Las revistas universitarias estudiantiles han sido un importante medio de comunicación de las universidades. Antes de la aparición de Internet cumplían un papel esencial como único medio local interno para destacar las noticias de interés, brindar información sobre las actividades culturales y deportivas de la universidad, encontrar becas y pasantías, así como intercambiar avisos clasificados para conseguir cupos en residencias estudiantiles o comprar libros, tanto nuevos como usados, entre otras tantas cosas.
Sin ser medios académicos de divulgación, estas revistas y periódicos, editados por los mismos estudiantes, se convertían en lectura obligada tanto de profesores como de estudiantes en cada facultad. Casi siempre incluían un editorial crítico de sus directivas y evaluaban y clasificaban a sus profesores para recomendar la inscripción de asignatura con los mejores.
Las revistas eran reconocidas por las autoridades académicas y en algunos casos recibían el apoyo para su sostenimiento, tal como se puede comprobar en la siguiente Resolución expedida por el Consejo Directivo de la Universidad Nacional hace cerca de ocho décadas.
RESOLUCIÓN 49 DE 1944
(Acta 44 de agosto 22)
«Por la cual se concede un auxilio a la Revista «Apex» de la Facultad de Matemáticas e Ingeniería.»
EL CONSEJO DIRECTIVO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL
En uso de sus facultades legales,
RESUELVE:
ARTÍCULO 1. Auxiliar con CINCUENTA PESOS ($50.00) cada uno de los números que aparezcan, a partir de esta fecha, de la revista estudiantil «APEX», editada por los estudiantes de la Facultad de Matemáticas e Ingeniería.
ARTÍCULO 2. La Universidad dispondrá en cada número de una página para informaciones o avisos sobre sus actividades.
ARTÍCULO 3. Los redactores de la revista enviarán a la Universidad algunos ejemplares de cada edición.
COMUNÍQUESE
Dada en Bogotá, a veintidós de agosto de mil novecientos cuarenta y cuatro.
OTTO DE GREIFF
Secretario
La Revista Estudiantil “Apex”, a la que hace referencia la Resolución anterior, circulaba en la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de la Universidad Nacional y era costumbre incluir en ella también cartas que enviaban los estudiantes de la facultad.
Fue justamente en la década de los treinta del siglo pasado, cuando fue publicado en uno de los números de la revista un curioso poema bajo el mismo título de este artículo: “Carta de un matemático a una novia que lo despreció”.
De acuerdo con esa publicación, su autor es Santiago Restrepo, presentado como “un distinguido ingeniero que falleció el año de 1917 muy joven, y entre otros productos de su viva inteligencia dejó esta carta, escrita en sus épocas de estudiante en la Facultad de Ingeniería”.
La carta dice así:
“Señora: eres la fórmula en que vivo,
ambigüedad de un signo inescrutable
que va de positivo a negativo,
y mi alma es función de la variable
de tu ser caprichoso y siempre esquivo.
Entre mi corazón hay una herida
cuyo eterno sangrar aún no está extinto.
Señora: es que hay una x escondida,
que no puedo extraer del laberinto
de la ecuación rebelde de mi vida.
Tu rubia cabecita es una esfera
orlada por el haz de tus cabellos,
que en helizoide lánguida y ligera
desciende por tu faz noble y austera
hasta el albo cilindro de tu cuello.
Tus grandes ojos negros iluminan
la noche, mientras trémulas guedejas
sobre tu frente pálida se inclinan
adornando la nieve en que combinan
en ligero paréntesis tus cejas.
Es formada la serie convergente
de mi vida, de términos complejos,
y en mi pasión fatídica y ardiente
pugnan por alcanzar eternamente
el límite que siempre está muy lejos.
Señora: ya he bebido hasta las heces
el desprecio fatal en que te empeñas.
Y al dormir tus extrañas esquiveces
si te digo de amores m veces
m+1 veces me desdeñas.
No puedo ambicionar, señora, el claro
resplandor de tus ojos, y ya expuestas
se hallan mis esperanzas sin amparo;
eres un radical ambiguo y raro
que siempre nos ofrece dos respuestas.
¡Oh señora gentil! Me he convencido,
para abatir esta ansia que me abruma,
que es mejor entregar eso al olvido:
dos logaritmos no hacen nunca nido
porque en esta teoría no existe suma”.
Este bello poema, compuesto hace más de un siglo por un estudiante, me lo ha compartido mi colega, la profesora Clara Helena Sánchez, quien lo conserva en su archivo personal. Ella ha dedicado buena parte de sus esfuerzos para recuperar la historia de las matemáticas en Colombia y su trabajo tiene un gran reconocimiento en la comunidad académica.
@MantillaIgnacio