Es hora de que Petro pase de las palabras a los hechos, que demuestre que puede ejercer un liderazgo firme en un país donde los grupos ilegales siguen riéndose del concepto de paz y de los colombianos. La batalla contra los nazis vendrá después.
Es hora de que Petro pase de las palabras a los hechos, que demuestre que puede ejercer un liderazgo firme en un país donde los grupos ilegales siguen riéndose del concepto de paz y de los colombianos. La batalla contra los nazis vendrá después.
Por: Francisco José Yate García
Es asombroso observar el revuelo mediático que generan las “nuevas” medidas impuestas por Donald Trump, enfocadas en restringir el visado y el comercio colombiano con Estados Unidos. Sin embargo, más que una sorpresa, estas políticas no son más que la materialización de “las crónicas de una muerte anunciada” por parte del presidente norteamericano, que esperaba la mínima oportunidad para aplicarlas.
En este caso, Colombia se encuentra en el punto de mira. Pero, en realidad, cualquier país que desafíe las ideas del magnate podría ocupar este lugar. Este enfrentamiento no es un hecho aislado, sino un episodio más dentro de una historia repetitiva que la humanidad, en su necedad, parece estar destinada a revivir.
La frase “quien no conoce su historia está condenado a repetirla” cobra aquí un sentido inquietante. Ya conocemos las tragedias del pasado: los fascistas y los nazis, los discursos de superioridad racial, el desprecio hacia los inmigrantes… Y, aun así, personajes como Trump o sus seguidores manipulan la narrativa para justificar políticas extremas. En Colombia, figuras como María Fernanda Cabal distorsionan la realidad hasta llegar a afirmar, con descaro, que Hitler fue comunista, creando una peligrosa confusión entre sus adeptos.
El presidente Gustavo Petro, por su parte, ha respondido a estos retos de una manera que parece más emotiva que estratégica. Su decisión de no recibir a los colombianos deportados por Estados Unidos con un gesto cálido y simbólico, como lo hizo Lula da Silva en Brasil, demostró una desconexión con lo que el momento exigía. Qué tal si en cambio los recibía con cumbias, vallenatos, gaitas, bambucos; acompañados de bandejas paisas, ajiacos, arepas de huevo y empanadas, una copa de aguardiente y una pola bien fría, y lo más importante: el reencuentro familiar. Ese instante de abrazos, lágrimas y emoción habría trascendido cualquier cálculo político y recordado al país la fuerza de la unidad en la adversidad.
Sin embargo, en su idea de “buena ejecución presupuestal”, optó por una costosa y fría medida: el uso del avión presidencial para traer de vuelta a los deportados, perdiendo la oportunidad de transformar una situación difícil en un gesto de humanidad y conexión nacional. Aquí sí sabemos de derechos humanos ¿o no?
No obstante, es importante señalar que incluso un enfoque más táctico por parte de Petro solo habría retrasado lo inevitable. Trump no es un político que negocie o retroceda; es un boxeador que busca el knock-out, decidido a “hacer su país grande otra vez” sin importar cuántos obstáculos derribe en el camino. Lo que es relevante aquí no son sus métodos, sino lo que representan: el regreso de una extrema derecha que, como hace un siglo, amenaza con arrasar con todo a su paso. En el pasado todos reían, pero no podemos negarlo, han vuelto.
Que sea esta una oportunidad para hacerle un llamado a Petro, un hombre que alguna vez tomó las armas en su lucha por ideales, y cuya historia, nos guste o no, aún está fresca en la memoria colectiva, tiene ahora el monopolio de la fuerza institucional. Sin embargo, hasta el momento, no ha sabido utilizarla de manera efectiva. Es hora de que pase de las palabras a los hechos, de que demuestre que puede ejercer un liderazgo firme en un país donde los grupos ilegales siguen riéndose del concepto de paz y de los colombianos. La batalla contra los nazis vendrá después.
La historia ya nos dio suficientes lecciones. Ahora, como sociedad, debemos decidir si estamos dispuestos a aprenderlas o seguir siendo un reflejo de los errores del pasado. ¿Podemos ser mejores esta vez y evitar otra gran guerra?
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