El invitado

Publicado el castor131

Ha llegado la hora

Ha llegado la hora de despedirnos. Han sido 3 días de rock, violencia, cigarrillos, mala comida, televisión, bandas extrañas, rock de nuevo, jóvenes, locura, policía, requisas, guitarras, peinados chistosos, batas orientales, etc.
Ha sido un largo camino y, sin embargo, el que nos queda de regreso a casa… Es de noche. Salimos a una calle que está llena de botellas de coca-cola y paquetes de papas. La noche está tranquila. Después del día todo tiene que estar bien, en calma. Pero es una calma aparente. Hay cierto calor en el ambiente. Por todos lados se ven hombres y mujeres sudorosos. Caminan cansados.
Hay postes de luz por todos lados. Nos recuerdan que todavía estamos en la ciudad. Ya no dentro de este bosque extraño en el que la música sonaba fuerte.
Uno se siente mal. Tiene las rodillas cansadas. Promete nunca volver. El sacrificio por el rock a veces es demasiado, peor si ha llovido. La calle se alarga hacia el oriente y el occidente. Hacia el oriente se ven las montañas. Al otro lado -hacia donde voy- hay un montículo, una rotonda.
Entonces entramos por un túnel que está por debajo del montículo. Es el túnel más despreciable al que uno pueda entrar. Está lleno de graffitis y afiches. Los mismos que caminaban al lado de uno ahora están sentados, descansando. Están iluminados por la luz del túnel.
Le recomiendo comer una mazorca. Las venden en el mismo túnel y son de lo mejor que hay. Tiene grasa por montones y sal como para hacer explotar su tiroides. Uno lo siente. Siente como se inflama (¿la tiroides se inflama?, seguro que no). Es decir, uno no sabe nada de medicina, pero está seguro de que pronto le dará un paro o algo más grave. Siente el calor, la grasa llegándole al corazón. Ha sido un buen día. Pero quizá, ya es suficiente.
Usted recordará noches enteras sentado sobre un andén, esperando a que un bus pare vacío, o filas enteras de gente esperando. También recordará caminar hasta su casa. El calor del bus es delirante. Es como otro túnel. Sienta como se rompe su voluntad y comienza a alucinar.
Ha llegado la hora de despedirnos.

Ha llegado la hora de despedirnos. Han sido 3 días de rock, violencia, cigarrillos, mala comida, televisión, bandas extrañas, rock de nuevo, jóvenes, locura, policía, requisas, guitarras, peinados chistosos, batas orientales, etc.

Ha sido un largo camino y, sin embargo, el que nos queda de regreso a casa… Es de noche. Salimos a una calle que está llena de botellas de coca-cola y paquetes de papas. La noche está tranquila. Después del día todo tiene que estar bien, en calma. Pero es una calma aparente. Hay cierto calor en el ambiente. Por todos lados se ven hombres y mujeres sudorosos. Caminan cansados.

Hay postes de luz por todos lados. Nos recuerdan que todavía estamos en la ciudad. Ya no dentro de este bosque extraño en el que la música sonaba fuerte.

Uno se siente mal. Tiene las rodillas cansadas. Promete nunca volver. El sacrificio por el rock a veces es demasiado, peor si ha llovido. La calle se alarga hacia el oriente y el occidente. Hacia el oriente se ven las montañas. Al otro lado -hacia donde voy- hay un montículo, una rotonda.

Entonces entramos por un túnel que está por debajo del montículo. Es el túnel más despreciable al que uno pueda entrar. Está lleno de graffitis y afiches. Los mismos que caminaban al lado de uno ahora están sentados, descansando. Están iluminados por la luz del túnel.

Le recomiendo comer una mazorca. Las venden en el mismo túnel y son de lo mejor que hay. Tiene grasa por montones y sal como para hacer explotar su tiroides. Uno lo siente. Siente como se inflama (¿la tiroides se inflama?, seguro que no). Es decir, uno no sabe nada de medicina, pero está seguro de que pronto le dará un paro o algo más grave. Siente el calor, la grasa llegándole al corazón. Ha sido un buen día. Pero quizá, ya es suficiente.

Usted recordará noches enteras sentado sobre un andén, esperando a que un bus pare vacío, o filas enteras de gente esperando. También recordará caminar hasta su casa. El calor del bus es delirante. Es como otro túnel. Sienta como se rompe su voluntad y comienza a alucinar.

Ha llegado la hora de despedirnos.

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