Presidente, opositores y algunos medios quedaron mal después de la protesta del jueves. Los que no pueden quedar mal son los magistrados en su tarea de elegir a la nueva fiscal.
Por: Ricardo González Duque // X: @RicardoGonDuq
“Nunca antes” o “es la primera vez que”, son expresiones habituales que usa el presidente Petro para describir acciones de su gobierno, marcado por símbolos. Pero ese simbolismo le jugó una mala pasada el jueves pasado cuando se juntaron tres cosas: banderas del M-19, el Palacio de Justicia y un bloqueo a esa sede judicial.
El llamado de Petro a protestar por el evidente abuso de poder del fiscal Barbosa –sin contar con su ineficaz gestión– y por el juego que le podría hacer la Corte Suprema al mantener por tiempo indefinido a su subalterna Martha Mancera como fiscal encargada, se le vino en contra al presidente cuando un pequeño grupo de manifestantes intentó ingresar al Palacio de Justicia y cientos de ellos mantuvieron bloqueada la salida.
La toma del M-19 en noviembre de 1985 volvió a la memoria colectiva. Y aunque Petro no participó de ella cuando era guerrillero, llovieron los mensajes que le revivieron ese fantasma que lo ha perseguido por casi 40 años.
Su respuesta fue desmarcarse de aquellos manifestantes que bloquearon el Palacio de Justicia y al tiempo apuntar a la teoría de los infiltrados, que aunque no es descabellada porque ya se ha probado que, por ejemplo policías se han metido en marchas de los estudiantes, aquí no hay prueba alguna de tal infiltración.
Lo que sucedió realmente fue el descontrol de los seguidores más fieles y radicales del presidente, que atendieron su llamado a la “expresión popular”, pero que terminaron emulando a los de Trump en Estados Unidos y de Bolsonaro en Brasil, que Petro tanto cuestionó en su momento.
La versión de Presidencia de que las convocatorias no eran para presionar a la Corte y que la idea era protestar frente a la Fiscalía, se cayó con una sola foto: la de la ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, y la superintendente Cielo Rusinque en las inmediaciones del Palacio.
Así que por donde se le mire al presidente le salió mal esto. La protesta, como terminó, no solo le da insumos a quienes lo muestran como un dictador o cuando menos como un presidente antidemócrata, sino que le da excusas a la Corte Suprema para no cumplir su tarea de elegir fiscal. Es decir, fue una marcha torpe y contraproducente.
Pero independientemente de que Petro cometiera este autogol, la oposición volvió a demostrar que es experta en quedar fuera de lugar.
Quedó mal la senadora María Fernanda Cabal pidiendo que la respuesta al asedio fuera actuar como los condenados militares Arias Cabrales y Plazas Vega, cuya actuación devino en 94 muertos y 11 desaparecidos, por culpa del Ejército. Aunque el jueves fue un día fatal, la actuación serena de la Policía, por orden de Petro, logró que la intentona terminara sin violencia.
Quedó mal el concejal Daniel Briceño al inventarse que a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia los estaban evacuando en un helicóptero, como estrategia para aumentar la tensión. Así como también los periodistas que afirmaron que un magistrado había sido agredido con una piedra. En el ejercicio de los medios a veces se cae en imprecisiones propia de errores humanos, pero lo grave es la intención que a veces hay detrás.
Quedaron mal quienes ahora hablan de “honorable Corte” y de “abrazos para los magistrados”, cuando antes los desprestigiaron por su papel en el caso del expresidente Uribe, no repudiaron y hasta justificaron las chuzadas del DAS y enaltecieron a los militares ya mencionados que no atendieron el llamado de “cese al fuego inmediatamente” del presidente de la Corte, Alfonso Reyes, durante la retoma al Palacio en 1985.
Y quedaron mal otros, como la representante Catherine Juvinao, quien calificó simplemente de “pelea” la que tenía el expresidente Uribe con la Corte Suprema de 2009 que no le quiso elegir fiscal genera. Esa no era una pelea, sino una violación y persecución sistemática a los magistrados a través de interceptaciones ilegales ordenadas desde la Casa de Nariño.
Los que no pueden quedar mal ahora son los magistrados: deben elegir entre Pérez, Buitrago y Camargo a la nueva fiscal. Así como el país casi en un grito unánime los defendió por el hostigamiento del jueves, también se les tendrá que pedir cuentas y explicaciones si no eligen de la terna enviada por el presidente Petro. El fiscal y el presidente ya jugaron con fuego, ojalá los magistrados no lo hagan.
ricardogonduq
Periodista de la Universidad de Manizales y magíster en estudios políticos de la Universidad del Rosario. He trabajado en Blu Radio, Caracol Radio, Grupo Semana y La Silla Vacía. Bloguero de El Espectador desde 2016. Adicto a leer buenas historias. Las que quieran contar las pueden enviar a
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