Se está conmemorando por estos días el centenario del nacimiento de una de las poetas más renombradas a nivel mundial y ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1996, la escritora polaca Wislawa Szymborska, quien nació el 2 de julio de 1923 y falleció en 2012, en Cracovia (Polonia), ciudad donde vivió la mayor parte de su vida. 

La razón que dio la Academia Sueca, cuando fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura, es muy interesante: “… por la precisión irónica con la que ha iluminado fragmentos de la realidad humana en su contexto histórico e ideológico”.

Su obra contiene dos poemas muy representativos de esa característica literaria, que son menos conocidos, pero que han despertado mi curiosidad desde cuando leí sus títulos dentro de la lista de poemas que compuso Wislawa y que hoy quiero compartirles. El primero es una oda al número π titulado «El número Pi», el segundo se titula «Factores para la estadística» y en este la escritora se encarga de dar cifras sobre cuántas de cada 100 personas son las que se pueden contar para algunos comportamientos tales como la admiración sin envidia, por ejemplo, que son 18, según sus propias cuentas.

A continuación y para deleite de todos el primero de los dos (una traducción de   Carlos Marrodán Casas): 

EL NÚMERO PI

Digno de admiración es el número Pi

tres coma catorce.

Todas sus siguientes cifras también son iniciales,

quince noventa y dos porque nunca termina.

No deja abarcar sesenta y cinco treinta y cinco con la mirada,

ochenta y nueve con los cálculos

setenta y nueve con la imaginación,

y ni siquiera treinta y dos treinta y ocho con una broma o sea comparación

cuarenta y seis con nada

veintiséis cuarenta y tres en el mundo.

La serpiente más larga de la tierra después de muchos metros se acaba.

Lo mismo hacen aunque un poco después las serpientes de las fábulas.

La comparsa de cifras que forma el número Pi

no se detiene en el borde de la hoja,

es capaz de continuar por la mesa, el aire,

la pared, la hoja de un árbol, un nido, las nubes, y así hasta el cielo,

a través de toda esa hinchazón e inconmensurabilidad celestiales.

Oh, qué corto, francamente rabicorto es el cometa

¡En cualquier espacio se curva el débil rayo de una estrella!

Y aquí dos treinta y uno cincuenta y tres diecinueve

mi número de teléfono el número de tus zapatos

el año mil novecientos sesenta y tres sexto piso

el número de habitantes sesenta y cinco céntimos

centímetros de cadera dos dedos una charada y mensaje cifrado,

en la cual ruiseñor que vas a Francia

y se ruega mantener la calma,

y también pasarán la tierra y el cielo,

pero no el número Pi, de eso ni hablar,

seguirá sin cesar con un cinco en bastante buen estado,

y un ocho, pero nunca uno cualquiera,

y un siete que nunca será el último,

y metiéndole prisa, eso sí, metiéndole prisa a la perezosa eternidad

para que continúe.

Obsérvese que del poema se extraen las primeras cifras de π (que he destacado en negrilla). En efecto, los versos iniciales conducen a 3,14 1592 6535 89 69 3238 46 2643. A partir de allí el poema transmite esa propiedad según la cual, cualquier secuencia como la de un número telefónico o una fecha, puede siempre encontrarse entre las infinitas cifras del número π.

Y a continuación el segundo poema (una traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano): 

FACTORES PARA LA ESTADÍSTICA

De cada cien personas,

las que todo lo saben mejor: 

cincuenta y dos, 

las inseguras de cada paso: 

casi todo el resto, 

las prontas a ayudar, 

siempre que no dure mucho: 

hasta cuarenta y nueve, 

las buenas siempre, 

porque no pueden de otra forma: 

cuatro, o quizá cinco, 

las dispuestas a admirar sin envidia: 

dieciocho, 

las que viven continuamente angustiadas

por algo o por alguien: 

setenta y siete, 

las capaces de ser felices: 

como mucho, veintitantas, 

las inofensivas de una en una, 

pero salvajes en grupo: 

más de la mitad seguro, 

las crueles

cuando las circunstancias obligan: 

eso mejor no saberlo

ni siquiera aproximadamente, 

las sabias a posteriori: 

no muchas más

que las sabias a priori, 

las que de la vida no quieren nada más que cosas: 

cuarenta, 

aunque quisiera equivocarme, 

las encorvadas, doloridas

y sin linterna en lo oscuro: 

ochenta y tres, 

tarde o temprano, 

las dignas de compasión: 

noventa y nueve, 

las mortales: 

cien de cien. 

Cifra que por ahora no sufre ningún cambio. 

Como bien puede deducirse de estos versos estadísticos, hay porcentajes que pueden ser solo fruto de la percepción de la autora, pero la cifra final sobre las personas es fantástica e indiscutible: “… las mortales: cien de cien / Cifra que por ahora no sufre ningún cambio”. 

@MantillaIgnacio

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