Hoy decidí escribir acerca de uno de los temas polémicos de la sexología, y compartirte diferentes puntos de vista al respecto. Desde que el doctor Grafenberg, su descubridor, instaló el tema del Punto G, se han producido diferentes investigaciones y debates acerca de su existencia y “efectividad” erótica. Actualmente, científicos de diferentes rincones del planeta desarrollan estudios utilizando ecógrafos, entrevistas en profundidad o incluso comparaciones en los relatos de mujeres gemelas en relación a mujeres mellizas que comparten solo el 50% de la carga genética. Este tema ha dado lugar a posturas radicales, discusiones encarnizadas, libros especializados, artículos científicos y también a terapias de “cosmetoginecología” que por medio de una inyección de colágeno o ácido hialurónico logran aumentar el tamaño de esta zona erógena, lo que supuestamente redunda en un mayor placer de la mujer.
Antes que nada, veamos adonde está el célebre punto que promete oleadas interminables de placer femenino. Así que muchachos, a colocarse el casco de obrero y –literalmente- manos a la obra. Se ubica, según cada mujer, unos 3 a 8 centímetros desde la entrada de la vagina, en su parte frontal (es decir haciendo presión contra el hueso púbico). Allí puedes percibir una zona rugosa, que en realidad corresponde a unas glándulas que rodean la uretra y se llaman parauretrales. Por el estímulo directo, especialmente con un dedo o un juguete sexual de punta curvada, va aumentando de tamaño al llenarse de sangre y aumenta su sensibilidad. Y es verdad, en algunas mujeres el efecto es casi mágico, llevándolas a un orgasmo intenso e incluso a una eyaculación en la que se expulsa un líquido que no es orina y que se acumula en las glándulas que mencioné antes. Pero para otras no hay magia, ni siquiera ilusionismo ni nada parecido. No sienten placer, y quizás hasta se presenta una leve molestia o ganas de orinar.
Primera conclusión: no idealicemos el impacto erótico del estímulo del punto G, aunque realmente logremos ubicarlo.
Por otro lado, no tenemos que hacer que esta búsqueda se convierta en un mandato o una exigencia. Lamentablemente en nuestra cultura que jerarquiza el rendimiento sexual por sobre los criterios personales del placer, ya tenemos muchos imperativos que cumplir como para agregarle otro más. Escucho y leo con frecuencia la necesidad de encontrar puntos mágicos, un camino rápido y efectivo para disfrutar y hacer disfrutar del sexo, para demostrar nuestra “sabiduría” sexual. Pero el erotismo nada tiene que ver con eso, ya que es un proceso creativo, para nada mecánico, y de construcción permanente.
Propongo que se emprenda esta búsqueda como un juego, con la misma expectativa de cualquier otra exploración erótica que decidamos hacer, ya sea en soledad o en compañía. Si lo encontramos y lo disfrutamos, buenísimo. Sino, a no desilusionarse que hay un erotismo infinito por descubrir.
En definitiva, no creo que este famoso punto G sea la panacea ni la salvación de quienes no encuentran un camino hacia la satisfacción sexual. Me parece que antes de obsesionarnos con esta búsqueda podemos hacer otras cosas como, por ejemplo, ejercitar nuestra creatividad erótica para ampliar el horizonte de sensaciones satisfactorias. Me sumo a quienes piensan que el punto más erótico con el que contamos es el punto M: nuestra mente, al servicio del placer.
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