La felicidad en el trabajo.
En un escrito pasado hablaba de que habían personas afortunadas en las cuales su profesión felizmente coincidía con sus aficiones: el que ama la fotografía y puede vivir de ella. El que siempre quiso se médico y lo logra. El músico que desde pequeño quería serlo y llega a la fama.
¿Serán estas las personas más felices en su trabajo?
Uhmmmm… veamos:
Un fotógrafo debe tomar cientos o miles de fotografías y descartar la mayoría antes de que una sola valga algún dinero. Tal vez conozcan la historia del fotógrafo David Slater quien pretendió tener los derechos de autor de la selfie considerada más famosa del mundo y perdió su demanda contra Wikipedia porque un jurado consideró que David sólo puso la cámara al alcance del mono y fue este quien accionó la cámara y por ahora las obras de animales no son sujetas de derechos de autor.
David Slater se lamentó después de este fallo judicial: «De cada 100 mil fotos que tomo, sólo una hace el dinero que me permite seguir adelante. Y ésta es una de ésas. Fue un trabajo de todo un año»
Lo que pasó a este fotógrafo no es ajeno a los muchos otros laureados de premios y de dinero debido a la fotografía. Pocos saben que para lograr buenas fotos hay que realizar viajes penosos, colocarse en situaciones incluso peligrosas y puede pasar mucho tiempo en imágenes perdidas antes de que una fotografía ofrezca réditos.
¿Y los médicos? Es una profesión difícil, considerada prácticamente en el puesto número uno de las ocupaciones con más estrés y trabajo bajo presión. Presión del paciente para que le cure, de la familia, turnos de noche, turnos los fines de semana, trabajar festivos en medio de un calidad laboral y salarial desmejorada día a día. ¿Se podrá ser completamente feliz en estas condiciones?
Y finalmente el músico, aquel que en sus inicios tocaba por pasión, por felicidad de hacerlo, una vez le llega la fama tiene que lidiar con jornadas agotadoras de conciertos, la pérdida de su privacidad entre tantas cosas no tan agradables. A igual que otros artistas, los músicos como los actores o pintores suelen tener vidas agitadas y agobiadas… solo piensen en Beethoven, Van Gogh, Michael Jackson. Tchaikovsky se suicidó al igual que Violeta Parra. Aun no pasa el estupor por el suicidio de Robin Williams.
Profesiones amadas con locura, con talento desde niños, bien pagos, famosos e infelices.
¿Y qué será de nosotros los trabajadores “comunes y corrientes”?
Durante mis trabajos con horario de oficina siempre pude ver a los empleados y compañeros de trabajo esperando ansiosamente a que llegue el viernes, cuando salen felices, apurados y contentos. El domingo por la tarde se muestran un poco preocupados porque llega el lunes…
Tampoco eran pocos los calendarios donde se podía ver con una “X” marcada la fecha del inicio de las próximas vacaciones. Dentro de 8 meses, no importa, pero hay que tener la cuenta regresiva para un acontecimiento tan anhelado y muy importante.
¿Qué está pasando con la felicidad en el trabajo si es allí donde permanecemos la mayor parte del tiempo?
Hagamos un análisis preliminar: Uno de los peores trabajos en el mundo puede ser estar en la guerra: con peligro constante de morir, comiendo racionadamente, durmiendo y descansando muy pocas horas, climas y condiciones extremas. ¡Sin embargo las órdenes se cumplen a cabalidad! e incluso la mayoría de los soldados se sentirán orgullosos de lo que hacen y no se quejaran tan a menudo como lo hacemos la mayoría de los mortales de nuestros trabajos.
¿Porque sucede esto?
Los estudiosos del comportamiento humano saben la razón hace muchos años. Para la guerra se necesita tener interiorizado un objetivo muy grande y loable: salvar tu patria, ser héroe, dar la vida por la causa más noble. Hay detrás del soldado mujeres y niños que esperan lo mejor de él como soldado y toda una nación le rinde homenaje y le conmueven su coraje con himnos, marchas y consignas.
Y entonces la pregunta que surge es: ¿bueno si los científicos saben esto porque no lo han aplicado al trabajo para que sus empleados no maldigan los lunes y celebren cada viernes como si salieran de una cárcel?
Lo primero que queda claro es que el salario no basta para tener motivados a los empleados. De hecho es el motivador más de corto plazo que existe y no está relacionado con los factores que generan motivación. El hecho de que usted deba hacer un trabajo porque necesita un dinero no significa que usted haga el trabajo con la misma pasión con la que un soldado enfrenta la guerra.
¡Tratemos entonces a los empleados como soldados!
Bueno, estoy exagerando un poco, pero se es más feliz en un trabajo cuando se sabe que se está haciendo algo importante, que el trabajo es reconocido, cuando se sabe que su sudor es apreciado y esto no siempre lo hacen las empresas. El albañil no está pegando ladrillos, está construyendo hogares. La recepcionista no está recibiendo personas y llamadas: es la cara y la voz más importante de toda la organización.
Es necesario decirle a su empleado lo importante que es su trabajo y lo mismo que en las relaciones de pareja, demostrarlo con hechos. Al igual que con la esposa los reconocimientos no son siempre regalos costosos o plata: usted como jefe puede llamar su empleado a la oficina no sólo para descargos sino para decirle lo bien que está haciendo su trabajo. Enviarle una carta no sólo cuando es un memo sino para reconocerle lo bien que está haciendo su trabajo.
Incluso, les regalo una idea excéntrica: ¿Qué tal si le escribe a la familia de su empleado diciéndoles lo bien que se está desempeñando en su trabajo y diciéndoles además que la empresa está muy orgullosa del tiempo que el empleado dedica a sus labores y agradece su gesto de abandonarlos por largas jornadas para cumplir su deber?
Cómo en la guerra los empleados tienen que tener claros los objetivos de la organización y saber claramente que todo lo que hacen reporta beneficios y a la sociedad. Un empleado de una empresa prestadora de salud no hace autorizaciones, ni agenda citas, ni hace cierre de facturación: Todos garantizan la salud de sus congéneres: desde la persona de recepción hasta el médico que atiende el paro cardiaco en urgencias.
La gran conclusión de lo que he dicho es que la gente hace mejor y con más pasión las cosas si conoce claramente el objetivo y además sabe que es una meta apreciada y valorada. Trabaja además con mayor ahínco si sable que quienes le rodean y particularmente sus superiores valoran su trabajo.
No por nada una de las mayores formas de acoso laboral es una muy difícil de probar, no deja huella y es casi letalmente infalible en auto expulsar prontamente de su puesto de trabajo al empleado objetivo del acoso: la indiferencia o el poco aprecio por lo que hace. Una persona expuesta a tal situación prontamente arriesgará aun su sustento antes de continuar haciendo tareas que son reiterada y acuciosamente demeritadas o sin atención.
Entonces: fije claramente los objetivos de su organización como si fueran de vida o muerte, como si fuera de guerra. Tenga símbolos institucionales fuertes y objetivos claros y recordados todo el día. Premie y comunique los éxitos de sus empleados al menos con la misma fuerza con que enfatiza sus fracasos.
He escuchado a notables administradores decir que no es necesario “endulzar” tanto a los empleados pues se les paga justo para que hagan bien su trabajo. No se cómo han llegado a jefes o empresarios con semejante desfachatez ante el mundo organizacional y el alma humana.
Para terminar, podemos concluir que hacer lo que apasiona no siempre nos llevara a la felicidad en el trabajo. En el lado contrario, cuando debemos trabajar para otros cumpliendo órdenes la infelicidad es casi segura… a menos que el empleador sepa valorar el trabajo e involucre a sus colaboradores dentro de los objetivos y logros de la organización.
Otras moralejas que pueden extractar mis lectores de este breve escrito pueden ser:
Un artista que hace lo que le apasiona pero con fama y dinero no puede ser feliz.
Un soldado que sin búsqueda de dinero ni fama da todo lo mejor de sí mismo, hasta su propia vida.
Un fotógrafo apasionado que persigue durante meses la foto que le dará premios y dinero y fracasa.
Un macaco que sin saber hace una foto que vale miles de dólares y no logra nada, entre otras cosas porque no sabe que lo hizo y la fama y el dinero le importan un pito.
Un empleado que dura años trabajando para su empresa anhelando siempre que lleguen los viernes y las vacaciones.
Un empleador que piensa que el pago es el único aliciente que necesita una persona para trabajar bien.
¿Quién se parece más a usted?
¡Hasta pronto!