Ecuaciones de opinión

Publicado el Ignacio Mantilla Prada

Éxodo estudiantil

 

En las últimas semanas se ha hecho sentir en Colombia un movimiento estudiantil que reclama una adecuada financiación para la educación superior pública. También los voceros y líderes de los estudiantes han llamado la atención sobre los altos costos que deben cubrir los universitarios que acuden a los préstamos del Icetex.  

Tanto estudiantes de universidades públicas como estudiantes de universidades privadas encuentran elementos comunes para unir fuerzas y exigir su derecho a la educación en Colombia. Resulta por lo tanto indispensable atender este reclamo con la revisión de la ley 30 de 1992, que se intentó modificar en el año 2011, pero que después de ese fracaso ha recibido solamente algunos remiendos en el capítulo de financiación, derivados de las reformas tributarias principalmente. 

Recordemos que al inicio del primer período de gobierno del presidente Santos se presentó el proyecto que abría la puerta para que universidades privadas pudieran transformar el importante servicio que prestan en un negocio con ánimo de lucro. Ese proyecto fue retirado por el propio presidente Santos ante la oposición que hubo para aceptar el cambio de la Ley 30 de 1992, por una nueva ley que no solo presentaba falencias sino demencias. No obstante el capítulo de la financiación era rescatable, pero se hundió con el proyecto de marras, en su totalidad.

El sector de la educación es un sector que se caracteriza por su amplia discusión y reflexión. Es un sector con muchos y muy diversos miembros calificados para opinar; un sector que no traga entero y que debate ampliamente cualquier decisión y por lo tanto necesita tiempo para llevar a cabo cambios. Este sector se toma el tiempo como se lo toman los académicos y no como lo hacen los políticos o los empresarios, así que las modificaciones “fast track” y los arreglos y pactos rápidos a espaldas de la comunidad universitaria, comúnmente pueden conducir a descalabros. Es mejor entonces descartar estos métodos de antemano para evitar justamente lo que se está viviendo hoy en el país.

De la misma manera, es imposible transformar nuestra educación y su calidad de la noche a la mañana o lograr su mejoramiento con buenas intenciones pero sin una fuerza y una financiación real. Acuñar frases de autoestima con ese propósito, que más parecen el eslogan de una barra de aficionados que animan a sus deportistas no ayuda mucho. Así era como lo venía haciendo recientemente el Ministerio de Educación, que bien hubiese podido destacarse más bien como una escuela de recreacionistas que gritaban ante grupos de muchachos algunas consignas pegajosas pero ingenuas, como si con sus arengas nos pudieran llevar a ser el país más educado de América Latina.

Una verdadera transformación de nuestra educación tampoco se logra en un solo periodo presidencial; pero sí es posible iniciarla pensando, como ya se ha dicho tantas veces, en nuestras próximas generaciones y no en las próximas elecciones.

Creo que el presidente Duque, que ha sido duramente criticado por no tener un objetivo, una meta, un propósito central en su gobierno, puede portar la bandera de la educación y pasar a la historia como un buen presidente. Aún puede tomar la iniciativa para la modificación que tanta falta hace de la Ley 30 y comenzar el establecimiento de una política pública de educación, dando inicio o continuidad a esos grandes cambios, de tal manera que cuando sus pequeños hijos deban ir a la universidad, no tenga que recurrir a las influencias que aún le queden como expresidente para conseguirles un cupo y una beca en una universidad del exterior.   

Y es que justamente quiero llamar la atención sobre este complejo fenómeno que estamos presenciando, del alto número de estudiantes colombianos en el exterior. El señor embajador de Argentina en Colombia, Marcelo Stubrin, me informaba hace un par de años, que en su país había matriculados más de 20 000 jóvenes colombianos, de los cuales cerca del 40% estaban en la Universidad de Buenos Aires; y en una visita a la Universidad de Córdoba en 2017 pude comprobar que en efecto había tantos estudiantes colombianos allí, que con sólo los provenientes de nuestra costa caribe, ya habían conformado un exitoso equipo universitario de béisbol, que es imbatible. El embajador de Alemania en Colombia, Peter Ptassek, hace unos días informaba que hay 3280 estudiantes colombianos matriculados en universidades alemanas este semestre. Y similares o mayores cifras podemos encontrar en México, Brasil o Francia, para citar solo algunos países.

El éxodo de nuestros estudiantes es de tal magnitud, que nuestros universitarios se están convirtiendo en uno de los más apetecidos productos de exportación colombianos, y vale aclarar que son excelentes embajadores. Pero esto no es normal y hay algunas causas que son trivialmente identificables como son la calidad y el costo de las universidades. Así como en Argentina y Alemania, los dos ejemplos que he dado, hay también gratuidad y excelentes universidades públicas en los países elegidos por la mayoría de los colombianos que estudian carreras universitarias fuera; así que resulta más económico para muchas familias colombianas sostener y educar con muy buena calidad un hijo en el exterior. El embajador de Francia, Gautier Mignot, me comentaba esta semana que los estudiantes colombianos matriculados en Francia hoy (aproximadamente 4000) constituyen el segundo grupo más grande de estudiantes extranjeros en Francia, después de Brasil.

Este éxodo trae consecuencias insospechadas debidas al desarraigo de nuestros jóvenes, especialmente de los que estudian pregrados, que por falta de oportunidades y recursos vamos perdiendo y entregando para que se beneficien otros países de una fuerza laboral excelente que no supimos estimular ni retener.

En el concierto de hace dos semanas, el polémico artista Roger Waters se refirió a la educación y a la lucha que libran hoy nuestros estudiantes, afirmando que “los préstamos para estudiar son una forma de esclavitud”. Creo que tiene razón y a eso le huyen también nuestros jóvenes y sus familias, aunque no faltan los que creen que endeudarse en una gran suma por codearse con los hijos de los ricos les va a hacer también ricos. 

La masiva salida actual de nuestros jóvenes con el fin de estudiar una carrera profesional es, sin lugar a dudas, un mal síntoma de nuestra educación. En sus manos está la solución para disminuirlo señor presidente, pero hay que actuar rápido, con criterio firme y billetera grande.

@MantillaIgnacio

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