Se destapó en estos días el mayor escándalo que han producido prestigiosas universidades norteamericanas como son las universidades de Yale, Stanford o Georgetown, debido a las insospechadas sumas de dinero que recibían para privilegiar la admisión de hijos de ricos y de celebridades.
Aun cuando en muchos casos a los propios jóvenes beneficiados no les había sido revelada la intervención de sus padres para tener la admisión a tan afamadas universidades, se calcula en 25 millones de dólares la escandalosa suma de los montos que se han pagado para tal fin desde 2011.
El diseño de estos sistemas de admisión paralelos ilegales es tan sofisticado que incluye la modificación de las pruebas de admisión que presentan los jóvenes privilegiados sin que nadie, ni ellos mismos, lo sepan o la creación de perfiles falsos destacando inexistentes habilidades deportivas o artísticas.
Un caso que me ha llamado la atención es el que destaca el diario El País de España, de un acuerdo por 500.000 dólares para que las hijas del diseñador de modas Mossimo Gianulli fueran incluidas en el equipo de remo de la Universidad del Sur de California y así lograr su admisión a esa institución. Y me llama especialmente la atención porque esta renombrada Universidad aparece muy bien posicionada en las mediciones de calidad que realizan los rankings internacionales, pero además porque su tasa de admisión está por debajo del 13% lo que indica que se trata de cupos por los que sus estudiantes han debido competir duramente. Por lo tanto las principales víctimas de esos sobornos son injustamente los aspirantes que teniendo mayores méritos académicos ven truncadas sus ilusiones de formarse profesionalmente en esa Universidad, obligados a ceder el cupo que merecen para que lo disfruten los jóvenes adinerados y por lo tanto privilegiados corruptamente.
Por supuesto que este bochornoso tema abre nuevamente un debate que ha sido alimentado durante los últimos años por las controversias sobre los procesos de admisión usados, también en las universidades latinoamericanas.
En Colombia, las universidades privadas han establecido unos sistemas de admisión que tienen en cuenta, entre otros, el puntaje de las pruebas Saber 11 que aplica el Icfes, el resultado de una entrevista, el colegio donde terminó el aspirante y la capacidad de pago de la familia. La ponderación de estos y otros factores puede variar de una a otra universidad o dentro de la misma institución, de una carrera a otra. Naturalmente es imposible eliminar del todo la subjetividad que puede introducir una admisión con tales componentes y es probable que se presente también intervención, influencia, presión o lo que conocemos como “palancas” para lograr la admisión de algún aspirante que no tiene los méritos suficientes para ganar su cupo sin ayuda extra alguna, en una carrera de alta demanda en una universidad privada.
Las universidades públicas tienen criterios distintos de admisión; no realizan una entrevista ni incluyen la capacidad de pago como criterio, por ejemplo. En particular, la Universidad Nacional ha consolidado una larga experiencia desde 1939, cuando institucionalizó el examen de admisión para todas sus carreras como el requisito principal y clasifica a los aspirantes de acuerdo con el puntaje obtenido en él. Aun cuando hay algunos críticos de este sistema de admisión, pocos procesos colombianos de selección son tan transparentes y están tan blindados contra los sobornos como la admisión a las carreras que ofrece la Universidad Nacional. Les comparto un ejemplo contundente que conocí siendo rector: el director nacional de admisiones, profesor que tiene a cargo la evaluación y selección de los nuevos estudiantes y es responsable por el diseño y la aplicación del examen de admisión cada semestre, tiene un hijo que quiere estudiar en la Universidad Nacional; el joven ha presentado en dos ocasiones el examen de admisión y no ha conseguido aún un cupo como estudiante.
Desafortunadamente el intento de manipulación de los procesos de selección, no solo de estudiantes universitarios, sino de todo tipo de personas que participan en concursos de méritos para obtener un empleo o un reconocimiento de cualquier índole, frecuentemente se presenta en nuestro país alimentando el sentimiento de desconfianza frente a la meritocracia y desincentivando el esfuerzo honesto de la mayoría.
@MantillaIgnacio