Don Ramón, psicología laboral

Publicado el ramon_chaux

La única salvación en el trabajo: la pasión.

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Uno de los estudios más extensos sobre la satisfacción en el trabajo es el realizado por la agencia de investigación Gallup en 140 países. De los cerca de 180 millones de empleados encuestados, solo un 13% confesó estar feliz en su trabajo, un 63% ni está a gusto ni siente ningún tipo de motivación en su empleo, y un 24% directamente lo detesta.

Un asunto no menos relevante, es que cada día hay más personas para trabajar mientras los puestos de trabajo disminuyen drásticamente, gracias a la automatización. Eso explica la dolorosa tasa de desempleo juvenil, de gente preparada y ansiosa de trabajar que no logra una ubicación laboral.

¿De dónde va a sacar usted felicidad si el único trabajo disponible no es el que elige sino el que encuentra por las leyes del mercado?

El panorama actual para ser feliz y trascendente en el trabajo empieza a ser dramático y promete ponerse peor en el mediano y largo plazo.

Pero hay una salvación.

No hay ninguna máquina en el mundo, ni software costoso, ni universidad prestigiosa, ni invento humano o divino que reemplace la pasión, el amor por lo que se hace.

Las pistas para saber si algo es hecho con amor se sienten en el alma y no necesitan comprobación empírica ni certificado de calidad para saberlo.

¿Recuerda a algún maestro de la infancia cuyas palabras y lecciones aún reaparecen cuando necesita un consejo? Ese docente en ese momento no estaba repitiendo como loro un currículo. Seguro estaba hablando desde lo profundo de su experiencia, de manera que su lenguaje caló dentro de su ser.

¿Recuerda algún consejo médico que siempre cumple, o que tiene repetidamente presente? Con toda seguridad quien lo emitió no estaba atendiendo un paciente más, otro en la fila de espera.

Lo que se hace con el alma puesta supera con creces lo que se realiza bajo las normas estandarizadas de calidad.

Y es que en eso de ir perdiendo las opciones de empleo a consta de software y de máquinas los psicólogos(as) tenemos mucho de culpa.

Primero porque le entregamos la selección a una prueba hecha por ordenador. Segundo porque no evaluamos la pasión por el trabajo de quien ingresa a laborar.

Si tenemos un candidato con amor por su trabajo, con pasión, no necesitamos sino el examen médico y a trabajar. Éxito seguro.

Lo difícil del asunto es que las pruebas tradicionales no están hechas para medir este tema tan complejo y tan íntimo como la pasión por lo que se hace. Para ser sinceros, tampoco abundan los apasionados repartiendo solicitudes de empleo, pues andan demasiado ocupados(as) en búsqueda de sus propios sueños.

La selección exitosa no está en una prueba costosa: está en una muestra de trabajo, o en una charla seria y sincera con nuestro candidato(a).

La evaluación del clima no está en un software. Está en una reunión cálida y amena donde escuchemos a los empleados hablar de sus problemas y sus angustias.

La mejora en la sanidad no está en la producción masiva de aparatos de diagnóstico, sino en personas de salud con mística para generar un ambiente de salud integral.

¿Cómo pretendemos ser trascendentes y felices en el trabajo si gustosos le entregamos nuestras responsabilidades a máquinas y a procedimientos superfluos?

Cuando existe pasión yo no le entrego mi responsabilidad a un artilugio mecánico o a un software. Yo mismo me ocupo del asunto y si uso los artífices mencionados son sólo como una ayuda, no como el fin principal.

Estoy pensando que es un problema circular: el mercado necesita personas que hagan cosas rápido, es decir, médicos que no dediquen más de 15 minutos por consulta.

La industria necesita sólo un psicólogo(a) para atender 2.000 empleados, de tal manera que no queda más remedio que usar técnicas despersonalizadas que le permitan cumplir con semejante reto descomunal.

El estado y el mercado buscan profesores que den clases a 50 alumnos por aula. ¿Cómo es posible identificar el desarrollo individual e íntimo de cada ser con el aprendizaje?

Si el mundo económico exige puestos así debemos empezar una revolución personal.

Empezar a hacer más entrevistas y menos pruebas. Tener más contacto medico paciente y más enseñanza personalizada.

Cierto que esto va en contra de las leyes del mercado, pero tal como se avizora el horizonte no queda otro camino.

Hay miles de emprendedores abriéndose camino, como quijotes sembrando árboles en desierto o como humanos desnudos abriendo con su pecho descubierto trocha por la selva espesa sembrada de puntiagudas floras.

La salvación entonces es personal. Así, de a poquito y de a uno en uno, podemos ir demostrando que una buena reflexión como esta no la hace una máquina.

Que una buena atención medica no la hace un aparato médico.

Que una buena enseñanza no la hace un software.

Que una buena selección puede surgir de una buena observación y una charla.

Si dejamos seguir el mismo camino que llevamos actualmente la educación va a ser toda virtual. La medicina será un chip colocado dentro del cuerpo. La selección de personal, como ya lo es, realizada por PC.

¿Ese día, como van a soportar la angustia de sentirse inútiles, sin tener nada que hacer?

El mundo va a tener que cambiar. ¡Van a ver! Volver a lo humano, a lo básico. A la expresión del arte (del oficio y la pasión por hacerlo).

Si, ya sé. El mercado manda y por ahora hala para la automatización. Por eso les dije que cada uno(a) desde sus vidas debe presionar para que gane la pasión. Con errores y todo, sale mucho, muchísimo mejor.

Mas reflexiones aquí.

Hasta pronto

Ramón Chaux

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