Ecuaciones de opinión

Publicado el Ignacio Mantilla Prada

Genios, prodigios y calculadoras humanas

Al matemático estadounidense Norbert Wiener (1894-1964), padre de la Cibernética, se le considera un genio; es sin duda un buen ejemplo de un joven precoz, si se tiene en cuenta que ingresó a la Universidad de Harvard a la edad de 14 años y se doctoró en matemáticas a los 17. Sus aportes matemáticos fueron abundantes. Una contribución muy importante, para destacar solo una, fue la que hizo en el área de los Procesos Estocásticos para el estudio del Movimiento Browniano. 

Pero así como Wiener fue un niño prodigio que se destacó como adulto en su área de formación, llama la atención que otros prodigios sean personajes desconocidos, que no hicieron aporte alguno para contribuir al avance de la ciencia. El propio Wiener en su autobiografía nos presenta a un genio hasta ahora poco conocido: su brillante colega William James Sidis, un niño prodigio, nacido en Nueva York en 1898, de padres inmigrantes rusos.

El niño Sidis fue ampliamente conocido en Estados Unidos en su tiempo por su elevado coeficiente intelectual. A los ocho años hablaba latín, griego, francés, ruso, inglés, alemán, hebreo, turco y armenio, y había inventado una nueva lengua. Ingresó a la Universidad de Harvard a los 11 años de edad a estudiar matemáticas y al año siguiente ofreció una conferencia a un selecto público compuesto de profesores y estudiantes avanzados, sobre los cuerpos de la cuarta dimensión.  También propuso una nueva tabla de logaritmos en base 12 en lugar de la base 10 que todos conocemos.

Pero el brillante joven William James Sidis abandonó sus estudios a los 16 años para dedicarse a otras actividades; en ese momento era considerado “la persona más inteligente del mundo” porque tenía un coeficiente intelectual entre 250 y 300 (aunque esta no es una medida absoluta de inteligencia) y se le auguraba formar parte del grupo de los matemáticos más grandes de la historia, comparable con Gauss.

Sidis trató de vivir como incógnito, como un oficinista más, evitando que la prensa se metiera en su vida privada. Falleció en Boston a los 46 años. Pudo ser un gran genio de las matemáticas, pero no encontró su lugar; no obstante Wiener cree que merece ser mencionado como un gran genio matemático.

Junto a grandes genios como estos, han existido también personas con un don especial para los cálculos numéricos, verdaderas calculadoras humanas, como es el caso de Shakuntala Devi, una mujer nacida en India en 1929 y fallecida a la edad de 83 años, quien batió todas las marcas de velocidad para realizar cálculos mentales con muchas cifras. Por realizar en pocos segundos la multiplicación de dos números de 13 cifras elegidos al azar, frente a una audiencia de 1000 personas en el Imperial College de Londres, entró al libro de Récord Guinness y se convirtió en una celebridad invitada a demostrar sus proezas en televisión y en teatros colmados de incrédulos.

También en Colombia es famoso el calculista Jaime García Serrano, con dotes excepcionales para las operaciones con números. En la mayoría de sus presentaciones, como ocurría con Shakuntala Devi, el público reacciona como si estuviera frente a un mago que deslumbra con sus sorprendentes capacidades mentales.

Ahora bien, los dones de estas personas, capaces de sustituir las calculadoras, no los hace matemáticos y en una época en la que se dispone de máquinas al alcance de todos, con una velocidad de cómputo cada vez mayor, que nos ayudan a realizar los más complicados cálculos, estas capacidades de los mentalistas extraordinarios, que eran de un valor incalculable, hoy en día, pierden interés si no se aprovechan para tareas diferentes a las exhibiciones y el entretenimiento.

Un ejemplo de esta ultima reflexión es el que dio el gran matemático neozelandés Alexander Craig Aitken (1895-1967), también considerado por algunos como el más grande calculista de la historia; dotado de una descomunal capacidad para los cálculos y la memorización, a tal punto que se dice que en la escuela secundaria memorizó obras literarias tales como la Eneida, escrita por Virgilio. No solo podía reproducir las primeras 2000 cifras del número π, sino que era capaz de decir cuál era el dígito que ocupaba el lugar n-ésimo entre sus decimales.

Pero a diferencia de la mayoría de los calculistas, Aitken sí estudió matemáticas formalmente y supo usar esas capacidades innatas para hacer aportes en campos como el Álgebra, la Estadística y el Cálculo Numérico. Es considerado como uno de los padres de la Econometría. 

Quienes hemos estudiado Análisis Numérico conocemos el concepto introducido por Aitken para acelerar la convergencia de una sucesión, llamado “Método Δ² (delta cuadrado) de Aitken”, gracias al cual, en los métodos iterativos podemos aproximar el límite de una sucesión que apenas converge linealmente, con la precisión deseada, en forma acelerada, con un menor número de términos. 

Aitken también inventó un método de interpolación y contribuyó a la teoría de determinantes. Escribió varios libros muy influyentes en el desarrollo del Álgebra Lineal Numérica. Con la llegada del computador, sus algoritmos han inspirado a los matemáticos para la programación de métodos numéricos eficientes.

Quienes le conocieron coinciden en que era un individuo cálido, un expositor claro, preciso, muy ameno, con gran sentido del humor y una habilidad especial para dirigirse y hacer entender sus soluciones a públicos heterogéneos, sin sacrificar la claridad y la precisión.

Los ejemplos de Norbert Wiener y de Alexander Aitken nos muestran cómo esas capacidades extraordinarias para calcular y memorizar que aparecen precozmente y rara vez, deben ser correctamente orientadas para beneficio de la humanidad. 

@MantillaIgnacio

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