El invitado

Publicado el Ariadna Roque

A primera vista…

Adriana Roque*

… la Feria parece más de lo mismo. Nada tremendamente novedoso, ni muy accesible en términos económicos. La tarde de sábado se abrió cual milagro y permitió a los asistentes aprovechar de un par de horas de sol tibio, de ese previo al diluvio (que efectivamente sucedió). Hoy era mi día de reconocimiento en la Feria: hice un paneo general por varios pabellones, evitando a toda costa mandar mi mano a la billetera y consultar mi presupuesto, para ver si de pronto me alcanzaba para ese libro que tenía (¡oh sorpresa!) 4mil pesos de rebaja.

También recordé por qué había dejado de asistir los sábados en la tarde: la cantidad de gente, boy scouts, grupos de profesoras con los pelos de punta tratando de mantener a los grupos de preescolar juntos, stands apetecidos y desbordados en los que finalmente no se puede ver nada con calma. Si tienen el tiempo y lo que quieren es inspeccionar los stands en busca de títulos y precios -o simplemente inspeccionarlos-, el mejor día para que vayan bien puede ser un martes a las 2pm, o miércoles en la mañana, por ejemplo. Pueden encontrarse con uno o dos grupos de colegio, pero muchas de las mentes adolescentes corren al pabellón de ilustraciones y miscelánea, por lo que no deberían generar mayor incomodidad. Si no tienen el tiempo… pues ni modo.

Por el momento, el pabellón de la Panamericana trae, una vez más, esos libros baratísimos e incomprables que han habitado la Feria por años, que ocultan uno que otro hallazgo. En Random House Mondadori nada muy especial: la biografía de Steve Jobs, unas bonitas ediciones de los últimos de William Ospina, muchos en inglés (aunque nada particularmente atrayente), el nuevo libro de Santiago Gamboa decora la entrada (cuyo mayor atractivo para mí y una amiga que me acompañaba era intentar descifrar desde qué lugar de Bogotá había sido tomada la foto que decora la portada), y si no les importa estorbar a la gente que intenta entrar y salir, pueden tomarse una foto en la excelentemente ubicada silla de «Game of Thrones» de cartón que encuentran a la entrada.

Del pabellón de Brasil, cosas buenas y cosas no tan buenas. Para comenzar, está muy bien diseñado: las fotografías -de excelente calidad- que decoran la parte central dan un cierto aire de familiaridad (varias de ellas bien pudieron ser tomadas, como dijo mi compañía, en cualquier pueblo colombiano). La separación de los espacios mediante letras grandes de madera con palabras en portugués y español fueron una buena apuesta. Y la cantidad de libros brasileros que trajeron es tremenda. Sin embargo, personalmente esperaba ver más literatura brasilera que literatura en portugués. Claro que es un deber traer libros en portugués (¡ni más faltaba!), pero cuando ellos constituyen, digamos, el 80% de los libros, el lector que no conoce el idioma se queda un poco en el aire. O eso me pasó a mí. A menos que no conozca el idioma, o lo esté aprendiendo, no voy a comprar un libro que no puedo entender (¿cuándo lo leería?). Para completar, toda una mesa dedicada a libros de José Saramago –en español– que, aunque me agrada bastante, no es de Brasil (sino de Portugal). Toda la emoción que me generó el entrar y encontrarme con las fotografías, las letras grandes de madera y la decoración se desvaneció quando não fala Português (o eso me dice google translate).

Así que por ahora, tras una vista preliminar de lo que toca ir a ver, podrán encontrar -en lo oficial publicitado y expuesto- sin mucho esfuerzo, un poco más de lo mismo.

* Bloguera invitada.  Filósofa. Bloguera, editora y webmaster de www.hojablanca.net y Directora de Promoción de www.lastana.com. @ariadna502

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