Recibí el viernes un mail de Antonio, uno de los blogueros seleccionado para cubrir la Feria del Libro (Filbo). Ambos coincidíamos en que el precio de los libros era demasiado alto de lo que una “feria” debía ofrecer. Me proponía que hiciésemos un post en el que le preguntáramos a los distribuidores y los propios lectores si creen que los libros son caros en Colombia. Así que nos pusimos a preguntar.
Nuestra incursión de domingo comenzó por la mañana, cuando el bogotano está pasando el guayabo del sábado y se pueden recorrer los pabellones con calma, sin la necesidad de sacar el jugador de rugby que todos llevamos dentro.
Los primeros entrevistados fueron Heberto y Ana Cristina Sierra, padre e hija que sin falta vienen todos los años hasta Corferias. Normalmente compran un promedio de seis o siete libros cada vez que vienen, y aunque se ponen un presupuesto de entrada de cien mil pesos, siempre terminan gastando más de la cuenta – el año pasado llegaron hasta casi doscientos mil pesos-. Esta pareja hace parte de la población lectora activa que suele manejar un poder adquisitivo considerable, que además cuenta con educación universitaria, lo que les lleva a comprar libros especializados que no suelen tener un descuento significativo.
Después nos encontramos con Marcela Martínez y John López una pareja de veinteñeros que asisten por primera vez a la Filbo. ¿Por qué vienen? El deber universitario: Marcela tiene que visitar el stand de Rafael Pombo, porque estudia educación para la primera infancia. Hacen parte de los asistentes (no sabemos si muchos o pocos) que no planean comprar libros. No vienen con un presupuesto establecido y, tal vez si algo les llama la atención, realizarían una compra.
Por ahora, las dos parejas a las que hemos entrevistado nos han explicado que para ellos los libros están demasiado caros. Sin embargo, Enrique López, que iba acompañado de su familia, no parecía sorprendido por los precios de libros. Este hecho nos llamó la atención porque las dos parejas anteriores consideraban los libros caros y reforzaban nuestra hipótesis.
Sin embargo, Enrique nos rompía los esquemas. Sus adquisiciones –que eran bastantes– constaban de libros infantiles, para su hija, y otra serie de libros de recetas de cocina y meditación para su mujer. Esto nos llevó a pensar que tal vez la cuestión de los precios debía ser relativa al tipo de mercado de libros al que se apunta. Es cierto que para quien busca libros muy especializados el presupuesto no rinde mucho, pero en una sección como la de literatura infantil, esta hipótesis pierde piso.
Desconcertados por estas preguntas, nos topamos con Ibeth Duque y Andrea Ortíz quienes continuaban rebatiendo nuestra idea. Aunque dejaron claro el hecho de que en su casa no hay cultura de lectura, las dos nos señalaron que leen de manera más o menos habitual. Nuestras caras expresaron todo tipo de gestos dignos de La Máscara. Para ellas, los libros no son nada caros y a principio del día ya habían comprado más libros de los que esperaban. Otro aguijón en nuestra hipótesis.
Finalmente abordamos a Juan Felipe e Isabela Céspedes, hermanos que aún no se han graduado del colegio y que leen un promedio de 5-8 libros anuales. Vienen a mirar libros y su presupuesto para la Feria depende de sus padres. Ahora bien, nunca salen con las manos vacías.
Al final nos quedamos con la sensación de que sí, los libros son caros, pero ante el valor cultural que ofrecen y ante una oportunidad como la Filbo, los bogotanos siguen considerando importante asistir y comprar algún libro, aunque sea una vez al año. El «libro» se muestra entonces como un bien cultural y una inversión a largo plazo que, mal que bien, merece la pena.
Por: Antonio Jarne y Adriana Roque
PS. El post con las opiniones de los distribuidores se los debemos.