Don Ramón, psicología laboral

Publicado el ramon_chaux

Amor y filantropía vale mas que plata y poder

Hombres y mujeres estamos impulsados por un afán de éxito, de riqueza, de bienes materiales. De ascender (poder). Pocas veces es posible llegar a un punto donde se diga “basta, hasta aquí está bien”.

Para la comida, para el sexo, para el juego, el cuerpo aprendió en millones de años a crear mecanismos para que nos sobrepasemos, para que no se llegue a excesos dañinos.

La llenura, el hastío, el cansancio evitan que sigamos enfrascados por siempre en una actividad placentera.

Para bien o para mal, los deseos de más alto nivel, los más cercanos y recientes en la evolución del ser humano, aun no tienen esas señales que nos indican que debemos detenernos: El presidente quiere ser nobel de Paz. El mandatario no le basta haber llegado a la presidencia de un país (o de una empresa): quiere repetir un periodo, luego dos y tres. Y cuando ya no puede más entonces que al menos quede un hermano, un hijo, la esposa. (Pueden ver algunos ejemplos en mandatarios latinoamericanos).

Acabo de referirme al poder. Lo mismo pasa con la cantidad de dinero. Cuantas empresas crecieron como pequeñas firmas familiares que hoy son emporios multinacionales y quieren seguir creciendo, aumentando su alcance, su influencia, los ingresos.

A pesar de la levedad de la vida, los seres humanos siguen pensando en grande, al ritmo vertiginoso de la vida, sin pensar que en la muerte no nos llevaremos un solo peso de la fortuna creada arduamente y con mucho trabajo en muchos años, tal vez décadas.

Preguntado yo mismo por esta actitud, me respondo de una manera un poco soberbia e insolentemente inmortal: multimillonarios de 80 y más años enfrascados en nuevas inversiones para aumentar sus riquezas.

La respuesta a tal conducta irreverente con la muerte, la encontré en el lugar donde hago mis caminatas mañaneras: Un grupo de hormigas arrieras han hecho su camino justo por donde los caminantes como yo, pasan. Muchas mueren aplastadas bajo las suelas de diversas marcas de tenis. Sin embargo, el camino, la tarea, no se interrumpe: sobre los cuerpos de las obreras muertas pasan las restantes con sus pesadísimas hojas (pesan casi tanto como ellas, equivalen a un bulto de 50Kg para un ser humano). No importa que muchas caigan bajo los pies de “gigantes” de 1,65 Cms  de altura como yo. Siguen el camino fijado, invariablemente, sin modificarlo. Firmes como soldados que aceptan la muerte con tal de que quienes le preceden puedan llegar a destino.

Gracias a este mismo mecanismo pero en los humanos, es que hoy tenemos obras grandiosas. Obras que nunca se hubieran completado sin el concurso de varias generaciones, pero que inició con la idea de un ser humano que tuvo el sueño de realizarlo.

Y aquí viene mi teoría más controversial:

El ser humano no reconoce la muerte y actúa, en casi todos sus quehaceres, como si no se fuera a morir. Un anciano de 90 años planta un árbol de aguacate pensando en que alcanzará a disfrutar de sus frutas. Lo mismo puede pasar en los negocios, en el trabajo y en las metas.

La vida es demasiado débil, demasiado variable, sensible y volátil. En ese breve periodo de tiempo luchamos sin descanso por el “éxito” que en no pocas veces es representado en dinero y poder.

Nada nos acerca más a Dios y a la bondad humana que hacer el bien a otros. Los seres más felices son quienes brindan felicidad a otros sin esperar nada a cambio.

La vida no se puede detener. El progreso y la economía tampoco. Lo que si podemos hacer es dedicar menos energía a la lucha despiadada por poder y dinero y fijarnos un poco en los seres humanos que tenemos alrededor: empleados, proveedores, ONG´s, comunidad en general, ecología y medio ambiente. Al fin y al cabo el dinero pasa de mano en mano. Lo que construya con mucho esfuerzo un ser humano, pasa a sus hijos, y de estos a sus esposas y a su vez a sus hijos y así sucesivamente se va perdiendo la línea de descendencia. La posta llevada a las espaldas, como la hormiga arriera, va pasando a otros hormigueros…

Una frase muy famosa de Steve Jobs habla de que no conocía ningún secreto más poderoso para aprovechar el tiempo y ser feliz que tener la conciencia de la muerte (creo que ya estaba trasplantado para aquella época). «Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida», manifestó. «Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo al fracaso se desvanece frente a la muerte», dijo alguna vez. Pero creo que hasta el propio Steve apostó porque su trasplante duraría “toda la vida” porque hasta muy poco antes de su muerte estuvo enfrascado en hacer aparaticos electrónicos.

Optemos por el amor. Decidámonos por hacer el bien. Por ayudar. Por hacer felices a los colaboradores, a todos quienes desde nuestras empresas podemos hacerlo. Irradiar felicidad a los demás nos hará más felices. Menos poder, a lo mejor menos poder o menos ganancias, pero en lugar de una cuenta bancaria abultada para un tercero, dejaremos buenos recuerdos, que después de idos de este mundo, vale más que plata.

“Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja”. (Proverbio Italiano).

Todos estamos en el mismo juego de la vida. Es hora de que cambiemos nuestros caracteres altivos y nos entreguemos con humildad ante la vida, la trascendencia, el amor por la familia y por los demás. El trabajo, el dinero, la fama, el poder son importantes, pero importa más que aquí, en el tablero de ajedrez llamado tierra, hagamos el bien durante el tiempo que Dios nos dio, en calidad de préstamo, la vida.

Por cierto, a ninguno de nosotros nos dio la fecha de devolución, lo cual creo que me da más la razón.

¡Hasta pronto!

 

Ramón Chaux

Psicólogo Organizacional Freelance

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