Don Ramón, psicología laboral

Publicado el ramon_chaux

Carta a mi jefe

Jefe, lo que me anima a escribirle esta carta es el taller de asertividad al que asistimos ayer. ¿Se acuerda que nos motivaron a decirnos las cosas que nos molestaban, así fuera por escrito?

Pues este correo mío tiene ese propósito, de cumplir con la tarea del taller, que de paso le agradezco haberme invitado pues me deja muchas enseñanzas.

Jefe, no me gusta que cite a reuniones que inician justo a la hora de salida. Me da mucha rabia cuando a las 4 de la tarde, dos horas antes de salir, pasa por mi puesto y me dice: “no te vas a ir Ramón que vamos a hacer una reunioncita…”. Le confieso, en aras de la comunicación asertiva, que me dan ganas de desobedecer y largarme a las 6 en punto, pero el respeto y mi compromiso no me deja.

¿Sabe otra cosa que no me gusta? Mejor dicho, me enferma: La vez pasada me envió un acta que según el correo usted recibió el 10 de julio. En ella había compromisos y tareas para la próxima reunión, el 10 de agosto. ¿Por qué razón me reenvía esa acta el 09 de agosto, un día antes del plazo? Y con el asunto “Ramón, ayúdame con esto”.

¡Si me iba a delegar pudo enviármelos el 11 de julio!. Jefe, no es que no me guste mi trabajo. A mí me encanta mi trabajo, pero hay tareas en esa acta que no se hacen en un día. La asertividad no me llega a tanto como para contarle todo lo que me pasó por la cabeza a las 4 de la mañana del 9 de agosto, horas hasta las que trabajé para terminar su informe.

Yo sé que usted vive con muchas obligaciones, jefe. Pero en ocasiones siento que mis correos no los lee: me pasa muy frecuente que me llama a su oficina para preguntarme cosas que ya le he respondido por mail. La mayoría de las veces me dice “Reenvíamelo por favor”. La verdad no sé qué prioridad le da usted a mis comunicaciones, pero me gustaría que me leyera con tanto interés como lee los correos de la Gerencia. O sino, para decirle la verdad, no se para que alardean tanto de compartir la información, y que el trabajo el equipo y esas cosas. Ojalá no se disguste por esto.

Sepa usted que lo que estoy haciendo es la tarea que nos dejaron ayer de la asertividad.

¿Sabe que no me gusta? Cuando vamos a reunión de grupo primario usted responde a casi todo lo que dicen sus pares y superiores “de acuerdo”. Lo malo es que cuando está reunido con nosotros, sus colaboradores, sus palabras preferidas son “hay que revisarlo”, “puede ser”, “eso es debatible, pero dejemos la idea para más adelante”. La otra vez leí que eso tenía que ver con la competencia de integridad, pero pues no manejo esos temas, así que lo dejo ahí. Simplemente no me gusta.

Jefe: reconózcanos algo cuando trabajamos más de la cuenta. No se me olvida que una vez se paró en la puerta de entrada y a todos los que llegamos ese día un minuto después de las 7 nos hizo sentar en la sala y esperar una hora para darnos una charla sobre el tiempo y la responsabilidad. ¿Se acuerda esa vez que tocó cambiarles el contrato a 1.700 colaboradores? Empezamos un viernes a las 3 de la tarde, trabajamos todo el sábado, todo el domingo, incluida gran parte de las noches. El lunes en la mañana se corrió la interface de nómina y quedaron todos bajo el nuevo esquema de contratación. Ese día fue como si nada. Cómo si hacer eso fuera “normal”, una cosa corriente, cuando en realidad estábamos todos (incluido yo) exhaustos y a la vez orgullosos de semejante tarea en corto tiempo. Nos dolía las manos de escribir, la nuca tiesa y al cintura adolorida. A los que nos tocó hablar amanecimos roncos porque en el salón que reunimos la gente no tenía micrófono.

¡Cómo me hubiera gustado si usted nos invita a un café, así fuera de la misma cafetera donde son gratis en la oficina! Simplemente para decirnos “muy bien hecho” o un simple “gracias”.

Muchas veces le he pedido cita para hablarle un tema personal. Siempre me dice que sí, que pase por la tardecita. Me asomo por la puerta y con la mirada me dice que está ocupado. Cuando no se olvida, al menos tiene la decencia de decirme “hablamos la próxima semana” y así me aplaza y me aplaza. Cuando al final me atiende siempre es la extra jornada: me hace esperar hasta las 7 u 8 PM. La verdad en cierta forma me agrada ese horario porque no nos interrumpe nadie, pero creo que esos espacios con los colaboradores no tienen que ser tan tarde, y TODAS las veces. (Perdón por la mayúscula).

Jefe, he dejado para lo último la cosa que más me molesta: la empresa tiene un valor que se llama “cumplimiento de compromisos”. Usted muchas veces promete y no cumple. Me ha pedido trabajos que después no se usan. Me ha citado decenas de veces y después no aparece. Me ha prometido valorar mi escala salarial y en eso estoy hace dos años. No sólo me lo hace a mí: su oficina vive llena de gente esperándolo y en no pocas ocasiones me ha pedido a mí que se los ayude a atender sin yo tener las más remotas ideas de porqué están allí. Jefe, la gente merece respeto, y si usted le pone una cita lo mínimo es cumplirla y cuando no asiste, llamar y reprogramar. Eso pienso yo desde mi humilde opinión, pero pues, al fin y al cabo usted es el jefe.

Jefe, he dejado para terminar, la parte más triste de todas. Trabajo hasta hoy en esta gran empresa. Me voy en busca de otros destinos. Le agradezco la oportunidad de haber trabajado en tan bonita compañía, a la que quiero, a pesar de todo lo que le he dicho.

A pesar de todo, mi sentido de responsabilidad es tan elevada, que no me quise ir sin hacer el ejercicio que nos pidieron en el taller de asertividad.

Que quede claro que este mensaje es única y exclusivamente por eso.

 

¡Hasta pronto!

 

Ramón chaux

Psicólogo Organizacional freelance

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