Dicen que el pene es el mejor amigo del hombre, pero en realidad no estoy totalmente de acuerdo: a veces es nuestro peor enemigo. Su comportamiento puede ser en extremo rebelde, incluso angustiante, y llevarnos incluso a revisar aspectos emocionales que no queremos ver.
Aviso: este artículo es para los hombres, pero de sumo interés para las mujeres. Ellas también son responsables de que, en algunas circunstancias, el pene deba confrontarnos con la realidad.
Recuerdo un relato de un paciente, joven, con algunos episodios de disfunción eréctil. Estaba con su novia –una chica muy atractiva- en un motel, y su pene se negó a funcionar. Caricias, besos, palabras estimulantes, pero nada que hacer. Ya frustrados por no poder concretar el acto, deciden retirarse de la escena. Iban los dos en el bus, camino a casa, se tomaron de las manos, ella le dio un beso en el cuello, y… el muchacho se despertó. Entre risas nerviosas, bastante desconcierto y reproches, se puso de manifiesto lo que de alguna manera todos sabemos: el pene tiene un cerebro propio, un funcionamiento independiente, y delata cosas que no nos animamos a decir o decirnos.
Los hombres cargamos con una serie de mandatos sociales tiranos, que nos llevan a actuar de manera impulsiva sexualmente hablando, y truncando la posibilidad de pensar o preguntarnos qué es lo que queremos realmente. “El hombre no debe desaprovechar ninguna oportunidad sexual”, “no podemos fallar”, “si no tenemos erección, no vale la pena continuar con el encuentro íntimo”, “lo que importa es el rendimiento y la cantidad, no la calidad”, “un hombre que dice que no a una posibilidad de sexo con una mujer, es gay”. Y hay muchos mandatos más, absolutamente ridículos. Así es como actuamos siguiendo esas patéticas premisas de una sociedad machista, y no nos damos cuenta de cosas obvias. Eso sí, el pene se da cuenta, y es mucho más sabio que nosotros. Cuando las circunstancias no son favorables, no funciona.
¿Cuáles son las cosas ante las cuales los hombres estamos ciegos, sordos y mudos?
Hagamos un repaso, a partir de los testimonios de miles de hombres que en estos años han pasado por mi consulta privada o me han comentado sus preocupaciones por medios virtuales.
No nos gustan todas las mujeres. Parece obvio, pero a veces no lo es. No todas las mujeres nos resultan atractivas, y de hechos con muchas no tenemos conexión erótica alguna. ¿Por qué entonces avanzar hacia un encuentro sexual por el solo hecho de que existe la oportunidad?
No siempre estamos con deseo sexual, o receptivos a un encuentro erótico. El stress, el agotamiento, las preocupaciones, las enfermedades físicas, el consumo de alcohol, los problemas de pareja, en fin… muchos factores afectan a nuestro deseo y al rendimiento sexual. Por eso es que muchas veces es preferible un acercamiento más tierno o un contacto leve, sin exigirnos pasar a más cuando las circunstancias no dan.
La ansiedad es nuestro peor enemigo. Y me refiero aquí a la ansiedad sexual, es decir a la presión para responder sexualmente en circunstancias que no son favorables. La erección es un reflejo, se produce de manera espontánea ante un estímulo sexual –generalmente físico y psicológico-. Si con ciertos pensamientos intentas obligar esa reacción, la estarás anulando y de hecho cada vez estarás más preocupado por conseguirla, generándose un círculo vicioso del que puede ser complicado salir sin ayuda profesional.
El pene no es el único medio para dar y recibir placer. Los problemas sexuales son como las caries, todos vamos a tener al menos uno en algún momento de la vida. Si en una oportunidad tu erección no se produjo o se perdió, no te angusties. Recuerda que tienen manos, boca, piel, cinco sentidos y una mente creativa. El pene no es el único camino que lleva a Roma, y seguro que si en una circunstancia en la cual no funciona te dedicas a buscar otras alternativas, la erección volverá sin que la fuerces.
Aprender a elegir, nos hace humanos. Mirar para adentro, preguntarnos qué queremos, cuáles con las circunstancias en las que nos sentimos cómodos sexualmente y cuáles son las desfavorables, entender que no todo momento ni toda persona son para tener un acto sexual… todo eso nos va a permitir elegir, y si elegimos entonces disfrutaremos de un encuentro más satisfactorio en calidad y cantidad.
Más allá de que para todo tenemos explicación o una buena excusa, no hay razón para engañarnos. El sexo es para disfrutar, y gran parte de los problemas son evitables.
Conclusión: si no quieres que el pene sea tu enemigo y te ponga en una situación incómoda, deber ser coherente y animarte a superar los estereotipos masculinos. Espero tus comentarios a @citaconezequiel