Don Ramón, psicología laboral

Publicado el ramon_chaux

Trabajomio

Tiempo de las añoranzas

Los empleados de antes tenían casas alrededor de la fábrica. Y dentro de la fábrica había restaurantes con comida casi gratuita.

Los empleados de antes duraban toda su vida en una empresa y muy a menudo sus hijos tenían derecho a ingresar a trabajar a la misma empresa de su padre.

Los empleados de antes hacían muchas huelgas: era frecuente pasar frente a empresas con carpas en las afueras de las instalaciones donde se apostaban los huelguistas durante meses. Era cotidiano y normal entrar a un banco lleno de papeles sindicales en sus ventanas y ser sorprendido con un megáfono ensordecedor con arengas mientras se hacia la cola para pagar.

Ya no hay restaurantes en las empresas, ni se dura 30 años en la misma ni los hijos tienen derecho a asumir los puestos de sus padres.

Tampoco se ven muchas huelgas.

Tiempo de las preguntas

¿Qué se hicieron las orquestas de empleados?

¿A dónde se metieron los grupos de danzas de las empresas que se presentaban en múltiples escenarios culturales?

¿A dónde fue a dar el cartel del “empleado del mes”?

¿Por qué tienen tan poca fuerza los torneos deportivos empresariales, tanto internos como inter gremiales?

Tiempo de profecías y locuras

Estaba en estos cuestionamientos sin importancia, tan irrelevantes que me adormecí y empecé a tener una especie de trance, con sueños o visiones de un bloguero cualquiera, en una noche de sábado.

Me imaginé a empleadores que le escriben a la familia del empleado agradeciendo por el tiempo que les “cede en préstamo” a su ser querido y lo importante que eso es para la empresa.

Me imaginé por un momento, trastornado por las luces y el ambiente decembrino en plena evolución, que no había fiesta decembrina de empleados, con orquesta, licor y acceso exclusivo a colaboradores. En vez de eso en mis visiones observaba una cena familiar, con empleados, hijos y conyugues, sin licor, ambientada con música cantada por hijos de empleados. También vi pequeñas obras de teatro de empleados y presentando los talentos de los propios colaboradores. No vi talentos excepcionales, pero si noté que se reían mucho con los karaokes y con los juegos y competencias entre departamentos de la empresa, entre familias…rodeados de vasos de helado, regalos y música navideña.

En la cúspide de mi delirio pude ver que la empresa seleccionaba a quienes tenían formación o talento para un área especial (sistemas, música, manualidades, inglés, etc.) y creaba cursos dictados por los propios colaboradores para sus mismos pares. No pagaban a los profesores/empleados, pero las horas dedicadas eran parte de su jornada. Así, entre empleados con diversos talentos formaban redes de enseñanza dentro de la empresa, aumentando su sentido de pertenencia y además, obteniendo formación clave para la empresa de manera casi gratuita (Excel, Sistemas, inglés, para citar solo algunos ejemplos).

Aun sin despertar de mi sopor, pude observar, (o creí ver) que los empleadores creaban cursos y concursos de fotografías para hijos de empleados. Más allá otro de pintura y otras más osadas implementaban concursos de poesía, volviendo a costumbres ya casi perdidas. También tuve visiones sobre el renacimiento de las orquestas de empleados, de los grupos de danza y que aun entre empresas que son competencia, competían entre sí, pero ya no por clientes o torta de mercado sino por goles. Pude ver claramente la discusión con el árbitro porque le anuló al Banco ABC un gol con su archi rival de siempre, el Banco XYZ.

Cuando ya salía de mi trance imaginario, pero aun sin estar consciente del todo, escuché que de algunas empresas eliminaban la celebración de los quinquenios o la antigüedad de los empleados. Reemplazaban eso por una cena, en donde el propio gerente de la empresa colocaba un botón de buen desempeño a quienes habían cumplido con los objetivos de desempeño propuestos.

Antes de despertarme por completo me sobrevino un flujo de ideas sobre las competencias: no estaban en largos documentos, sino que se promovían cuentos, dinámicas, obras de teatro, adivinanzas con ellas. Era un ambiente lúdico que facilitaba su comprensión en el lenguaje cotidiano de los empleados. También vi algo realmente extraño: empresas haciendo concursos de conocimientos técnicos de producto y de normas de la empresa y premiando los puntajes superiores, no con plata sino con días adicionales de descanso. Incluso, para que quede bien claro que aún no salía de mi trance, vi votaciones en donde los empleados se postulaban como el “mejor representante” de una competencia estratégica para la empresa y los propios compañeros votaban la mejor expresión de la misma en el trabajo en el día a día.

Algo dentro de mí dijo: ¡ya basta! A las empresas se va a trabajar, a producir!

Esa frase, así cortante y sn posibilidad de discutir me sacó de mi estado de ensoñación. ¡Nada es más cierto que a la empresa se va es a trabajar!

“Bastantes esfuerzos hace la empresa en una economía tan fluctuante para pagar los salarios. No hay que perder el tiempo en estos sueños ilusos”.

  “Cada minuto vale oro y no hay que perder tiempo en actividades que no son estratégicas para la empresa”. Estas frases me las dijo el dueño de empresa, ese no nato que hay dentro de mí.

 Terminé por darle la razón. A las empresas se va a trabajar.

Un sudor frio recorrió mi cuerpo recordando mis tiempos de oficina y lo que veo a diario cada vez que visito una empresa: de cada dos personas, una está mirando su celular, usando whatsapp y el chat de facebook y uno que otro twitter.

Sentí horror de la cantidad de horas laborales que se pierden por esta práctica y que cuesta a los empleadores una cantidad enorme de dinero sin que aporte nada a los objetivos misionales de la organización.

¿Podría alguien en el mundo cuantificar cuanto de su tiempo diario de labores dedica cada empleado con su teléfono inteligente en asuntos no laborales y traducir todo ello a salarios? Quien lo haga asegúrese que el dueño de la empresa no es cardiaco. Cuando conozca esa cruel realidad preferirá mil veces que mis sueños, ilusos e insensatos, se vuelvan realidad.

No sé, hay quienes dicen que a veces la realidad supera la ficción y que los sueños siempre encuentran una azarosa forma de volverse realidad.

¡Hasta pronto!

Ramón Chaux

Psicólogo Organizacional

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