En diferentes confines del planeta la democracia es argumento, o apodo, del que echan mano sus peores detractores y enemigos para sacar indebido provecho. A nombre de ella, irónicamente, hacen todo tipo de maniobras, desde las más groseras hasta algunas cuidadosamente elaboradas para hacerla objeto de burla. 

No hay golpista que, armado hasta los dientes, afirme que su presencia en el poder, tomado por la fuerza, no es más que un pequeño paréntesis que se ha visto obligado a abrir, para que su país retorne, cuanto antes, a la democracia. Y no se ruboriza al sostener que es precisamente la democracia lo que en el fondo desea defender, a pesar de las apariencias. 

Ya se sabe que, bajo ese engaño, con el tiempo prevalece la fuerza; la idea de “restauración democrática” se desvanece hasta que poco a poco deja de formar parte del paisaje y de las ilusiones de muchos, atraídos por otros artificios, como el de la bondad generosa del buen tirano. Bondad que financia con la expropiación del presupuesto público, que lo convierte en el millonario que siempre quiso ser, ahora con la plata de los demás de manera descarada.

También, por supuesto, hay “billonarios” capaces de hacer creer que con el timón del estado en sus manos, obrarán los milagros que consiguieron para amasar su fortuna. La fórmula mejor disfrazada del populismo, que encuentra clientela entre quienes viven a la espera de que algún genio de las finanzas privadas haga milagros con las públicas. 

Pero hay manipulaciones todavía más hipócritas, y lo mismo de despreciables, que arrinconan a la democracia mediante negociaciones y ardides que disfrazan “demócratas” y les confieren el blindaje de las urnas, aso sí bajo la premisa mayor del apoyo efectivo de los dueños de las mayores cuotas de poder. Calculadores que juegan con las instituciones a su acomodo y ponen y quitan gobernantes, los destierran y los hacen retornar, todo para que duren mientras les convenga. 

El teatro de operaciones de la política tailandesa se ha convertido en combinación de variantes de ese espectáculo. Lo lejano del ejemplo no lo hace menos significativo. Por el contrario, permite apreciar, en imagen de alta fidelidad, diferentes aspectos de las manipulaciones que han sido capaces de hacer, en ejercicio de una práctica digna no solamente de reproche, sino de advertencia. 

Un antiguo primer ministro, Thaksin Shinawatra, billonario, que vivía desde hace 15 años en dorado exilio de Dubai, luego de haber sido depuesto por un golpe militar y condenado en ausencia por infracciones para algunos todavía discutibles, resolvió regresar hace poco a su país.Regreso que resultó parecido a la controvertida parábola del hijo pródigo, que termina por premiar a los que se han comportado mal.

Thaksin retornó sonriente en su jet privado y fue recibido en el aeropuerto con muestras de particular respeto, aprecio y camaradería, por las autoridades que tenían orden de ponerlo a disposición de la justicia. Él y ellos, como en obra de teatro, parecían tener conciencia de que protagonizaban un hecho histórico.

Llevado ante la instancia judicial correspondiente a su rango, de inmediato fue enviado a la cárcel para que comenzara a pagar ocho años de prisión, condena resultante de cuentas complejas de delitos de esos que se cometen en ejercicio de ficciones de esas en las que se fundamenta buena parte de la riqueza en el mundo del “capitalismo avanzado” de nuestros días. Lejísimos de aquella época elemental, cuando Engels ayudó a identificar fenómenos y elaborar conceptos en torno al problema de la explotación del hombre por el hombre. 

Pocas horas después de haber sido internado en la cárcel, alguien resolvió internarlo más bien en un hospital, con la proclama compasiva de la importancia que revestía salvar su preciosa vida, en peligro por enfermedades que requerían inmediata atención hospitalaria. Compasión que, al parecer, aumentó al punto máximo, cuando, muy pronto, el rey Vajralongkorn le redujo la pena a un año, en virtud de su lealtad a la corona. De manera que el personaje pasó en pocos horas de delincuente a premiado “hijo pródigo.

La trayectoria de Thaksin Shinawatra no deja de ser extraordinaria. Su historia empresarial se ha caracterizado por emprendimientos iniciales fallidos y éxitos posteriores de grandes proporciones, eso sí con todo tipo de enredos, de aquellos que obligan a dar explicaciones propias de la lógica de los grandes negociantes. Su historia política ha estado afectada por elementos provenientes de esa vida llena de altibajos.

Thaksin viene de una familia de inmigrantes chinos, radicada en Siam e integrada por matrimonios y adopción de nuevo nombre a la vida tailandesa. Después de ser coronel de la Policía, y con buena formación universitaria, terminó convertido en gigante de las telecomunicaciones. Después se le ocurrió adentrarse en la política, y con la aureola de su éxito empresarial llegó al poder con apoyo, en las urnas, de una mayoría arrolladora. A la cabeza de su partido, el Thai Rak Thai, desató reformas sociales que trajeron beneficios a millones de marginados y fue el primer gobernante tailandés elegido en completar su período de gobierno, y también el primero en ser reelegido. Hasta que algunas de sus decisiones de negocios, como el traspaso de acciones a sus familiares o a foráneos, y asuntos impositivos, condujeron a que sus enemigos pudieran organizar en su contra un golpe militar.

Durante su ausencia del país, aparte de obtener la nacionalidad montenegrina y de adentrarse como empresario en la órbita de la primera liga inglesa de fútbol, Shinawatra continuó jugando un papel tan importante en la política tailandesa. Así consiguió que su hermana fuese elegida primera ministra. Y aunque ella terminó también derrocada, logró que el partido Pheu Thai, que reemplazó al Thai Rak Thai, ahora bajo el liderazgo de su hija, Paetongtarn Shinawatra, se convirtiera en factor de poder indispensable para la continuidad de un proceso en el que la monarquía y los militares siguen siendo la alianza esencial que le puede dar viabilidad a cualquier gobierno, después de unas elecciones celebradas en mayo, en las que resultó sorpresivamente triunfante el partido “Avanzar”, liderado por Pita Limjaroenrat, abiertamente promotor de cambios de fondo en el esquema político e institucional del país.  

El triunfo de “Avanzar” ha sido desconocido mediante la combinación de diferentes ardides político – jurídicos, que terminaron en la conclusión de que era necesario armar una nueva coalición que, según las reglas establecidas por el poder militar, podría ser alternativa de gobierno. Ese es el contexto en el que aparecieron la urgencia y la conjunción de intereses que han permitido el regreso triunfal del exiliado, su comparecencia ante la justicia, su paso al hospital de lujo y su disfrute de perdón real, para servir como factor de gobernabilidad bajo una nueva coyuntura. Muestra, por parte de todos, inclusive claro está del beneficiario de todas esas maniobras, del instinto pragmático de los animales políticos, y de los alcances de los verdaderos dueños supremos del poder, capaces de apelar a todo tipo de componendas para mantener la fórmula cambiante de su prevalencia por encima de todo. Mientras vuelve y juega.

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