Ecuaciones de opinión

Publicado el Ignacio Mantilla Prada

La universidad que nos dejará la pandemia

El retorno a clases en las universidades plantea muchos retos que deberán dar respuesta a todos los interrogantes surgidos en medio de la pandemia, tras la suspensión abrupta de las actividades académicas presenciales. 

Al menos en los dos próximos semestres no podrá haber normalidad, pero esta realidad ya no será una sorpresa, y la certeza de saber lo que se viene debe marcar una diferencia con lo que ha sido el semestre que termina, en el que la mayoría de los profesores universitarios, en el mundo, han utilizado sus metodologías presenciales, pero en forma remota, haciendo esfuerzos inimaginables para mantener la calidad y el rigor académicos, a veces sin el apoyo necesario de parte de las instituciones.

En España, donde el confinamiento se llevó a cabo antes que en Colombia, acaba de concluir la “conferencia de rectores” – CRUE, y sus conclusiones dan una evidente luz sobre lo que seguramente también ocurrirá en las universidades colombianas. El titular del diario El País de España, anunciando las conclusiones de la CRUE, no podía ser más claro: Los rectores no contemplan enseñar 100% presencial ni en el mejor escenario.

Seguramente también en Colombia las clases magistrales seguirán siendo online, pero esta vez las universidades están advertidas y deberán prepararse entonces para cambiar algunas inversiones que antes iban a mejorar la planta física, por ejemplo, y encaminarlas a proporcionar, tanto a profesores como a estudiantes, soluciones para la conectividad requerida y herramientas suficientes para hacer frente a la nueva forma de docencia con plataformas de mayor capacidad y mejores medios tecnológicos que los improvisados este semestre, pues con más impacto que en España, estos aspectos han sido relevantes estos meses y han mostrado otro acentuado indicador que amplía la brecha de la desigualdad entre los estudiantes universitarios colombianos.

Lo que más preocupa a los rectores españoles, y supongo que también a los colombianos, es el desarrollo de prácticas, salidas de campo, laboratorios y algunos seminarios que no pueden llevarse a cabo de manera no presencial. En el escenario más optimista se sugiere mantener un distanciamiento físico, reduciendo la concentración de estudiantes en las aulas, bibliotecas, laboratorios, auditorios, talleres, cafeterías y residencias, pero sin limitar la movilidad en los campus, aunque podría haber aislamientos selectivos de algunas facultades e institutos, así como de instalaciones deportivas y salas culturales.

Esta medida tiene unas implicaciones indiscutibles muy complejas, ya que al reducirse la ocupación normal de un aula, se deberá aumentar el número de grupos y como consecuencia se requerirá de más profesores. Si cada grupo se divide en dos, al profesor no se le puede ahora exigir que haga dos veces su trabajo. En la mayoría de los casos es imposible vincular de prisa un nuevo profesor especializado; más difícil aún será encontrarlos en número suficiente.

En el caso de los estudiantes internacionales y no locales, seguramente la deserción o la suspensión temporal de sus estudios será considerablemente mayor de lo estimado, afectando también las finanzas de las instituciones. Por otra parte, vivir en una ciudad universitaria sin poder disfrutar de la vida universitaria no es atractivo para los estudiantes; en el caso de aquellos que cursan los ciclos básicos principalmente y tienen que pagar altos costos de sostenimiento en otra ciudad, pero van a recibir sus clases online únicamente, ¿por qué no hacerlo entonces desde su ciudad de residencia? 

Estoy seguro de que el modelo híbrido, semipresencial, será el que se impondrá en la mayoría de universidades durante los dos próximos semestres. Tendremos unos campus deshabitados, con una ocupación diaria inferior al 50%. Los anuncios de un “pico y clase” no se harán esperar y causarán gran revuelo seguramente, como ya lo ha causado la decisión de la Universidad de Cambridge publicada el pasado 20 de mayo anunciando que no habrá actividades presenciales normales este año.

Un problema adicional que señaló la CRUE, y que no debe pasar inadvertido, es la forma desigual en que se realizan las evaluaciones, en muchos casos con criterios caprichosos impuestos por directivos y docentes, que sobrepasan y vulneran las reglas del orden académico.

Es importante recalcar en la necesidad de la presencialidad como requisito ineludible para conformar una verdadera comunidad universitaria, esencial para la formación integral de los estudiantes; en eso creo que hay un consenso general, pero tras esta pandemia y este experimento universitario híbrido ¿volverá a ser del 100% la presencialidad? Yo no lo creo. 

En un futuro, cuando el coronavirus esté controlado y se puedan retomar las actividades en la forma acostumbrada antes del brote epidémico, seguramente los profesores universitarios, en un alto porcentaje, no van a querer retomar sus actividades docentes de la misma forma en que venían haciéndolo antes y van a disminuir sus actividades presenciales para combinar las dos modalidades. Como consecuencia, el teletrabajo, por un par de días a la semana, formará parte de las alternativas para los programas de trabajo académico de los profesores. 

Este esquema híbrido seguramente terminará imponiéndose en las universidades y habrá que evaluar en algunos años si es bueno. Pero no hay que temerle al éxito.

@MantillaIgnacio 

  

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