El Cuento

Publicado el ricardogonduq

Elegir a Petro, el lado correcto de la historia

En los últimos días he escuchado algunas voces que quieren con desespero que se acabe la temporada electoral en Colombia para concentrarnos en el mundial de Rusia que comienza esta semana. Argumentan ellos que están cansados de la división y peleas que han generado las elecciones más comentadas de la historia del país. Les respondo que el juego de selecciones termina el 15 de julio, pero el futuro y la realidad del país, seguirá aquí al frente de nosotros. El 17 de junio nos jugamos la posibilidad de dar un primer paso para solucionar los problemas del país, si elegimos a Gustavo Petro como presidente.votopetro

Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

Aunque Petro a veces se lo crea, él no es un mesías, como tampoco lo fue ni lo será Uribe. Una victoria del exalcalde de Bogotá no arreglaría los problemas de Colombia como por arte de magia, pero sí demostraría que no vamos a esperar 4 años más para empezar a cambiar a los mismos con las mismas, quienes por su ineficiencia y a veces por su propia conveniencia, buscan prolongar los más graves problemas de los colombianos.

En primera vuelta voté por Sergio Fajardo, como lo haré ahora por Petro, teniendo algunas dudas válidas. Y es que por estos días de híper-información política, he leído que si uno no tiene reparos ni cuestionamientos de su candidato presidencial, es porque es un fanático, lo cree un dios o porque simplemente es uribista.

Planteadas estas reservas, empiezo a deshojar margaritas. En esta segunda vuelta las opciones para elegir se reducen a cinco: la abstención, la cual nunca he ejercido; anular el voto, lo que constituye una protesta o una inmadurez dependiendo de la motivación; el voto en blanco, que aunque respetable esta vez solo le servirá a quien ganó la primera vuelta y el voto por los candidatos: Duque o Petro.

Votar por Duque-Uribe el 17 de junio, especialmente después de haberlo hecho por Sergio Fajardo, constituiría una contradicción de proporciones absurdas. Demostraría que no entendí nunca el proyecto de Fajardo y su equipo, que se opone a la clase política tradicional que representa el candidato del Centro Democrático y evidenciaría que mi voto fue por moda y no por conciencia. Explicaré, entonces, mi voto del próximo domingo por Gustavo Petro desde tres aspectos: las convicciones, los miedos y los apoyos.

Tengo la convicción de que hay muchos asuntos por cambiar en Colombia. No puede seguir pasando que para que a mis familiares los atienda con prontitud la EPS, haya que pelear en un call center, amenazar con llamar a la Superintendencia de Salud y esperar semanas a que firmen un papel de autorización. No puede seguir pasando que haya una segregación tácita en la sociedad colombiana, marcada por la ausencia de educación superior para muchos jóvenes. Soy deudor del Icetex y aunque no comparto la idea de Petro de acabarlo o condonar todas sus deudas, sí creo que necesita con urgencia que se reinvente. Estoy dispuesto a pagar hasta el último centavo de mi crédito, pero ese dinero no puede seguir siendo parte de un negocio en el que cobran el interés sobre el interés y además debe contribuir para que otros colombianos reciban financiación, pero para educación de posgrado. El pregrado en la universidad pública debería comenzar a ser gratuito.

No puede seguir pasando que mis amigos y familiares tengan empleos indignos, inestables, en los que los contratos son de unos cuantos meses, sin pago de prestaciones sociales y repitiendo la burla y absurda contradicción de que hasta las 9 de la noche se prolonga el “día” laboral, para evitar pagar más horas nocturnas. No puede ser que eso siga pasando con la promesa de que favoreciendo a los empresarios ellos van a emplear más ciudadanos, pues esa gabela creada en el gobierno Uribe no hecho efecto, por ejemplo, en el desempleo juvenil que rodea el 17%.

No puede seguir pasando que mantengamos un modelo colonial sobre la posesión de las tierras. En dos apartes de ‘Historia mínima de Colombia’ que leí por estos días, Jorge Orlando Melo recuerda cómo ha sido la repartición de la propiedad rural en Colombia: entre latifundistas que usan la tierra para la ganadería, sin generar mayor productividad y unos minifundistas, campesinos, que tienen poco espacio para convertirse en la despensa alimenticia que Colombia debería ser. A Carlos Lleras Restrepo -no a un socialista- no le dejaron profundizar la reforma agraria para reducir la improductividad de los grandes tenedores de tierra y ampliar la productividad de los pequeños propietarios.

No puede seguir pasando que la inseguridad en las regiones y ciudades la abordemos desde una mirada represiva, como lo han hecho los gobiernos anteriores. Entender la seguridad como un asunto multidimensional que puede tener motivaciones en la falta de oportunidades, debería ser una herramienta para prevenirla y no simplemente enfrentarla. El discurso no puede ser el facilista y vengativo de “el que la hace, la paga”.

En el discurso e ideología de Petro encuentro diagnósticos y soluciones posibles a los anteriores problemas que hoy tienen comprometida a Colombia. Esto, sumado a su compromiso por respetar el acuerdo de paz que está en riesgo con la otra candidatura, la cual podría desatar una desbandada hacia el rearme mucho mayor a la que ya ocurrió por los incumplimientos del gobierno. También encuentro acertada su conciencia del cambio climático y por lo tanto al cuidado del medio ambiente en la vida diaria, representados en una transición a la generación de energías renovables, pero no con el complejo de Adán, de inventar un nuevo modelo de un día a otro.

Frente al miedo, estrategia usada por el uribismo desde 2002, en mi caso no funciona. O por lo menos no el que ellos venden, pues le temo más a la ignorancia, al desempleo, las enfermedades, las inequidades y la injusticia social. Sin embargo, hay tres razones con las que ellos mercadean para evitar que Petro sea presidente: su pasado como guerrillero del M-19, el fantasma de Hugo Chávez con su heredero Maduro y el reto que él le ha puesto al establecimiento colombiano de obligarlo a reinventarse.

Las tres no me hacen ni cosquillas, sobre todo porque carecen de legitimidad de quien las crea: un sector político que en el país fue responsable de un horror mucho peor, el de los falsos positivos, para citar solo uno de los hechos que ellos materializaron cuando fueron gobierno.

Por último, la tercera motivación para votar por Petro en segunda vuelta quedó sellada la semana siguiente a la primera vuelta del 27 de mayo, cuando a Duque lo apoyó toda la tradicional clase política colombiana, esa que en palabras del contralor Maya ha recibido (eso es un eufemismo) ¡se ha robado! 54 billones de pesos en mermelada durante los últimos gobiernos. El uribismo y el santismo se han reunificado, avalados por el pastranismo y el gavirismo, en un frankestein político que aleja al joven candidato presidencial de toda coherencia cuando dice que representa la renovación.

Además, los apoyos de personajes como el diputado Carlos Alberto Orozco en el Valle, otro representante de esa clase política del todo vale, heredero de Teodolindo Avendaño, cuyas acciones para hacer política implicaban hasta el irrespeto de la vida de sus rivales políticos, me hacen rechazar –aún más– la candidatura de Duque. Eso sin contar con el desfile de parapolíticos, con sus hijos ahora congresistas, que están posando para la foto con el “neouribista”.

El voto por Petro será de protesta y nos ubica a quienes se lo daremos en el lado correcto de la historia. Esa equis en el tarjetón no será por él como persona, sino por una idea, como cuando muchos lo hicimos por Fajardo. No fue simplemente por él, sino por lo que representaba al hacer equipo con Antanas Mockus, Claudia López y Jorge Robledo –senador del que no me arrepiento de votar, pero que sí está equivocado al estar con el voto en blanco–.

Para terminar por el comienzo, hablando de fútbol, que Gustavo Petro le gane a Iván Duque sería tan épico como la victoria reciente del Deportes Tolima sobre Atlético Nacional en la final de la Liga Águila. Se ve casi imposible como se veía el desenlace de ese partido. Pero en esta corta semana, con una asistencia de los ciudadanos indecisos y cansados de los mismos con las mismas, podría llegar otro gol en el último minuto que cambie la historia ya escrita en las encuestas.

 

PD1: Este texto no pretende pontificar, influir, ni sugerir el voto de nadie. Solo aportar las razones y argumentos de UN SOLO VOTO -el mío- por Gustavo Petro.

PD2: ¿Habrá voto vergonzante por Gustavo Petro que no puedan medir las encuestas?

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