Esta semana se anunciaron los ganadores de los premios Nobel en Física; ellos son el británico Roger Penrose, el alemán Reinhard Genzel y la estadounidense Andrea Ghez. También se conoció que las ganadoras del Nobel de Química son dos mujeres genetistas, la francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer Doudna.
Con sorpresa, pero especialmente con gran satisfacción en la comunidad científica, se recibieron estos anuncios, pues por primera vez tres mujeres científicas reciben estos galardones en las llamadas “ciencias duras” en un mismo año; y para un beneplácito aún mayor, se conoció que otra mujer, la poeta estadounidense Louise Glück es la ganadora del premio Nobel de Literatura.
Estos importantes reconocimientos actuales al trabajo de las mujeres contrastan con la manera generalizada como sus aportes y capacidades fueron ignorados durante siglos, sin reconocimiento alguno a logros excepcionales por los que muchas de ellas merecieron ser destacadas.
Como un ejemplo de esta situación, quiero compartirles la historia de una mujer con capacidades envidiables para las matemáticas, que tuvo que mentir, haciéndose pasar por un hombre, para ser tomada en serio. Se trata de Sophie Germain (1776-1831), una extraordinaria mujer francesa que en plena revolución francesa descubrió su gusto por las matemáticas, en la biblioteca de su padre.
Sophie Germain aprendió latín y griego por su cuenta y también fue una matemática autodidacta, pues en aquella época una mujer no podía ser admitida a la universidad para seguir una carrera científica. Cuentan sus biógrafos, que a los 13 años leyó la historia de la muerte del gran matemático griego Arquímedes según la cual durante la toma de Siracusa en el año 212 a. C. los soldados romanos recibieron la orden de capturar a Arquímedes para que fuera llevado ante el general Marco Claudio Marcelo, pero el soldado que lo descubrió lo encontró trazando unas figuras y Arquímedes le ordenó: “¡no toques mis círculos!”. El soldado, contraviniendo las órdenes de su superior, respondió con su espada y le mató.
Esta historia produjo tal impacto en Sophie, que decidió conocer y comprender la obra completa de Arquímedes, lo que la habría iniciado en los estudios de la matemática.
Una de las anécdotas más divulgadas es la que resalta cómo Sophie a los 18 años logra tener acceso a los apuntes de clase de un curso que dictaba el eminente profesor Joseph-Louis Lagrange en la Escuela Politécnica de París. Los estudió durante todo el tiempo que duró la cátedra de Lagrange y al terminar el curso le envió un trabajo final; pero para asegurarse que fuera leído por el profesor, se hizo pasar por un estudiante que había abandonado los estudios, llamado Antoine-August LeBlanc.
El profesor Lagrange estaba muy impresionado con la transformación que había tenido Monsieur LeBlanc, a quien recordaba como un estudiante poco brillante, por lo que le respondió invitándolo para discutir algunas respuestas que le parecían extraordinarias.
Pronto Lagrange descubrió la verdadera identidad de Monsieur LeBlanc y se convirtió entonces en el aliado académico de Sophie a distancia. Algunos de los descubrimientos de ella fueron incluidos en los trabajos publicados por Lagrange sobre Teoría de Números.
Hay un pasaje en la vida de Sophie Germain que quiero compartirles. En realidad la primera vez que oí hablar de esta extraordinaria mujer matemática fue cuando leí esta historia.
Su fascinación por la Teoría de Números pronto la condujo a los trabajos del gran matemático alemán Carl Friedrich Gauss (1777-1855), quien ha sido (desde mi opinión personal) el más brillante matemático de la historia, y en especial a estudiar su libro titulado Disquisitiones Arithmeticae. Sophie se interesó a tal punto, que decidió presentarle a Gauss algunas de sus propias ideas, pero nuevamente, ante el temor de ser ignorada, volvió a firmar como Monsieur LeBlanc. La respuesta de Gauss fue elogiosa y allí inició Gauss un intercambio de correspondencia con «el talentoso joven LeBlanc».
En 1806, con motivo de la conquista de Prusia por Napoleón, los profesores en el estado de Hannover se vieron obligados a pagar un impuesto al gobierno francés de 2.000 francos, que era una suma muy alta. Gauss se negó a hacer este aporte, poniendo en peligro su vida. Fue entonces cuando Sophie, recordando el destino de Arquímedes a manos de los soldados romanos, logró que el general Pernetti, amigo de su familia, velara por la seguridad de Gauss.
El militar informó a Sophie que había contactado a Gauss, quien agradeció su mediación, pero que él afirmaba no conocer a Sophie Germain.
La siguiente carta de Monsieur LeBlanc, dirigida a Gauss, fue entonces para revelarle su verdadera identidad. Gauss sorprendido elogió su talento y su genio. Gauss había escrito:
«Los encantos cautivadores de esta sublime ciencia son revelados solo a aquellos que tienen el coraje de profundizar en ella”.
Y agregó:
“Pero si una mujer, que por su sexo y nuestros prejuicios encuentra infinitamente más obstáculos que un hombre para familiarizarse con problemas complicados, logra vencer estos obstáculos y penetrar en las partes más oscuras de ellos, sin duda debe tener el coraje más noble, talentos extraordinarios y genio superior”.
Uno de los aportes de Sophie Germain en la Teoría de Números es su contribución para resolver el Último Teorema de Fermat (Si n es un número entero mayor que 2, entonces no existen números enteros positivos x, y, z, tales x^n+y^n = z^n) uno de los grandes problemas matemáticos que estuvo sin solución por más de 350 años y que finalmente resolvió el profesor de la Universidad de Oxford Andrew J. Wiles en 1995.
Germain logró probar este resultado para un caso particular, cuando siendo n un número primo, 2n+1 también lo es. Actualmente se conocen estos números bajo el nombre de “números primos de Germain”; por ejemplo 5 es primo de Germain ya que 5 es primo y 2·5+1 = 11 también lo es.
Sophie Germain murió en 1831 y curiosamente su certificado de defunción no la reconoce como profesional, matemática o científica sino como «rentier» (rentista).
A pesar de su extensa correspondencia, Gauss y Sophie nunca se conocieron personalmente. El doctorado honoris causa que Gauss pidió para ella en vida, se lo acabó concediendo la Universidad de Göttingen tras su muerte.
Los anuncios de las nuevas galardonadas con el premio Nobel y la necesidad de dar a conocer las historias de mujeres como Sophie Germain debe ayudar a cambiar los prejuicios de los que hablaba Gauss.
@MantillaIgancio