Don Ramón, psicología laboral

Publicado el ramon_chaux

Nueve jefes y uno solo verdadero

Presentación1

La verdad no tengo muy claro cómo se elegían los mandamases en la antigüedad, lo cierto es que el poder forma parte de la organización humana desde siempre. Aun en los animales en sus formas más primitivas suelen tener el ejercicio del poder ya sea como hembra o macho dominante. Pues bien, este ejercicio del poder y sus diferentes maneras de representarlo en las empresas modernas me ha inspirado la siguiente tipología de jefes. Le ruego por favor no se ría de su jefe ni le ponga nombre propio a las siguientes descripciones. El trabajo es algo serio…y este articulo también, así no lo parezca.

Sólo por una razón de economía voy a tratar los ejemplos en masculino ya que de otra forma tendría que escribir demasiados “El o La Jefe”. Esto, además de ahorrarme esfuerzos en la redacción, me lo agradecerán muchas damas jefes pues no se verán representadas aquí, entre otras cosas porque las jefas mujeres suelen ser mejores administradoras que los hombres… (Aunque eso no quita que en las siguientes descripciones caiga una que otra jefe mujer)

1      El jefe “mama” o “papa pollito”:

Este tipo de jefe o jefa valora sobre todo la lealtad y la admiración de sus subordinados. Quienes le rodeen deben de tener un amor incondicional, casi materno. No le interesan tanto las competencias o que tan bien se desempeñen los empleados. Estos, son “sus hijos”, sobreprotegidos pero siempre con la condición de ser rodeados de lealtad, admiración, respeto y amor. Quien no cumpla con estos preceptos es rápidamente apartado del círculo laboral. Jamás se olvida de los cumpleaños o circunstancias especiales de sus empleados a quienes entrega regalos costosos y no es raro que llame a sus subordinados “mijo-a” o “mi amor” o con el diminutivo de su nombre. Normalmente este tipo de jefes vienen de clases altas y su amor paternal sobre sus empleados proviene de la misma relación que establece la nobleza con el plebeyo que hace sus tareas domésticas más íntimas. Esto no es raro. Lo extraño es ver todavía este tipo de jefes en el mundo organizacional competido de hoy. Extraña reminiscencia de antiguas formas de camaradería entre amos y sirvientes. Ojo no hay que engañarse: El jefe o la jefa “mama o papá pollito” no se confunde con la plebe. Sus empleados son un tesoro mientras le idolatren y le demuestren con su actos, gestos y posturas cotidianas que le aman, le veneran y además, lo más importante, dependen de él o ella y le necesitan.

 2       El “jefe sabelotodo”:

Este es jefe porque sabe más que los demás. Conoce los detalles técnicos y administrativos grandes y pequeños de la organización. Controla hasta el más mínimo detalle y sería capaz de realizar, el mismo en persona, cualquiera de los puestos en la organización. Es respetado y venerado por su conocimiento, frecuentemente consultado y resuelve el 99.9% de los casos que le presenten, siempre y cuando no se trate de… problemas personales. Este jefe normalmente no tiene habilidades sociales y puede ser algo tosco al dar órdenes lo cual puede llevar a no ser muy apreciado, pero si es claro que siempre será respetado y consultado en los momentos más difíciles en donde sabrá sortear la mejor manera de manejar el asunto. Este jefe puede tener problemas con las otras gerencias, pues no le queda tiempo para los eventos sociales, los brindis y las reuniones protocolarias. Este hecho puede echar al traste su crecimiento en la organización (siendo tan valioso) pues está repleto de habilidades técnicas pero casi vacío de habilidades sociales, tan necesarias para pararse en la estaca más alta del árbol genealógico de la jerarquía organizacional

3       El “jefe ausente”:

El jefe ausente no está para la mayoría de las ocasiones. No aparece cuando las cosas están mal y menos cuando van bien. Puede pasar incluso que un empleado que lleva tres meses en la organización lo encuentre en el ascensor y vea como su compañero le saluda respetuosamente. ¿Quién es ese? Pregunta el empleado de 3 meses. “El Jefe”, responde el otro al oído, dejando desconcierto sobre quien preguntó. ¿Pero cómo no me he dado cuenta que es el jefe? Lo que sucede es que este jefe solo aparece en los eventos sociales: En los discursos, en las inauguraciones y en las reuniones protocolarias. En algunas ocasiones puede querer aparecer cuando entrega cartas de aumento de salarios, cuando comunica ascensos o muestra diplomas de certificación de la empresa en ISO 9000. Cuando de despidos de trata, cuando hay problemas que enfrentar… ¿Dónde está el jefe? (No pudo venir, porque está en una reunión muy importante, dirá su secretaria).

4       El jefe ”de acuerdo”, lo “miramos”, “esperemos”:

El jefe “de acuerdo, lo miramos, esperemos” es una persona que se cuida de nunca decir “si” a uno de sus empleados. Y por supuesto, se cuida también de nunca decirle no. Siempre, ante las inquietudes o requerimientos de sus empleados la respuesta deja entrever una noción de futuro incierto que en los primeros momentos siembra la esperanza entre sus súbditos. “Revisaremos eso”. “De acuerdo”. “Tenemos que mirarlo”. “Es posible”. “No te preocupes”. A cada una de estas respuestas suele acompañar un toque de espalda, casi un abrazo. Este tipo de jefe se convierte en otro ante sus superiores, donde lo único que hace es ser receptor de instrucciones que después hará cumplir. Su característica psicológica de dirigir pareciera ser jamás tomar una decisión propia en pro de un empleado sino viene antes precedida por una decisión de sus superiores. Es un intermediario inmerso en un mar de indecisiones. Jamás toma una decisión por sí mismo. Los empleados pronto le descubren, le pierden confianza y comienzan a buscar otra sub especie de jefe que no sufra de este penoso síndrome para tratar los temas laborales. En no pocas ocasiones esta falta de autoridad es mal tolerada y genera desazón y alta rotación de personas en su área.

5       El “jefe buena papa”:

El jefe “buena papa” (buena gente o buena persona para los no colombianos) se caracteriza por ser un excelente escucha de sus súbditos. No se sabe si su gestión estratégica es buena o mala, lo cierto es que siempre está para escuchar a sus empleados. Los atiende e intenta solucionar sus problemas… ¡aun si no son de su departamento! Su fama cunde y ante los problemas cotidianos los colegas suelen aconsejar al aquejado: “habla con Pérez, él es buena papa y te soluciona eso”. Así, va formando su notoriedad por hacer el papel prácticamente de sacerdote, amigo de los empleados y fiel en los momentos difíciles. Jamás olvida responder una petición o un correo de un empleado, no importa su bajo rango. Este líder es lo opuesto al jefe “de acuerdo”, pues normalmente se compromete incondicionalmente y hace genuinamente lo posible por solucionar los pequeños y grandes problemas laborales y personales de sus supervisados.

6       El “jefe rey”

El jefe rey pareciera venido de otras épocas monárquicas: de jefe sólo tiene el sueldo y el título porque todo lo que pareciera ser su ejecución es propiedad intelectual de otros. Para el presupuesto tiene una persona que lo realiza. Su asistente administrativo toma las decisiones importantes y en la mayoría de las veces se hace representar por uno de su confianza. Y no es que delegar sea malo. Es claro que el jefe no tiene por qué saberlo todo. Pero este jefe incluso oculta a quienes realizan el trabajo por él. Nunca da los créditos y presenta como propios lo que hacen sus subalternos. Tiene un ojo de águila para identificar talentos y personalidades que se ajustan a su estilo de liderazgo; luego los recluta para formar su sequito de sirvientes que harán el 99% del trabajo por él. El 1% restante lo dedica a los agasajos, conmemoraciones y eventos de alta alcurnia, en donde por cierto se encuentra y hace muy buena amistad con el jefe No 3, el “jefe ausente”, pues comparten mucho en común.

7       El “jefe bombero”:

El jefe bombero solo adopta posturas de jefe cuando hay un problema grave que resolver. En ese momento grita, da órdenes y exige resultados “de inmediato” o de un día para otro, en un plazo no mayor a 24 horas. ¿Y cuando no hay incendio? Cuando no hay incendios el jefe bombero pasa desapercibido como otro colaborador normal de la compañía. Realiza su trabajo y mantiene más bien relaciones horizontales con sus dependientes. Así, mientras no llegue un asunto de extrema urgencia, un reclamo de la alta gerencia o momentos de angustia como una auditoria, este jefe no se deja notar. De no ser por los incendios el área o departamento puede perfectamente vivir sin él. A él tampoco le importa ser visto como jefe o como figura de autoridad, excepto cuando las llamas de un problema empiezan a quemarle los pies. Si no hay incendio… un compañero de trabajo más.

8       El “jefe en la luna”:

 El “jefe en la luna” está en su puesto pero nadie sabe cómo aterrizó allí. Hasta las cosas más sencillas o las más complejas debe preguntarlas. Al auxiliar, al portero, al analista o a la señora de los tintos y el aseo. Jamás da respuestas direccionando una acción frente a un problema o asunto. Sus respuestas pueden ser “hay que consultar a procesos”, “revisen quien es el responsable de ese asunto y escálenlo”. No es raro que este jefe este allí por razones familiares, políticas o personales y algunos se atreven a decir que tiene relaciones muy cercanas con alguien de presidencia o de la junta, pero he de aclarar que esto no está demostrado. Lo cierto es que él no sabe y además, sabe que no sabe. Este pobre humano puede ser objeto de burlas tras sus espaldas por su inoperancia. Sin embargo, cuando hay que enfrentarlo los demás le tratan como jefe. Camina como jefe, habla como jefe, se viste como jefe, su cargo dice que es el jefe. Sólo que pocos le consideran como tal más allá de las circunstancias formales.

 9       El “jefe de los jefes”

Lo he llamado así porque representa en realidad lo que debe encarnar un líder dentro de una organización moderna. El jefe de los jefes tiene la personalidad para decir a un empleado un “no” cuando la realidad organizacional lo exige, pero también cuando su respuesta es un “si” todos tienen la confianza de que defenderá esa posición aun si eso cuesta oponerse a otras instancias de autoridad. En ese sentido no se queda atrapado en la eterna indecisión del jefe “de acuerdo”.

El jefe de los jefes siente verdadero aprecio por sus empleados, pero este afecto está ligado por sus relaciones como seres humanos y colaboradores y puede tomar decisiones racionales que no se basan en ver a sus servidores como plebeyos. En ese sentido puede advertir en un colaborador no muy amigo a alguien que le puede suceder en su cargo, como también puede notar a alguien muy cercano a sus afectos como candidato a salir de la organización por su desempeño u otra causa justa. En otras palabras su trato laboral no está contaminado por esa relación filial y de lealtad a toda consta de “mamá o papá pollito”.

El jefe de jefes está presente en los brindis y ceremonias de protocolo, pero llegará también puntual al cumpleaños del auxiliar. Estará presente en la auditoría, en la reunión de calidad, en la de asuntos técnicos y también se hará notar cuando las cosas van bien. Reúne frecuentemente a sus empleados, les retroalimenta y les entrega indicadores. Aun cuando su agenda es apretada, no se niega nunca a recibir a un empleado de cualquier jerarquía y llega siempre a donde es llamado cuando su presencia se requiere. Esta es la versión contraría del “jefe ausente”.

El jefe de jefes se rodeará de empleados de excelente desempeño y construirá sus indicadores y toma decisiones con base en los productos e informes que le entregan, pero reconocerá los créditos y valorará el aporte de sus colaboradores. Y puede valorarlos tanto que incluso puede promoverlos a otras áreas de la organización con mejor cargo y salario aun a costa de perder uno de sus bastones más preciados, en aras de la justicia por el buen desempeño. No ocultará los aportes ajenos en beneficio propio como si suele hacerlo el “jefe rey”.

El jefe de los jefes está siempre para celebrar las victorias pero también para atender las circunstancias problema, en ese sentido se separa abiertamente del “jefe bombero”.

El jefe de los jefes valora los aspectos técnicos y conoce lo suficiente del negocio como para liderarlo, pero no se olvida nunca que detrás de todo proceso hay un ser humano, en oposición al “jefe sabelotodo”.

En fin, esta sub especie en peligro de extinción no sufre de los síndromes que aquejan a los 8 anteriores jefes. Quienes lo tengan cuídenlo (a) como una joya pues jefes como el descrito suelen ser el verdadero motor, el verdadero  liderazgo que permite a la organización y sus empleados crecer y ser trascendentes en el trabajo.

Sobra reiterar que el autor no recomienda bajo ninguna circunstancia enviarle este artículo a sus compañeros de oficina, sobre todo colocándole nombre propio a algunos de las sub especies de jefes mencionadas aquí. Eso podría ponerlos en serios aprietos si quieren escalar en la jerarquía de poder de la organización. Cómo dicen algunos programas de televisión, no intenten esto en casa (su trabajo).

En el blog del próximo domingo trataré un asunto en lenguaje un poco más serio pues se trata de un abordaje del tema de competencias laborales completamente técnico. Probablemente pierda algunos de los lectores acostumbrados a mi lenguaje jocoso (no exento de moralejas), pero quienes deseen abordar en su organización un contenido cardinal cómo las competencias deben reservar un espacio para leerme el próximo domingo, pues llevo varias semanas preparándolo y creo que enfrentaré el tema desde una perspectiva novedosa.

¡Hasta pronto!

Ramon Chaux

Psicólogo organizacional

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