Ecuaciones de opinión

Publicado el Ignacio Mantilla Prada

Una conversación sobre los impuestos 

Hace unos días, cuando se anunciaron algunos de los puntos principales de la reforma tributaria que afectarían a la clase media, conversaba yo con un colega, aún activo profesor universitario, con quien no nos veíamos desde antes del comienzo de la pandemia. Fue un verdadero gusto volver a tener una charla en forma presencial, manteniendo, eso sí, los protocolos de bioseguridad recomendados; pero evocando esas tertulias y discusiones que se daban en las salas de profesores de la Universidad Nacional, mientras hacíamos una pausa y tomábamos un tintico entre una y otra clase. 

El tema principal de la conversación no podía ser otro que el reciente anuncio de los nuevos impuestos, así que en nuestro encuentro terminamos haciendo una lista de los tributos que pagamos los colombianos como nosotros, que no somos evasores y pertenecemos a la clase media y solidaria. 

En medio de la amena conversación pudimos recordar algunas anécdotas y experiencias, y al despedirnos mi colega me sugirió dedicar un artículo para contar parte de nuestra conversación. Trataré entonces de compartir con los lectores algunas de las cosas que hablamos y que seguramente se dicen en los diálogos informales que sostenemos todos. Son lecciones no convencionales ni técnicas, pero sinceras, con nuestros pareceres y opiniones, sobre la carga de los impuestos en Colombia.

En el caso de las pensiones que ahora están en la mira del gobierno, le comentaba yo a mi interlocutor que me parece que ahora tener una pensión es pertenecer a un grupo que se quiere presentar como si fuera de unos pocos privilegiados, de personas que mediante engaños han sacado provecho de alguna trampa y no como quienes como yo, fruto de mis aportes, también con porcentajes solidarios, y ahorros de 40 años de mi trabajo honesto, hemos decidido pensionarnos recientemente. Y sobre el monto de la mesada le explicaba que hoy se paga el 12% del valor para aportar a salud y con el anuncio del impuesto solidario adicional del 10%, cada mesada se verá reducida entonces drásticamente, pues hay que tener en cuenta que adicionalmente, mientras el salario mínimo aumentó el 3,5% este año, las pensiones solo se incrementaron en el 1,61%. 

Como se observa, de aprobarse esta reforma, una mesada pensional pronto se recibirá reducida en una cuarta parte aproximadamente e irá disminuyendo su poder adquisitivo año tras año, por lo tanto existe un año futuro en el que una pensión de dos salarios mínimos actuales, por ejemplo, coincidirá con solo un salario mínimo, pues matemáticamente dos rectas no paralelas tienen que cruzarse en algún punto, que en este caso no deberá llamarse el punto de intersección, sino el de precarización de la pensión. Estaba explicando esto cuando mi colega me interrumpe y me dice:

—Por eso hay que ahorrar.

—Pues no porque también van a gravar el ahorro —le respondo, y añado—: además, cuando retire ese ahorro tengo que pagar otro impuesto, el del 4‰, y si hago una transferencia para ayudar a algún pariente en apuros, el banco me cobra una comisión adicional.

—Entonces lo mejor es comerse esa plata —dice.

—Pues si es comida, ahora vamos a pagar también un 19% de IVA —agrego—. Así que quienes destinen el monto de su pensión a su alimentación exclusivamente, ya verán disminuida la mesada en una quinta parte adicional, que sumada a lo anterior supera entonces una disminución real del 40%, pero con tendencia al aumento de ese porcentaje. Y hasta el agua de la llave va a tener IVA porque ahora también van por los servicios públicos; pero además, si uno se quiere dar un gustico y comprarse un vino, por ejemplo, del que producen nuestros hermanos chilenos, debe pagar un impuesto inimaginable.

—¿Por qué?

—Pues mire usted, yo hice la tarea de comparar el precio que tiene el mismo vino en los supermercados alemanes Rewe y en los supermercados colombianos Carulla. —Y a continuación le enseñé estas fotografías—.  

—¿Cómo es posible que en Alemania cueste 6,99 euros y en Colombia $81.300 un producto que llega de Chile? —dijo. Se sentó y sugirió—: Entonces toca invertir. 

—Sí, pero ojo que del impuesto predial nadie se salva tampoco y se paga con los mismos recursos de la pensión que se ahorran para poder cumplir esa obligación cada año. Es el impuesto al patrimonio o al ahorro o a ambos.

Fue entonces cuando me contó que por eso él se había comprado mejor un carro nuevo, pero que tuvo que pagar el 35% de impuesto, más todas las arandelas de matrícula y seguros, y se quejó porque además cada vez que tanquea paga el impuesto a la gasolina. Y a continuación me contó que para estrenar su carro fue hasta Chía, a 30 kilómetros de distancia, para almorzar en un restaurante al aire libre en compañía de su familia. 

—Eso sí es un lujo. —Le dije, y pasé a hacerle este análisis—: Al salir de Bogotá, seguramente usted tuvo que darle una moneda al que le limpió el vidrio en un semáforo, otra moneda al muchacho que en otro semáforo le hizo malabares con unas pelotas y se conmovió en otro semáforo con la señora acompañada de dos niños que le pedía ayuda. Luego, tuvo que pagar un peaje de cerca de $10.000 por los 500 metros de pavimento en cercanías de las casetas de cobro. Ya en el restaurante tuvo que pagar el IVA por la comida, pero también propina y parqueadero, y darle unos $2000 al muchacho que le indicó dónde estacionar y cómo salir. De regreso, debido a la lluvia hubo trancón y con tantos huecos seguramente le salpicaron de barro su nuevo carro y tuvo que pagar la lavada y darle propina al muchacho que lo hizo. Lo peor es que pudo haberle salpicado una camioneta blindada y escoltada de esas que pasan raudamente abriéndose paso porque transportan a “alguien importante”, algún alto consejero, por ejemplo (la probabilidad es alta, pues son muchos), que no tiene que comprar esa costosa camioneta en la que viaja a cuerpo de rey, que no paga gasolina, que no paga el conductor, al que no le piden ayuda en los semáforos, que no paga parqueadero porque siempre sus acompañantes están autorizados para esperarle en la calle y que además siempre tiene su camioneta limpia sin tener que pagar el lavado, ni dar propinas por ello, ni perder tiempo llevando un carro al lavadero, pero que además no tiene que ahorrar para pagar el impuesto anual de ese vehículo, ni pagar su revisión técnico mecánica, ni el SOAT, ni repuesto alguno. Además no tienen “pico y placa”, y peor aún es evidenciar que nuestros impuestos solidarios se destinan en parte para ayudar a esos mismos, esos pobres altos funcionarios, que viajan en esas camionetas y que disfrazan altísimos salarios con primas técnicas exentas de impuestos en un buen porcentaje.

—Uy sí —dijo mi colega—. No había pensado en eso.

Entonces aproveché para recordarle que adicionalmente hay un impuesto invisible que todos nos hemos acostumbrado a pagar y le pregunté: 

—¿Y qué me dice del impuesto a la inseguridad?  

—¿Cuál es ese?

—El de los altos costos que tenemos que pagar por la vigilancia y administración del edificio donde vivimos para evitar que nos roben las cosas y nos desocupen el apartamento. Ese impuesto obligatorio que no existe en otros países y que, aun cuando genera empleo, se origina en la incapacidad estatal de brindarnos seguridad.

—Es verdad, hay que sumar todas esas obligaciones que no se llaman impuestos, pero que estamos sometidos a pagar como si lo fueran.

—Son pocas las cosas que nos quedan sin que tengamos que pagar impuesto por tenerlas. En estos días tuve esta pesadilla —le dije—. El ministro Carrasquilla (tiene que ser pesadilla) estaba parado frente a mi casa con una libreta en la que anotaba el área calculada de cada ventana que un asesor le dictaba y luego ingresaban para medir el área de las claraboyas. ¿La razón? Porque a partir de ahora había que pagar impuesto por la cantidad de luz natural o de sol que entrara a mi casa. En un gesto de generosidad Carrasquilla me decía: «te voy a cobrar por el área de la claraboya del baño y de la lucarna como si fueran superficies planas», y en voz baja me decía (como si fuésemos cómplices): «así pagas menos impuesto». 

Después de reírnos el tema se cerró con este apunte: si no quieres pagar televisión internacional por cable, ahora tienes que pagar un impuesto adicional como es el de la tortura de una hora diaria de mala televisión a cargo del presidente ejerciendo su nuevo rol.

@MantillaIgnacio

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