
Mucho menos que un océano es la distancia entre Fidel Cano Gutiérrez y Víctor Marie Hugo, ambos intelectuales, poetas, políticos y visionarios, incluso más de lo esperado para su época; y aunque la distancia entre los dos pudiera parecer tan inmensa como el océano Atlántico, al conocerlos, es fácil notar que estaban más próximos de lo imaginado, así como quienes se han acercado en la distancia.
Cuenta una leyenda, que el nombre del periódico El Espectador se debe a que el autor francés escribía en un periódico del mismo nombre en Francia, hecho que no ha sido corroborado, pero lo que sí se ha verificado hasta el grado de la certeza era la admiración de Cano por Hugo, tan es así que detrás suyo en su oficina mantenía un retrato del reconocido escritor, como consta en un cuadro al óleo realizado por el maestro Francisco Antonio Cano donado por la familia Cano a la Universidad de Antioquia y cuya foto he compartido en esta entrada. Una recreación de la oficina de Don Fidel con el retrato mencionado a su espalda, también la pueden observar en el capítulo dedicado a él, de la serie de Teleantioquia “Tiempo de vuelta”, al cual pueden acceder en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=RkgOjFnTjzo
Si bien Víctor Hugo aprendió el idioma español durante la época en que su padre, siendo un general napoleónico, vivió en España con su familia; pienso que lo que realmente permitió que se acercaran intelectualmente, es que el fundador de El Espectador conocía el idioma francés y decidió traducir al español escritos de aquel. Seguramente razones no le habrán faltado a Don Fidel para decidir ser el traductor de Víctor Hugo, la fascinación por sus trabajos y sentirse identificado con algunas de sus ideas lo motivarían a pensar en la utilidad de que otros también tuvieran acceso a ellas a través de la lectura de la prolífica obra de uno de los intelectuales más destacados en aquella época y uno de los escritores que después de Shakespeare ha despertado mayor interés por parte de los expertos.
Se encuentran coincidencias en sus valores e ideales, ambos pasaron dificultades económicas y fueron perseguidos por estamentos políticos a causa de sus críticas a aquello que consideraban que no era justo. También se caracterizaron por la defensa de los menos favorecidos y del acceso a la educación, coincidían en su oposición a la pena de muerte y a los gobiernos autoritarios, vivieron en momentos de inestabilidad política y soportaron las consecuencias de expresar lo que pensaban, tanto a nivel profesional como personal, entre ellas, la censura que padecieron en determinados momentos de sus vidas, la cárcel en el caso de Fidel Cano y el exilio en el caso de Víctor Hugo.
El derecho de autor en la vida de Víctor Hugo.
A pesar de que las ideas y las obras de Víctor Hugo habían transcendido hasta este lado del Atlántico, en aquel entonces, una de las facetas menos conocidas del escritor francés en esta orilla del océano, es su papel activo en la defensa del derecho de autor. Al respecto escuché comentar al escritor Mario Vargas Llosa que se podía considerar que Víctor Hugo era un escritor profesional porque consiguió vivir de la literatura como ninguno de sus contemporáneos lo había logrado hasta ese momento. Según el Nobel peruano, esto lo consiguió Víctor Hugo trabajando muchísimo, defendiendo los derechos de autor, procurando que los lectores y los editores lo retribuyeran con justicia por su trabajo de escritor, al tiempo que impregnaba disciplina a su vida económica.
En mi opinión esos aspectos destacados de su vida, serian deseables, incluso hoy en día, en las carreras de los autores y artistas en los diferentes campos de la creación; por el contrario, aún en la actualidad notamos la falta de atención a este tema por parte de algunos de ellos, a pesar de que el público en general habla con mayor frecuencia de la economía basada en el conocimiento y en los intangibles protegidos por la propiedad intelectual.
El interés de Víctor Hugo en los asuntos del derecho de autor, se evidenciaba en la enérgica defensa que realizaba de sus propias creaciones. A modo de anécdota me gustaría referir las molestias que en ocasiones manifestó, cuando algunos de sus colegas en el ámbito musical utilizaban sus obras sin su consentimiento, gracias a ello ganó algunas enemistades e incluso llegaron a decir que el odiaba la música o simplemente que era un envidioso. Considero que esta percepción de su molestia era más producto de la tendencia a interpretar los argumentos del otro desde los extremos, llevándolos hasta el punto de presentarlo como alguien al que se le ocurren cosas ridículas o absurdas, cuando en realidad lo único que esperaba Hugo era el reconocimiento de su trabajo, aspiración natural de la mayoría de los seres humanos.
Algunos de sus colegas juzgaron negativamente las reacciones del escritor frente a la utilización de sus poemas y obras dramáticas en afamadas piezas musicales, sin que se le hiciera un reconocimiento moral o material por el uso de sus obras y así sigue ocurriendo en nuestros tiempos cada vez que un autor o artista reclama por sus derechos, o incluso cuando los sectores de las industrias creativas y culturales invitan al público a promover el consumo legal de los contenidos.
Fue famoso el conflicto entre el compositor italiano Giuseppe Verdi y Víctor Hugo con ocasión de la reconocida ópera “Rigoletto” (1851), cuyos libretos habían sido escritos por Francesco Maria Piave, basándose en la famosa tragedia -drama romántico- “El rey se divierte” (1832), escrita por Hugo y censurada en Francia por mas de 50 años, inmediatamente después de su primer estreno. Por su parte el “Rigoletto” alcanzó fama mundial rápidamente, por eso algunos decían que no hubiese sido posible conocer universalmente la existencia de “El rey se divierte” de no ser por la obra musical de los italianos.
Desafortunadas circunstancias acompañaron a Víctor Hugo en ese momento, pero a pesar de la sencillez de sus argumentos, que difícil fue hablar de derecho de autor para entonces, así como sigue siendo en la actualidad por la falta de una mayor comprensión del tema. Tal vez lo que necesitaban los dos célebres autores era un buen conciliador que propiciara el diálogo entre ellos, como sería deseable en el presente si sucediera un conflicto de esta naturaleza, de tal forma que ambos autores recibieran los beneficios del éxito de la obra.
La protección internacional del derecho de autor.
Pero todas las molestias que padeció Hugo en torno al derecho de autor, no solo con Verdi, tenían que ocurrir para que se alcanzara un propósito superior, fue así como encontró la motivación para promover la protección internacional del derecho de autor, ante la ausencia de un convenio multilateral en dicho ámbito.
Jean Cavalli, en su libro “Génesis del Convenio de Berna para la protección de las obras literarias y artísticas del 9 de septiembre de 1886”, traducido al español por el colombiano Juan David Castro, comenta que en 1858 surgen los Congresos literarios y artísticos, promovidos por la iniciativa privada, principalmente de autores y artistas. Según Cavalli fue en el Congreso literario internacional celebrado en París en 1878, donde se crea la Asociación Literaria Internacional (La cual se convierte en 1884 en la Asociación Literaria y Artística Internacional – ALAI), se nombra como presidente honorario a Víctor Hugo y se adopta una resolución en donde se insta al gobierno francés a que tenga la iniciativa de invitar a otros gobiernos a elaborar una convención internacional que establezca una protección uniforme del derecho de autor.
Fue largo el camino, muy seguramente lleno de obstáculos, pero los frutos de dichos congresos y de las conferencias celebradas en los años subsiguientes se recogieron en la conferencia diplomática celebrada en Berna en 1886, en donde se adoptó el Convenio de Berna para la protección de las Obras Literarias y Artísticas, ratificado en septiembre de 1887.
Mientras tanto…en esta orilla del Atlántico.
Es de destacar que, el 26 de mayo de 1873 fue sancionado el Código Civil colombiano, el cual entró en vigor hasta 1887, incorporando en el libro segundo dedicado a los bienes, el artículo 671 que hace referencia a la Propiedad Intelectual en los siguientes términos: “Las producciones del talento o del ingenio son una propiedad de sus autores. Esta especie de propiedad se regirá por leyes especiales”. Este artículo, así como el célebre Código de don Andrés Bello aún siguen vigentes.
Por otra parte, el 5 de agosto de 1886 se promulgó la Constitución Política de Colombia, cuya redacción fue liderada por el político y escritor conservador Miguel Antonio Caro, quien imprimiría a la misma los principios conservadores de la regeneración. Sin embargo, eso no fue obstáculo, para que en ella quedará plasmado en el Título III. De los derechos civiles y garantías sociales, uno de sus artículos más liberales, el artículo 35, en donde se estableció: “Será protegida la propiedad literaria y artística, como propiedad transferible, por el tiempo de la vida del autor y ochenta años más, mediante las formalidades que prescriba la ley. Ofrécese la misma garantía a los propietarios de obras publicadas en países de lengua española, siempre que la Nación respectiva consigne en su legislación el principio de reciprocidad y sin que haya necesidad de celebrar al efecto convenios internacionales.” Si bien este artículo no sería ideal hoy, hay que reconocer que significaba una base para establecer una protección constitucional dedicada a este tipo de propiedad, al igual que ocurrió más adelante con el artículo 61 de la actual Constitución de 1991.
Noten que en el artículo 35 citado, se estableció el principio de reciprocidad, mientras que el Convenio de Berna consagra como regla general el principio del trato nacional, no obstante para la fecha de la expedición de la Constitución de 1886, dicho convenio aún no había sido ratificado y aunque lo hubiese sido, en un primer momento su ratificación fue realizada por muy pocos países. Posteriormente, el proceso de adhesión por parte de los países miembros de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual – OMPI, ocurrió de forma lenta, por ejemplo, Colombia adhirió al Convenio de Berna en 1987, prácticamente un siglo después de su negociación. Por lo tanto, era habitual para aquella época que el reconocimiento del derecho de autor a ciudadanos extranjeros se diera en virtud de convenios bilaterales celebrados entre países o que las legislaciones consagraran el principio de reciprocidad como aparece mencionado en este caso.
Con posterioridad a la expedición de la Constitución de 1886, la Ley 32 de ese mismo año ordenó la apertura de un registro general de la propiedad literaria y artística, lo cual efectivamente se llevó a cabo el 9 de diciembre, fecha en la que se realizó la inscripción de la primera obra ante el Ministerio de Instrucción Pública, hoy en día, Ministerio de Educación.
Para finalizar esta breve e imaginaria línea de tiempo, mencionaré que pocos meses después, concretamente el 22 de marzo de 1887, Don Fidel Cano Gutiérrez funda en la ciudad de Medellín, el periódico El Espectador.
Ciertamente la fundación del periódico no estaba relacionada o nada tiene que ver con lo que pasaba en torno al derecho de autor en aquel momento, pero no es menos cierto que Víctor Hugo no estaba a un océano de distancia del continente americano. La promulgación del Convenio de Berna, así como la influencia de su pensamiento en innumerables y variadas formas no solo en Europa, sino también en otros continentes, fue algo que tal vez sus contemporáneos y el mismo escritor francés no alcanzaron a dimensionar, notemos que incluso algunos de esos acontecimientos ocurrieron después de su fallecimiento, el 22 de mayo de 1885.
Entonces es para mí una feliz coincidencia que uno de sus admiradores haya fundado El Espectador y que ahora yo tenga la oportunidad de escribir en este espacio, es un honor poder hacerlo y aprovechare la posibilidad que se me brinda para hablar de asuntos relacionados con los bienes intangibles, particularmente con el derecho de autor y de vez en cuando de uno que otro tema distinto. Me ilusiona imaginar que Don Fidel también hubiese estado interesado en dar a conocer al público un asunto que cautivaba la atención de una persona que influyó notablemente su pensamiento, por eso quise dedicar a ellos dos, esta primera entrada del blog.
Espero a través de estas letras, poder realizar una entretenida y constante compañía a todos ustedes.