Otra entrega de la colaboración entre Médicos Sin Fronteras (MSF) y El Meridiano 82.
Adama Kargbo, de 18 años, vive en Sierra Leona. Quedó embarazada y, cuando estaba de unos cinco meses, contrajo el Ébola y fue ingresada en un centro de tratamiento de Ébola de Médicos Sin Fronteras en Kissy, en las afueras de Freetown. De hecho, fue la primera paciente en ser ingresada en este nuevo centro. Perdió el bebé, algo común entre las embarazadas que contraen el Ébola, pero logró sobrevivir. Ahora ha sido dada de alta, tras lo cual ha recibido apoyo psicosocial y médico.
La tasa de mortalidad de las embarazadas con Ébola es objeto de discusión. Según un estudio en la República Democrática del Congo, el 95% de ellas murieron, pero la muestra era muy pequeña y no se pueden sacar conclusiones. El pronóstico para el feto es mucho peor: hay una gran carga viral concentrada en él.
Adama vivirá ahora en la casa de su tía, que está en Waterloo, a una media hora en coche del centro donde fue tratada. No puede volver a su hogar porque su familia cercana también contrajo el Ébola y su casa está puesta en cuarentena.
El estigma será el primer rival al que tendrá que enfrentarse Adama. Por eso, los equipos de MSF la acompañaron a su nueva casa y la abrazaron delante de la comunidad: ahora Adama yo no es contagiosa. Se abre ahora un periodo en el que Adama tendrá que descansar, porque pese a no tener Ébola es normal que los supervivientes estén débiles los primeros meses. “Cuando esté mejor, quiero ir a la universidad, estudiar contabilidad y trabajar en un banco”, explica Adama.