sectores a los servicios secretos sirios, que operaban con el apoyo de Hezbolá en el país vecino.

Desde ese año se veía venir la ola de oposición que hoy tiene al régimen contra la pared. Más de 250 intelectuales, miembros de partidos árabes, religiosos, laicos, kurdos y hasta los Hermanos Musulmanes, escribieron la Declaración de Damasco, en contra del “autoritarismo y totalitarismo” del Estado. Llamaban a hacer reformas graduales. En vez de abrirse al dialogo, Assad ordenó encarcelar a 12 firmantes del documento y aceleró una “liberalización económica” que aumentó el descontento, porque se retiraron prestaciones sociales y subsidios estatales que favorecían a los pobres.

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En mayo de 2007 la oposición boicoteó un referendo en el que el presidente obtuvo un 97,62% de votos favorables. Assad, en todo caso refrendado, reforzó el inmenso aparato de la seguridad interna, la solidaridad sectaria con los chiítas y las preferencias de las que goza la minoría islámica alauí.

Si bien es usual comparar a Bashar con su padre, debido al mantenimiento de la represión, en opinión de Barah Mikail —investigador de Oriente Medio de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior—, hay aspectos en que los dos son diferentes: “Hafez era militar, mientras Bashar tiene una formación académica. Hafez tenía personalidad fuerte y solía imponer sus decisiones a su séquito, mientras la personalidad de Bashar se ha fortalecido con los años, pero parece seguir dependiendo de la asesoría y voluntad de quienes lo rodean”.

Bashar al Assad ha respondido a las protestas antigubernamentales que estallaron hace más de tres años del modo en que le enseñó Hafez. El presidente insiste en no permitir la injerencia extranjera en su política interna, aunque quienes en parte lo salvan de una intervención militar de EE.UU. sean los viejos aliados de su padre: los iraníes y los rusos.

Su triunfo en las pasadas elecciones estaba cantado. Arrasó con el 88.7% de los votos, en unos comicios calificados como ilegítimos por las potencias occidentales, porque se desarrollaron en medio de una guerra civil que ha dejado más de 150 mil muertos. Quizás esté entre los planes del mandatario reelecto designar como su sucesor al primero de sus hijos, a quien llamó Hafez.

*Está es una versión actualizada de un artículo publicado en este diario el 25 de enero de 2014.

Fotos: AFP

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